bilbao - Sin duda, llega el partido de la temporada. Así lo acredita la expectación generada en la calle, que augura una de esas noches que permanecen en la memoria, con la caldera de San Mamés a pleno rendimiento. Desde que se conoció el sorteo brotó en el entorno del Athletic un inmoderado optimismo que contrasta con el aparente desdén que se respira en la órbita del Barcelona, donde estarían más pendientes de sus guerras intestinas. Un optimismo claramente inspirado en las ganas que por motivos obvios se le tienen al Barcelona, impasible verdugo de los rojiblancos en la Copa, y que se ha visto claramente alentado por el factor campo.

Existe unanimidad al señalar la condición de anfitrión como una ventaja importante o, si se prefiere, como una baza interesante que se puede explotar a fondo para contrarrestar el favoritismo que objetivamente siempre le corresponde al Barcelona. A ello hizo mención ayer Gaizka Garitano, pero aunque no lo hubiera hecho resulta imposible sustraerse a los numerosos antecedentes de este duelo en los últimos tiempos, todos cortados por idéntico patrón. En esta ocasión la pequeña gran diferencia estriba en que el asunto no se dirime a doble partido o en terreno neutral. Las probabilidades de éxito aumentan, no se sabe muy bien en qué proporción, pero permiten enfocar la ronda con mejor talante.

En el cartel del evento podría leerse que la fe reta al prestigio, o un enunciado por el estilo. La fe es sinónimo de deseo e ilusión, una corriente de energía en la que se implican los jugadores y el público; una fuerza que se espera fluya a borbotones y sirva para sobreponerse a adversidades y lastres, a Messi y al cansancio. El prestigio es la losa con que carga un campeón y a veces, solo a veces, pesa tanto que se hace insoportable y acaba por aplacar la calidad de las estrellas.

Ni Athletic ni Barcelona comparecen en un buen momento. Es más bien al revés. Por ello, aparte de lo que depare el juego, no costará explicar las causas de la derrota del que pierda. Dos meses sin ganar es un dato que habla por sí solo del estado de forma de los rojiblancos. La peor racha de resultados de la era Garitano se produce en una fase sobrecargada de encuentros. En algunos ha merecido más o ha competido con dignidad, una constatación que viene a confirmar los problemas que tiene para reflejarlo en el marcador: poca puntería y concesiones que antes no solía hacer.

Lo del Barcelona se antoja más complejo. A Quique Setién le miran con desconfianza, su librillo no emociona, las deficiencias en el juego siguen pendientes de corrección y se acusa la baja de Suárez. Cierto es que tampoco ha dispuesto de mucho tiempo, pero sucede que el despido de Ernesto Valverde es una herida que aún supura. La réplica pública de Messi a Eric Abidal, director deportivo, ha incendiado el club y en la capital catalana resuenan ecos de resignación de cara al partido de hoy. No obstante, el efecto de tanta convulsión sobre la hierba está por descubrir, no necesariamente ha de ser negativo. Lo dicho, su prestigio está en juego.

El Athletic intentará hurgar en el viciado ambiente que respiran los azulgranas con un cóctel que incluya máxima intensidad, paciencia y rigor defensivo. Entendiendo que el 0-0, de persistir, no molesta porque noventa minutos dan para mucho y con un gol vale. Aunque de entrada y en la medida de lo posible conviene intimidar, incomodar a un rival que baja lejos del Camp Nou. Garitano cuenta con Capa y Yuri, entre algodones estos días y vitales, quizás protegidos por el trío de centrales. Fórmula por estrenar en casa, con sentido dado el potencial del enemigo en la zona ancha. Villalibre y Aduriz son candidatos a quedar de inicio en la recámara, mientras que San José es la novedad en la lista y se suma a los 18 hombres del pasado fin de semana.