IMANOL Alguacil (Orio, 49 años) no engaña, esa imagen de forofo que cultiva es para él en realidad un impulso irrefrenable que le aboca a vivir entregado a la causa futbolística que defiende. En sus constantes apelaciones a la afición de la Real Sociedad, ya sea para garantizarle la máxima implicación del equipo antes de un partido o a través de las dedicatorias que siguen a cada éxito, no se limita a ejerce de emisor, también es destinatario de esos mensajes que no se cansa de repetir. Se siente uno más entre los seguidores del club, lo suyo no es una pose. En materia de sentimiento se sitúa en el mismo plano que el resto de la hinchada, tanto en la celebración como en la decepción, en la alegría y en el llanto.

Imanol sufre como si fuese el único que ha sido derrotado en el campo. Confiesa, lo ha hecho en diferentes situaciones, que llora en la intimidad cuando se produce un mal resultado. Igual cuando era un chaval que ahora que ostenta la dirección del primer equipo. Puede que sus reticencias a asumir el puesto obedeciesen precisamente a un exceso de responsabilidad. En marzo de 2018, ante la oferta de convertirse en el sustituto de Eusebio Sacristán respondió que no. Acabó aceptando y dejó al equipo en una posición desahogada después de sumar 16 puntos en nueve jornadas. En verano regresó al filial. Tampoco los dirigentes le mostraron excesiva confianza, pero en diciembre volvieron a tocar su puerta.

El rumbo con Asier Garitano no era satisfactorio e Imanol volvió a cumplir con un noveno puesto y la perspectiva de iniciar el siguiente curso. Llegaba su gran oportunidad y pudo dar forma a su proyecto, desarrollar las directrices sugeridas en su rol de apagafuegos. En la campaña 2019-20, la Real alcanzó un nivel que precipitó su renovación hasta junio de 2021 antes de navidades. En un año había avanzado diez posiciones en la tabla, era quinta y pese a que atravesó por alguna crisis, se aseguró plaza en la Europa League y el billete para la final de Copa

Había conseguido que la Real jugase a lo que él quería y, lo que es más importante, rentabilizado una propuesta basada en la valentía y el buen gusto. El estilo alegre, de ataque, con la pelota fluyendo a ras de césped, devolvió la ilusión a Anoeta. Imanol el forofo flotaba, pero Imanol el entrenador se había ganado el respeto y la consideración del mundillo futbolístico, empezando por los miembros del Consejo de Administración y en especial de Jokin Aperribay, así como de Roberto Olabe, director deportivo y hombre de un perfil que guarda escasas similitudes con el de Imanol.

A lo largo de la vigente temporada, la Real ha mantenido la inercia ganadora. Tuvo un arranque magnífico, fue líder en otoño y luego pagó el esfuerzo extra que supone combinar el campeonato liguero con el calendario continental. Coincidiendo con la peor racha de resultados, Aperribay aprovechó la Junta de Accionistas de diciembre para anunciar que ampliaba hasta 2023 el contrato de Imanol. El sector reticente, que nunca coge vacaciones, no ocultó su perplejidad, pero en la valoración del presidente pesó no solo el itinerario recorrido hasta la fecha con el técnico de la casa, sino su habilidad para gestionar y generar el clima adecuado en el vestuario. Imanol les aprieta las tuercas a los futbolistas a diario en Zubieta, pero la idea que ha impuesto les ha convencido y además se identifican con su manera de entender lo que significa representar el escudo. De momento, a Xabi Alonso, el recambio que el club colocó estratégicamente en el filial, por si las moscas o acaso solo pensando en el medio plazo, le toca esperar turno.

pasar a la historia

Es evidente que en la persona de Imanol confluyen dos facetas poco comunes en la élite: el amor incondicional por la camiseta que defiende y la capacidad para desempeñar con nota su tarea profesional. Una combinación que ahora, una vez gastada la bala de la Supercopa, donde fue apeado por el Barcelona en una noche en que el desenlace estuvo en el aire hasta la tanda de penaltis, le sitúa frente a un reto sin precedente. La posibilidad de conquistar un título constituye algo excepcional en la historia del club. No en vano, son cinco los que constan en su palmarés al cabo de 111 años de existencia: uno de 1909 y el resto en la década de los ochenta. Y han transcurrido más de tres décadas de la última participación de la Real en una final copera. La que se avecina (nunca mejor dicho) posee encima el aliciente de que incluye la presencia del Athletic

"Hay derrotas que ayudan a crecer y más a un equipo joven como el nuestro. El fútbol nos debe una e imagino que va a ser este año". El día 3 se sabrá si la reflexión que dejó caer Imanol en la despedida de la Supercopa es premonitoria. Hasta cierto punto dependerá de que sepa conjugar la ansiedad propia del forofo y el criterio que ha demostrado modelando a su Real.