SI esto es el fútbol, la próxima vez me quedo en casa. ¡Qué decepción! “El peor partido en mucho tiempo”, comentaban dos aficionados a la salida del campo. Y me tiene que tocar a mí. Hay que decir que la cosa no empezó mal, pese al calor. Solo ver las gradas abarrotadas, para el que no está acostumbrado a ir a San Mamés, impresiona. 40.000 personas son muchas personas. Últimamente en Bilbao solo juntan tanta gente los pensionistas. El Athletic empezó bien y así lo reconocía la afición. Ánimos, aplausos y algún cántico de los que nos suenan a todos, aunque no seamos muy futboleros. El drama llegaría una hora más tarde. Tres golazos del Villarreal aguaron la fiesta.

San Mamés era a las ocho de la tarde una sauna, aunque la temperatura se fue escapando poco a poco. El primer detalle bonito que no pasó desapercibido para la afición lucía en el marcador. Un círculo morado recordaba a las víctimas de la violencia machista, una iniciativa muy aplaudida en las gradas.

Los minutos van pasando y uno intenta localizar a los pocos jugadores que conoce: Williams, Raúl García y Beñat. Aduriz, otro clásico, debe de estar lesionado. A partir de ahí, lo mejor es guiarse por lo que comenta el que está sentado al lado. San Mamés está lleno de expertos, aunque a veces surgen dudas con los últimos fichajes. “¿Berchiche? ¿Qué apellido es ese? ¿Se escribe con tx o con che?”, preguntaba uno. Su colega le respondió algo así como que, aunque él es de Zarautz, su padre es de origen marroquí -según wikipedia, argelino-.

Las jugadas por la izquierda del lateral arrancaron varias ovaciones y nos levantaron un par de veces del asiento. Parece que a la afición le gusta Yuri. El Athletic parecía mejor, pero poco a poco el partido se fue apagando y los cánticos del inicio perdieron fuerza. Varios niños correteaban nerviosos por las escaleras de la grada y pedían gominolas a ama. Era el mejor indicativo de que emoción, lo que se dice emoción, había más bien poca.

la hora del bar Llegó la hora del bar, con b, y del bocata. Incluso alguno sacó la cena varios minutos antes del descanso, que había mucha hambre y pocas jugadas de gol. Tras reponer fuerzas, la pelota volvió a echar a rodar y regresaron los ánimos y los aplausos. Parecía que el ambiente se volvía a calentar, pero al rato el Villarreal pegó el zarpazo. ¡Vaya golazo! Se hizo el silencio. Un silencio de esos que impresiona. Tanta gente junta y no se oía ni un alma.

Eso sí, no hubo reproches a nuestro portero, Unai Simón, que en la primera parte nos había salvado. Solo resignación ante ese disparo de 30 metros. Un auténtico golazo, reconocía la afición rojiblanca. Un gol, eso sí, que los jugadores amarillos celebraron ellos solos porque en la esquina de la grada destinada a acoger a la afición visitante no había nadie. Solo un par de trabajadoras sanitarias, a las que se les presuponen sentimientos rojiblancos, rodeadas de asientos vacíos en todo el córner. Menos mal que no tuvieron que hacer la ola.

En el resto del campo había confianza en lograr la remontada. Quedaba tiempo para cantar gol. Ese gol que nos pusiera a todos en pie e hiciera rugir San Mamés como en las mejores ocasiones.

Pero San Mamés no rugió. A falta de diez minutos para el final y cuando empezaba a cundir la desesperación entre los athleticzales el Villarreal metió otro. Con suspense, porque el árbitro pidió la asistencia del VAR, con v, después de que todo el campo se pusiera en pie dibujando un cuadrado en el aire con los dedos. “¿Para qué está el VAR?”, protestaban los aficionados. Dicho así, claro, al que está poco rodado en el ambiente futbolero se le ocurren muchas respuestas.

Pero el VAR dijo que era gol legal, que el Villarreal se escapaba 0-2 y que el partido estaba casi terminado. Agur, decían unos. Gabon, decían otros. Todos desfilando para abajo, que mañana hay que trabajar. Los que nos quedamos a ver un milagro, vimos el tercero del Villarreal. Esto no puede ser...