EL aspecto delata a Paco López (Silla, Valencia, 53 años). Es la antítesis del entrenador mediático, rara vez se le ve gesticular en la banda, incluso gritar; no suele protagonizar esa clase de imágenes que se repiten una y cien veces en los programas deportivos. Pertenece al grupo de la gente normal: correcto, comedido en sus declaraciones, habitualmente mantiene un semblante serio, cuesta arrancarle una sonrisa. Tuvo claro su destino profesional desde muy joven, con apenas veinte años empezó a sacar los primeros títulos de técnico y estudió Educación Física, todo ello mientras jugaba como delantero, rapidito y hábil, en clubes de Tercera y Segunda. Asegura que haber pasado por las manos de casi una veintena de entrenadores le concedió un amplio bagaje para ir elaborando su propio método. En cuanto colgó las botas, muy castigado por las lesiones, se puso a la tarea de dirigir y hasta hoy.

Su trayectoria contempla diversas etapas en las categorías inferiores del Valencia, el Villarreal en dos épocas (la segunda mientras Marcelino estaba al mando) y, por último, el Levante, el club de sus amores, del que es socio desde niño. También pasó por equipos modestos, siendo su techo el Cartagena, en Segunda A, pero el fútbol de formación fue lo que le permitió labrarse un prestigio que ha revalidado en la máxima categoría.

En el verano de 2017 recibió la llamada del Levante, del que formó parte como jugador dos décadas antes durante un único curso, para encargarse del filial. Una racha de quince partidos sin conocer la victoria a las órdenes de Juan Ramón López Muñiz parecía abocar al primer equipo al descenso y los dirigentes optaron por darle la alternativa a Paco López. Corría el mes de marzo, no tenía pues excesivo margen para buscar la reacción y sin embargo obró un pequeño milagro en su debut entre los grandes: sumó 22 de los 27 puntos que disputó, lo que le valió para asegurar la permanencia a falta de tres jornadas para el final del campeonato. En mayo su contrato fue ampliado por una campaña con otra opcional.

Convertido en el único técnico del Levante que supera el centenar de encuentros, tiene a gala que con él nunca el equipo ha estado en riesgo de regresar a Segunda. Son ya tres ligas completadas a una respetable distancia de la frontera del descenso, que ahora desembocan en la aventura copera. Hacia ocho décadas que el Levante no se hallaba tan cerca de la disputa del título, logro certificado con la eliminación del poderoso Villarreal gracias a un gol en el último minuto de la prórroga. El jueves en San Mamés intentará dar un paso más en ese camino hacia la gloria que posiblemente no entraba en sus cálculos.

No al menos hace tres meses, con el equipo atascado, ocupando una plaza indeseada, sin poder desplegar el fútbol alegre que le distingue. La eficacia del portero Aitor Fernández, la creatividad y la puntería figuran como los puntos fuertes del Levante, que prefiere tener el balón. Morales, el alma del grupo, recuerda mucho al gallego Aspas, y Martí, logran dos de cada tres goles que marca el equipo, que además cuenta con bastantes tipos que no se cortan a la hora de buscar portería: Bardhi, Melero, Rochina, León o Campaña, quizá su pieza más valiosa, recién operado y que regresará a la competición en abril.

El gran mérito de Paco López se basa en su poder de persuasión sobre sus jugadores. No es casualidad que en este trienio el Levante haya derrotado en tres ocasiones al Madrid y al Barça. El técnico reconoce ser más “atrevido” en el trabajo que en su vida cotidiana y pese a admitir que vive del resultado, se niega a “vivir contaminado por el resultado”. Superlópez, que así le llaman, gestiona la plantilla con un generoso reparto de responsabilidades. Del once que en octavos apeó al Valladolid (2-4), solo repitieron cuatro en la victoriosa visita a Valdebebas. En los cuartos con el Villarreal introdujo ocho cambios y repitió jugada el pasado fin de semana frente al Granada (2-2).