Después de un paréntesis de casi dos meses ha llegado el momento de que el Athletic se adentre en ese itinerario plagado de incertidumbres que debe desembocar en la reapertura de la competición. Hoy es el día señalado para que la plantilla inaugure la fase de entrenamientos individuales y lo hará al completo, puesto que todos los jugadores han pasado con éxito el control para la detección del coronavirus. LaLiga informó ayer al club del resultado de los test realizados el jueves. No ha habido ningún caso de positivo entre los 29 futbolistas analizados, de modo que tienen vía libre para ponerse a las órdenes del cuerpo técnico sin más dilación.

Salvado el primer escollo, comienza una ruta que los profesionales recorrerán a tientas porque así lo han decidido los estamentos que rigen el fútbol con el beneplácito de las autoridades. Dado el particular funcionamiento del bicho que, pese a su expansión planetaria, continúa siendo un gran desconocido para los expertos científicos, resulta imposible recuperar las actividades deportivas con garantías absolutas. Descartada hace tiempo la presencia de público en el espectáculo, los protocolos consensuados para el desempeño laboral de los jugadores de élite incluyen normas drásticas que velan por la salud de los protagonistas. El problema radica en que la propia naturaleza del fútbol cuestiona la validez de las medidas adoptadas relativas a higiene y distancia social, de ahí la previsión de test frecuentes a lo largo del proceso.

Las dudas y los consiguientes temores van de menos a más. En la fase de sesiones individuales que arranca hoy en Lezama acaso resulte relativamente sencillo evitar contagios, pero inevitablemente los riesgos tienden a multiplicarse según se incrementa la exigencia del trabajo y se accede a la fase que permite el agrupamiento de los futbolistas. Por no mencionar la dificultad objetiva que entraña asumir la dinámica propia de la competición, en los desplazamientos y en los cruces con rivales.

De hecho, aún está pendiente de formulación la respuesta a la eventual aparición de positivos con los campeonatos lanzados y no existe acuerdo en torno a las concentraciones de las plantillas, inconstitucionales en opinión de la AFE, sindicato mayoritario de los jugadores.

“Estaré feliz si el fútbol no se reanuda hasta septiembre. El fútbol solo puede ser posible si el contacto es posible nuevamente, tenemos que ser realistas”. Quien así se manifestaba dos semanas atrás es Michel D’Hooghe, Jefe Médico de la FIFA, al que está visto no han hecho demasiado caso. Los criterios mercantilistas se han impuesto a la prudencia y después de vencer las reticencias de los gobiernos, no de todos por cierto, quienes llevan las riendas del formidable negocio tratan de sortear en su coto los obstáculos que limitan el día a día de la población en su conjunto. Argumentan además que el regreso del fútbol servirá para elevar la alicaída moral de la sociedad.

Los jugadores no las tienen todas consigo y se han expresado en ese sentido, tampoco los médicos integrados en las estructuras del fútbol se sienten cómodos, pero el sector goza del amparo de las autoridades sanitarias. Para los críticos y los pusilánimes ya está Javier Tebas con su manual de ocurrencias. “Tiene más peligro ir a la farmacia que a entrenar”, fue su réplica a la nota que recogía las inquietudes del Eibar.

el otro peligro

El partido contra el coronavirus no es el único que juegan los futbolistas, abocados a digerir desde hoy una pretemporada atípica se mire como se mire. El período de puesta a punto programado, aparte de que no guarda parecido alguno con el método que suele desarrollarse cada verano, viene precedido de mes y medio de confinamiento domiciliario. Los especialistas prevén un elevado número de lesiones. La primera víctima lleva el nombre de Samuel Umtiti, aquejado de un problema muscular. “El futbolista va a estar sometido a unos niveles altos de estrés precompetitivos. Y el estrés puede ocasionar lesiones”, advierte Pol Lorente, preparador físico del Levante. Y luego, está la propia competición, que arrancará dentro de cinco semanas con un calendario infernal: un compromiso cada 72 horas, hasta un total de once.