Bilbao - El derbi más desigual celebra una nueva edición en San Mamés y se juntan suficientes motivos para esperar que la tendencia no cambie. Los problemas que arrastra el Eibar convierten en una minucia el revés del Athletic en la pasada jornada y refuerzan la condición de favorito del conjunto de Gaizka Garitano. Por si el historial de este enfrentamiento no fuera clarificador por sí mismo, resulta que el conjunto guipuzcoano se presenta a la cita enfangado en una racha de cuatro derrotas y ha perdido a cinco titulares para confeccionar su alineación. Por el contrario, el Athletic recupera a Raúl García, ausente por sanción en el Villamarín, y vuelve al escenario donde acostumbra a ofrecer su mejor versión, según certifican los marcadores del último año.

Cuando el pronóstico se emperra en augurar con semejante evidencia un triunfo rojiblanco, automáticamente el entorno se pone en guardia. Y se supone que este acto reflejo se hace extensivo a los jugadores. Sería deseable al menos que no les pillase desprevenidos como ha ocurrido tantas veces, por ejemplo en el derbi de la temporada anterior con una Real Sociedad que vino en cuadro a Bilbao y ganó holgadamente con un par de penaltis marcados por Oyarzabal y un tercer tanto obra de Sangalli. El Eibar que comparece esta tarde tiene peor pinta que aquel remiendo dirigido por Asier Garitano y al margen de sus penurias arrastra la maldición que persigue a su entrenador.

Algo le pasa a José Luis Mendilibar con el Athletic. Aunque la ingrata experiencia que vivió en su banquillo quede muy lejana en el tiempo, son ya casi quince años de aquello, algún tipo de secuela o huella le dejó porque prácticamente cada uno de los enfrentamientos que posteriormente ha tenido con el Athletic se ha saldado de forma decepcionante para sus intereses. Esta contundente historia de desamor acreditada por los datos ha impedido al Eibar sacar tajada incluso en duelos donde lo ha merecido. Seguramente todo obedezca al caprichoso destino, pero da la sensación de que en esta oportunidad el conjunto armero afronta en La Catedral el más difícil todavía.

Quizá de ahí que ayer Mendilibar insistiese en subrayar el concepto de la solidaridad en sus filas a modo de tabla a la que aferrarse para tratar de compensar los lastres anímicos y de precariedad en la pizarra con que visitan al Athletic. Sin Ramis, Arbilla y Cote, tres fijos en la línea defensiva, además de Diop y Orellana, hay que hablar de un Eibar irreconocible, que acaso empuje al técnico a retocar el orden táctico habitual a fin de apuntalar una estructura que no está carburando ni en el área propia ni en la ajena. Los 28 goles recibidos reflejan una vulnerabilidad muy acusada.

En el seno del Athletic las sensaciones son muy distintas, casi opuestas podría afirmarse. El patinazo frente al Betis se ha valorado precisamente como eso, un borrón que en absoluto altera el nivel de confianza que mantiene al equipo en la parte alta de la clasificación. Así quiso transmitirlo Garitano, cuyo discurso previo al choque no dejó resquicio a nada que no sea la consecución de una nueva victoria. San Mamés ampara al equipo, potencia sus cualidades, y el retorno de Raúl García constituye un aliciente más para seguir cimentando la candidatura a plaza europea.

sancet Pese a que a lo largo de la semana se ha barajado la posibilidad de que entre Beñat, baja desde finales de octubre, en lugar de Sancet y Unai López adelante su posición, no resultaría raro que la alineación fuese clavada a la empleada en los exitosos cruces con Osasuna y Granada. Es cierto que Sancet ha dado síntomas de flojera, algo comprensible por su escaso bagaje en Primera, es el precio a abonar en la promoción de valores de la cantera. Pero alguien en pleno proceso de formación siempre agradecerá acumular minutos en casa.

Por otra parte, si en ocasiones precedentes el entrenador, que ha citado a 19 jugadores, se ha inclinado por tocar lo menos posible la estructura, tampoco ahora confluyen razones de peso para variar de política. Además, prescindir de un único jugador podría dejarle señalado y la culpa del fiasco del Villamarín es compartida. Fallaron casi todos, la mayoría estuvo por debajo de su nivel, que es lo que suele pasar cuando un bloque del tipo que ha construido Garitano sale escaldado de un partido. Lo mismo que en la victoria, el mérito descansa en la fuerza del grupo.