ATLÉTICO DE MADRID: Oblak; Trippier, Felipe, Hermoso, Lodi; Koke, Thomas, Saúl, Lemar (Min. 76, Vitolo); Correa (Min. 66, Herrera) y Morata (Min. 66, Diego Costa).

ATHLETIC: Unai Simón; Capa (Min. 79, De Marcos), Unai Núñez, Íñigo Martínez, Yuri; Muniaín, Dani García, Unai López, Córdoba (Min. 56, Ibai); Raúl García y Williams (Min. 66, Aduriz).

Goles: 1-0: Min. 27; Saúl. 2-0: Min. 65; Morata.

Árbitro: Hernández Hernández (C. Las Palmas). Amonestó al local Saúl (m. 42) y a los visitantes Raúl García (m. 71) y Unai Simón (m. 83).

Incidencias: Partido correspondiente a la décima jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio Wanda Metropolitano ante 59.211 espectadores.

Al Athletic no le bastó con competir de tú a tú durante la primera parte para sacar algo provechoso del Wanda Metropolitano. Para hacer daño de verdad al Atlético de Madrid, que tampoco está para echar cohetes pero de oficio va sobrado, es necesario perseverar hasta el final y a partir del descanso su rendimiento fue decayendo de manera imparable. La distancia que le separa de un conjunto de Champions creció con el correr del cronómetro y se tradujo en una derrota inapelable que mantiene al equipo de Gaizka Garitano estancado en el último mes. Con solo dos puntos de quince posibles, la situación adquiere un tono como mínimo preocupante.

El de anoche no es el estadio ideal para voltear una tendencia negativa, eso ya se sabía, pero ciertamente la puesta en escena del Athletic alimentó la esperanza, parecía que por fin se despojaba de las cadenas que a domicilio tanto le vulgarizan. Se percibió una actitud interesante desde que el árbitro hizo sonar su silbato, nada que ver con la imagen de anteriores desplazamientos, pero ni así evitó que Simón tuviese que recoger un balón de su portería. El problema fue que a la vuelta del descanso la historia fue otra, el Athletic dejó de ser incisivo y perdió la batalla física, facilitando la tarea a un Atlético que por si acaso zanjó la discusión con un segundo gol que no halló réplica.

Una hora, siendo generosos, estuvo el Athletic en pie, con opciones de puntuar, a partir de ahí le resultó imposible disimular su inferioridad. El gol de Morata cayó como una losa sobre la moral de un grupo que jugando a campo abierto acusa deficiencias, tanto en la creación como en la contención. Tampoco el Atlético mostró especial interés en hacer más sangre, aparte de que llevaba bastante tute en las piernas, no va con su estilo pragmático. En su caso, la ventaja de un gol equivale casi a certificar el triunfo, duplicarla es sinónimo de goleada.

De víspera subrayaba Garitano la obligación de marcar para aspirar a un resultado positivo y no cabe negar que el Athletic buscó con ahínco satisfacer al técnico. Más aún, se hizo acreedor al gol en varias acciones, las más nítidas frustradas por la agilidad de Oblak, que sacó sendos remates envenenados de Iñigo, en el arranque, y de Raúl García, cumplida la media hora y ya con el acierto de Saúl en el haber colchonero. No se rindió el Athletic, consciente de que sus argumentos ponían en aprietos a la zaga enemiga y antes del intermedio gozó Raúl García de un remate para establecer la igualada que Trippier desvió a córner.

El balón parado fue una baza que también funcionó ayer. El dato de los seis córneres por los tres del anfitrión que botó el Athletic en el primer acto es sintomático y explica la intranquilidad que se respiró en el Wanda. Pero no se renunció al premio por otras vías. Hubo varios centros al área que dieron mucho trabajo a la zaga local, gracias a que la pelota circuló bien desde las botas de Unai López y los laterales percutieron con asiduidad, no escatimaron sudor para dotar de profundidad a la iniciativa.

Claro que el Atlético no se limitó a defender y compensó su escasa fluidez con el escurridizo Correa, decisivo en ambos goles. Jugó Núñez en el lugar de Yeray y no tuvo mayores problemas para frenar a Morata, pero Correa le trajo por la calle de la amargura. Con el formidable partido que firmó Iñigo no alcanzó para blindar el área. Núñez y Simón lograron poner los pelos de punta con una serie de despistes y cálculos erróneos en la fase inicial que por fortuna no tuvieron consecuencias, si bien deslucieron una labor colectiva más que meritoria. Significativo fue que se renunciase al pelotazo en largo en el arranque del choque. En vez de buscar la disputa aérea de Raúl García, el Athletic se puso a tocarla y forzó un córner, el que Iñigo cabeceó imponente y Oblak frustró con las yemas de su mano derecha.

Si se trataba de una declaración de intenciones, mejor no pudo plasmarse. Y lo fue porque el equipo perseveró en las transiciones pacientes, no exentas de ritmo y el Atlético entendió que debía protegerse. Es lo que se denomina intimidación. Y por esos derroteros transcurrió el duelo, uno atacaba y el otro le tomaba el relevo, pero en ese intercambio daba la sensación de que el visitante se hallaba más cómodo. Simón siguió intercalando fallos gruesos, pero el gol de Sául nació en una pillería de Correa al que siguió un déficit de contundencia en el área y un toque involuntario de Iñigo, en su afán por repeler el tiro a la desesperada, que descolocó al portero.

sin energía El comienzo del segundo tiempo fue similar al del partido, pero pronto se notó que el Athletic ya no poseía la energía precisa para sostener el pulso. Los laterales no ganaban metros, Raúl García se difuminaba, Williams no olía una y Muniain enredaba sin más, muy lejos de la zona caliente. Sin embargo pudo empatar en la única aportación de Ibai, cuyo centro prolongó Williams para que el capitán volease en el segundo palo, sin fuerza al lateral de la red. Un minuto después, Morata empujaba un magnífico pase paralelo de Correa y fin de la función.

Simeone reforzó la zona ancha y la salida de Aduriz se reveló inútil: no tocó el balón y además nadie se dignó a poner un maldito centro. El Atlético, a ratos aculado en la frontal y de vez en cuando congelando el juego con pasecitos, se limitó a hurgar en la impotencia de un grupo con los recursos agotados, incapaz de discutir un desenlace que ahora le aboca a realizar un esfuerzo supremo el miércoles en San Mamés.