Carlos Gurpegi: “El Athletic ha marcado mi vida”
Con quince temporadas y 393 partidos oficiales como león a sus espaldas, Carlos Gurpegi puso el punto final a su carrera como futbolista el 14 de mayo de 2016. Se despidió en San Mamés, con una afición rendida a sus pies y dejando una huella imborrable
Bilbao - Luchador por naturaleza, Gurpegi (Andosilla, 19-VIII-1980) abre su corazón a DEIA para ahondar en su pasado, presente y futuro tras colgar las botas hace apenas siete meses, por lo que aún mantiene aroma a futbolista. El excapitán, miembro ahora del cuerpo técnico de Valverde, admite que fue como mediocentro como más disfrutó, que siempre buscó el bien del Athletic y que si no se hubiera sido futbolista “seguramente habría acabado trabajando en el pueblo con mi padre, que es agricultor”.
En nombre de DEIA, zorionak por este premio y, por ende, por la trayectoria que lo ha hecho posible.
-Muchas gracias. Estoy muy contento y orgulloso de haber tenido una carrera como la que he tenido y de cómo he superado muchos obstáculos para llegar hasta aquí.
Pasan algo más de siete meses desde que se retiró. ¿Fue duro mentalizarse de que el sueño se acababa?
-Llevaba desde los cinco o seis años formando parte de un vestuario, por lo que pensar que iba a dejar de ser partícipe de un equipo sí se hizo duro. Afortunadamente, Ernesto y el club me llamaron para proponerme que siguiera con ellos y ha sido una manera muy dulce de dejarlo, porque sigo en el día a día con el equipo, aunque no sea lo mismo al no viajar, ni jugar.
¿Cómo lleva su nuevo papel como técnico asistente?
-Bien, ahora me toca ver los toros desde la barrera y estoy aprendiendo mientras disfruto de esta oportunidad, intentando poner mi pequeñísimo granito de arena. Todos los jugadores me conocen además y saben cómo soy, así que en ese aspecto tampoco hay problema. Estoy encantado de estar cerca de ellos y espero que puedan decir lo mismo (risas).
Dicen quienes se retiran que nunca se deja de ser futbolista. ¿Es cierto?
-Sí, estoy de acuerdo. Es muy complicado no pensar como lo has hecho durante toda tu vida, aunque siempre llega ese momento en el que hay que echarse a un lado y empezar una nueva etapa. El alma de futbolista no se pierde, pero no es sencillo aun así, porque ya no llevas una disciplina diaria ni puedes jugar partidos.
¿Qué es lo primero que le viene a la mente si echa la vista atrás?
-Tengo la sensación de que todo ha ido muy rápido desde que debuté en 2002, aunque haya vivido momentos muy buenos y muy malos. Ha pasado poco tiempo desde que me retiré y aún no me he parado a analizar las cosas que me hubiera gustado hacer de otra forma y las cosas buenas que hice. Cuando tenga que separarme un poco más del primer equipo será cuando lo vea desde otra perspectiva.
Se ha convertido en un referente para muchos por méritos propios.
-Siempre he dicho que si hay una persona que saca algo bueno de lo que he hecho o transmitido, para mí ya supone un motivo de orgullo.
¿Qué significa defender el escudo del Athletic durante 15 temporadas?
-Ha sido mi vida, el Athletic me la ha marcado, porque llegué con 18 años y tengo ahora 36, por lo que la mitad de mi vida la he pasado viniendo a Lezama cada día. Lo piensas y realmente es muy difícil mantenerte ahí tantos años. Es algo muy bonito y te alegra cuando reparas en ello.
Haciendo memoria, ¿diría que el momento más triste en lo colectivo fue la derrota sufrida en la final de la Europa League en mayo de 2012?
-Sí, uno de los más complicados, seguro. Tanto por la trayectoria del equipo durante ese año como, sobre todo, por cómo se desarrolló el partido, porque no tuvimos opciones de ganar y supuso una gran decepción para todos. El equipo estuvo quizás demasiado responsabilizado y nos pudo un poco esa responsabilidad.
Fue sobre la bocina, pero al final le dio tiempo a levantar un título como capitán. ¿Llegó a llorar de alegría?
-Sí, por supuesto. Cuando Aritz hizo el 1-1 en el Camp Nou nos dimos cuenta de que éramos campeones y de que por fin hacíamos realidad un sueño que teníamos todos los jugadores, cuerpo técnico, médicos, físios y, sobre todo, el pueblo y la afición que siempre nos ha arropado. Fue una pasada.
Las emociones también estuvieron a flor de piel el 14 de mayo de 2016. No hace falta recordar el motivo.
-No (risas). Fue el día que me despedí como futbolista y fue increíble, es difícil despedirse de una forma más bonita. El año anterior lo había hecho Iraola. Tanto él como yo hemos sido muy afortunados por irnos del Athletic de ese modo y por haber sentido el cariño de tanta gente.
¿Con qué soñaba cuando era niño?
-Con ser futbolista. Jugaba con mi hermano, que es dos años y medio mayor que yo, con mis amigos del colegio y no sé la cantidad de balones que he tenido. Siempre fue un sueño, aunque lo veía muy lejano.
¿A qué se habría dedicado si no hubiera salido bien la apuesta?
-Es difícil, porque era muy mal estudiante. Pero malo, malo, así que quizás hubiera estado en el pueblo con mi aita, porque es agricultor. Es probable que hubiera acabado con él.
Al final no le hizo falta. Debutó en marzo de 2002 como media punta. Después bajó al centro del campo y, por último, central. ¿En qué posición se ha sentido más cómodo?
-De mediocentro. Siempre me ha encantado porque es una posición muy dinámica y he sido un jugador al que le gustaba correr, ir al ataque y defender, abarcando campo. Ser central es mucha responsabilidad, si tienes un fallo te cuesta un gol.
Todos los técnicos dejan huella, pero ¿quién es el que más le marcó?
-Heynckes me hizo debutar, he mantenido relación con él durante años y guardo buen recuerdo, pero el más importante ha sido Ernesto, es con el que más años he estado y creo que con el que mejor he jugado. Afortunadamente, me he llevado bien con muchos técnicos y Bielsa, por ejemplo, ha sido un entrenador distinto a lo que he tenido durante mi carrera.
Las numerosas lesiones que sufrió le frenaron más de la cuenta, pero nunca lograron tumbarle.
-No. La que más me marcó fue la que sufrí en 2014. Se me desprendió un trozo de cartílago y estuve diez semanas con muletas, con 32 años ya. Quise forzar para la previa de la Champions y me pasó factura. Después me costaba más muscular la pierna.
Tampoco le tumbó la sanción de dos años tras ser acusado de dopaje.
-Ese ha sido el episodio más difícil de asumir en mi carrera y el más traumático, porque no entendía nada. No sabía cómo podía haber dado positivo cuando conscientemente nunca había tomado nada para mejorar mi rendimiento. Además, si algo era yo, era fuerte físicamente, por lo que fue muy duro para mí y para mi familia, que ha sufrido muchísimo con ese tema. Quienes me conocen saben que es impensable que hiciera algo así.
Sufrió insultos en muchos campos. ¿Llegó a pensar en marcharse con un partido en juego?
-Sí, muchas veces, pero nunca lo hice por mí, por los compañeros y por el club. Lo mejor era hacer como que no oía y tirar para delante.
¿Qué le ha enseñado el fútbol?
-El Athletic me ha enseñado a ser mejor persona, a valorar mejor todas las cosas y a tener respeto hacia los demás, muy importante en la vida.
¿Se ve como técnico en un futuro?
-Es una posibilidad. No he hecho otra cosa en mi vida que jugar al fútbol y Pablo Orbaiz me lo decía hace semanas, que esto es lo que hemos estudiado. Ahora mismo no podría decirle que voy a ser entrenador, porque serlo es complicado, pero es una opción.
Deje huella para acabar. ¿Cuál sería su once ideal del Athletic con los compañeros con los que ha jugado?
-Vamos a ello. Iraizoz; Iraola, Alkorta, Laporte, Del Horno/Balenziaga; Orbaiz, Yeste, Joseba Etxeberria, Ezquerro, Muniain/Julen Guerrero y Aduriz. Un once ofensivo (risas).
Imaginaba que no se iba a incluir.
-Lo he pensado como central derecho, pero no. Seguro que me dejo a alguien. Espero que me perdonen.