lA comparecencia del Athletic en el José Zorrilla guarda en los últimos tiempos su punto de motivación. Lo es para la masa social athleticzale, que se desplazará en un número cercano a los 2.000 pese a jugarse el partido a las 18.30 horas de un domingo. Los 150 minutos de distancia por carretera entre las dos ciudades no suponen apenas sacrificio y la capital vallisoletana, especialmente su hostelería, aplaude la presencia de tan importante cantidad de seguidores rojiblancos. Lo es también por los lazos que unen a las dos entidades, que han mantenido una relación muy cordial a la hora de acordar cesiones. No en vano, son varios los exleones que llegaron a vestir antaño la zamarra blanquivioleta como los casos de Genar Andrinua o Luis Prieto, o los más cercanos de Asier Villalibre y Markel Etxeberria, aunque este último no ha llegado a debutar con el primer equipo bilbaino. Y, lógicamente, el duelo es emotivo para Aritz Aduriz, Mikel Balenziaga y Yuri Berchiche, que defendieron al Valladolid en momentos claves de sus respectivas carreras, como lo fue también para Gaizka Garitano en el banquillo blanquivioleta, pese a que el derioztarra no llegara a triunfar. La huella de Pucela está marcada en sus historiales.

Aduriz regresa por sexta vez a la casa que abandonó 14 años atrás. El Athletic le reclamó en un momento de máxima necesidad y el donostiarra no podía dejar pasar el tren. Se había curtido lejos de Lezama en Segunda B, con el Burgos, y en Segunda, con el Valladolid, en el que anotó 22 goles en 52 partidos. Se reivindicó y la entidad bilbaina, presidida por Fernando Lamikiz, abonó medio millón de euros por consumar el regreso de un delantero que asombró en Pucela y que retornó a Bilbao con la misión de ayudar a un equipo que coqueteaba peligrosamente con la zona de descenso. Aduriz, que hizo un doblete como león en su primera vuelta a Pucela, dio el salto de calidad que buscaba, de ahí su querencia con un equipo clave en su trayectoria posterior.

Como lo fue también para Mikel Balenziaga, que recaló en Valladolid en el verano de 2011 como uno de los descartes de Marcelo Bielsa. El lateral cumplió dos brillantes campañas a las órdenes de Miroslav Djukic, que le reinventó como jugador. Balenziaga compareció en el equipo blanquivioleta en 75 encuentros, lo que supuso casi el pleno, tanto en Segunda como en Primera División, lo que le valió para que Ernesto Valverde, el recambio de Bielsa, no dudara en repescarlo, en una operación por la que el Athletic también tuvo que pasar por caja.

El caso de Berchiche es bien diferente. El de Zumarraga salió de Lezama en edad juvenil en 2007 por culpa de ciertos episodios indisciplinarios. Probó en el Tottenham para jugar en su equipo de reservas y después militó como cedido en el Cheltenham Town, de la League One inglesa, pero la experiencia no le satisfizo. El Valladolid le recuperó para su filial en Tercera en la campaña 2009-10 y llegó a jugar tres partidos con el primer equipo a las órdenes entonces de José Luis Mendilibar. Berchiche inició un nuevo camino en Valladolid que le impulsó después hacia la élite.

Garitano, en cambio, no disfrutó en el arranque de la campaña 2015-16 en el banquillo del Valladolid, en el que asumió la presión de luchar por el ascenso y en el que solo ejerció durante diez partidos en la categoría de plata después de cerrar su exitosa etapa en el Eibar. El derioztarra, que tuvo a Kepa Arrizabalaga como su portero, solo ganó dos partidos, empató tres y perdió cinco, por lo que fue destituido tras la derrota de su equipo en Palamós frente al Llagostera. Mañana regresa a Pucela, donde podría empujar a su exequipo a Segunda.