Conocido es que Gaizka Garitano no es amante de las revoluciones. Ni siquiera de los cambios, por pequeños que sean, en un bloque estanco y hermético como al que ha dado forma durante su trayectoria como entrenador del Athletic, con un buen puñado de futbolistas intocables, unos pocos meritorios con oportunidades de ciento en viento y otro grupo de jugadores sin opciones de reivindicarse más allá de los entrenamientos. Ejemplos para citar hay en todos los sectores del campo, algunos sangrantes y de difícil comprensión, pues no resulta sencillo ver al técnico modificar la hoja de ruta marcada de antemano para salirse del guion y apostar por nuevas variantes. Ocurre con una línea defensiva que ha dejado de ser fiable, portería incluida, un centro del campo sin capacidad de mando y un ataque falto de mordiente y pegada.

Con el único delantero centro del equipo condenado al banquillo por ser precisamente eso, el único punta que asoma en la plantilla, el tráfico se hace cada vez más denso en el seno de un vestuario en el que son muchos los que buscan un hueco por donde asomar la cabeza. Las oportunidades, sin embargo, no son las mismas para todos. De ello puede dar fe, por delante de cualquier otro compañero, un desasistido Iñigo Córdoba, cuyas prestaciones fueron analizadas con lupa desde la banda la pasada temporada para apenas ser tomadas en cuenta en el primer trimestre de un curso en el que solo suma 64 minutos en las piernas. Los costados, no en vano, se reparten semana tras semana entre los mismos protagonistas con un rendimiento cuestionable en algunos casos, mientras las modificaciones resultan mínimas y carentes de continuidad en el tiempo. Iker Muniain, Raúl García, Iñaki Williams, Alex Berenguer y Jon Morcillo, al que menos cabe reprochar y más valorar por su rápida aclimatación a la élite, son los elegidos para jugarse entre sí las cuatro plazas de una parcela ofensiva en la que todos los citados han actuado por banda sin destacar en exceso.

Tanto es así que incluso Berenguer, fichado cual salvador previo desembolso de cerca de doce millones de euros, partió en Valladolid desde el banquillo sin que ello abriera una vía para otros extremos olvidados como Córdoba o Iñigo Vicente. Ninguno de los dos, de hecho, tuvo minutos durante el partido a pesar de que el desarrollo del envite obligaba a buscar una reacción distinta a la habitual a fin de obtener resultados diferentes. Con Ibai Gómez fuera de la lista al ultimar su proceso de recuperación, lo cierto es que la confianza de Garitano en los mencionados Córdoba, Iñigo Vicente e Ibai brilla por su ausencia, lo cual va en perjuicio del grupo al no exhibir los titulares habituales un rendimiento que acredite la jerarquía adquirida sobre el verde.

En un equipo en el que los lamentos por la falta de talento, desequilibrio y capacidad para armar buenos centros desde las bandas continúan siendo una constante en boca del propio Garitano, sorprende la existencia de roles tan marcados en la caseta, circunstancia que impide, entre otras cuestiones, que el otrora titular Córdoba muestre su estado actual de forma, así como que Iñigo Vicente tenga al menos la oportunidad de intentar dar continuidad al despegue iniciado en su cesión al Mirandés o Ibai, a quien se espera apto a la vuelta del parón, busque a base de partidos el nivel ofrecido en el Alavés.

números pobres

La realidad, por el contrario, es que ninguno de los tres tiene nada fácil disponer de minutos de calidad en una u otra ala, pues el pastel se lo reparten entre los de siempre, independientemente del momento de cada uno. Por ello se ha convertido en algo habitual ver caer a la banda derecha a Muniain, Raúl García y Williams, del mismo modo que Berenguer y Morcillo han intercambiado posiciones para tratar de desbordar con más dificultades que éxito por sendos costados. En el banquillo, o en la grada más bien dada la situación sanitaria actual, esperan mientras tanto su momento jugadores que ven cómo entre los cinco habituales de arriba, de los que uno acostumbra a partir como suplente, suman solo cuatro goles en ocho partidos.

En caso de reducirlo todo a los números firmados hasta la fecha por los dos extremos más utilizados por Garitano en el arranque del curso, la realidad es que entre ambos coleccionan un gol y una asistencia. Las bandas, así las cosas, asoman como otro foco de preocupación para el entrenador, quien ha reclamado en más de una ocasión aportación realizadora y determinación desde dichas demarcaciones, pero que ante el cuestionable rendimiento de los elegidos para transitar por ahí continúa sin agitar la coctelera.

Tras el parón liguero, contra el Betis, el técnico tendrá la enésima opción de decidir entre dar un giro o mantenerse fiel al orden establecido pese al tráfico que se acumula, entre otras posiciones, en las bandas, con todo tipo de movimientos y permutas sin visos de que entren en la rueda hombres hambrientos de minutos y oportunidades.