¿De cero a diez, cuánto vale el partido de hoy? Es difícil responder. Habría que empezar por saber dónde tiene la cabeza cada uno. Es lícito dudar hasta de que los profesionales, cuya perspectiva se halla en un plano distinto a la del aficionado, estén centrados en la visita del Alavés y no pensando en la final. O en las finales, en las dos como si fuesen una sola, mezclando lo que pasó en la primera y lo que presumen que ocurrirá en la segunda. Sin duda que sería muy beneficioso saldar con victoria este derbi por aquello de las inercias, factor que a día de hoy no sonríe al Athletic.En definitiva, derrotar al Alavés valdría diez. Y ello pese a que el Athletic que salte al césped de San Mamés poco o nada tendrá en común, al margen de la camiseta, con el que disputa las finales. Pero bueno, todos forman parte del grupo y los puntos o los triunfos van al mismo saco. En realidad, la propia fisonomía del equipo que diseñe Marcelino invita a debatir sobre el auténtico valor de la cita. Tiene pinta de que se inclinará por la fórmula que eligió para recibir al Granada tras sellar frente al Levante el pase a la final. El conjunto andaluz figura como la última víctima del Athletic y en aquel once solo aparecían dos de los titulares de la semifinal.

El experimento salió a pedir de boca, pero no es lo normal; de serlo, los suplentes serían los titulares y a la inversa. Hoy tendrán un respiro quienes no supieron gestionar el doble cruce con la Real. No es una recompensa, sencillamente Marcelino no tiene más remedio: o descansan o revientan. O ingresan en la enfermería. Así que con la unidad B, que es la forma moderna de llamar a los que menos cuentan, el Athletic tratará de impedir que la llama de la liga se extinga. Bonita empresa.

A falta de nueve jornadas, la distancia respecto a las plazas europeas es de diez puntos, demasiados para alcanzar una meta que en Ibaigane agradecerían con los ojos humedecidos. Como los resultados previos, el triste empate del miércoles sin ir más lejos, han eliminado el margen de error, los rojiblancos necesitan firmar una proeza. Tiene toda la pinta de que el asunto de Europa se dilucidará el sábado. Pero por si acaso y también por obligación, el Athletic debe echar el resto para derrotar al Alavés.

Este derbi con razón puede calificarse como el más molesto del año. Llega a contrapelo, inoportuno por el tenso momento que vive el Athletic y encima, concurre el particular drama del Alavés, colista y que en el desesperado afán por frenar su caída libre estrena entrenador en Bilbao. Javi Calleja coge un vestuario desorientado, que combatirá el abatimiento con amor propio y confiando en que suene la flauta, fenómeno que suele coincidir con un relevo en el banquillo.

Al mencionar la insoportable presión del Alavés, enseguida viene a la mente la acreditada inclinación al samaritanismo del Athletic. Eludir favores será la misión que Marcelino encomendará a Unai Simón y diez más. Después de la que lió en Anoeta, es mejor que el portero siga en el puesto. En la zaga, sin Yeray y Yuri, la cosa no está muy complicada: Lekue, Nuñez, Iñigo y Balenziaga, a no ser que este último juegue de central (debutó ante el Granada y cumplió, qué raro), lo que desplazaría a Lekue a la izquierda y dejaría hueco para Capa o De Marcos. En el medio, Unai López y Vesga, frescos ambos. Arriba es fijo Villalibre, si bien, visto lo visto, acaso convendría que no se vaciase esta tarde. Luego estarían Morcillo, Sancet (desaparecido desde el 7 de marzo) y un Ibai sin chispa, a no ser que Vicente dejé de ejercer el rol del perfecto desconocido.