aIñaki Williams todo le ha ido muy rápido en un abrir y cerrar de ojos. Es la ley del fútbol. Quizá hayan sido sus 72 horas más trepidantes en sus 20 años de vida. El pasado jueves se ejercitó por la mañana con el primer equipo. Lo entendió como un premio. No en vano, es el pichichi del Bilbao Athletic y una de las joyas de Lezama. Ese mismo día, le dieron un pase para que eligiera a dos personas que presenciaran en directo en San Mamés el Athletic-Córdoba.

Es el detalle que se tiene cuando un canterano entrena por primera vez con los leones. Se lo entregó a su madre, María; “Ama, toma el pase, que igual juego”. Lo dijo más con el corazón que con la cabeza. Con ironía, vamos. Ni se imaginaba lo que iba a suceder en ese mismo partido. La mañana del viernes ejecutó el ritual de casi todos los días de la semana. Se levantó, se aseó, desayunó y se desplazó a Lezama, dispuesto a completar el entrenamiento con el filial, ajeno a lo que le comunicarían a los pocos minutos de llegar, después de calzarse la ropa de entrenamiento y atarse las botas. “Willy, no te aceleres. Esta tarde vuelves a entrenar con el primer equipo”. Iñaki asomó un gesto de sorpresa, el habitual cuando se anuncia algo inesperado. Se ejercitó con los mayores y el sueño se alargó cuando su nombre apareció entre los 18 convocados para el duelo frente al Córdoba. “Ama, que estoy convocado”, llamó a casa con tono emocionado. María lloró de satisfacción. Se cumplía un deseo, ir a San Mamés con la posibilidad cada más real de ver jugar a su hijo mayor en el mismísimo Athletic

Iñaki no solo jugó, sino que lo hizo de titular. María, su ama, y Nico, su hermano pequeño que además milita en el segundo infantil del Athletic, fueron testigos en primera fila en La Catedral de su debut como león. Faltó la guinda. Es decir, que el conjunto rojiblanco hubiera ganado y no perdido como sucedió. Y, claro, que el chico hubiera marcado. No importó. El momento había que celebrarlo. La familia lo hizo. En la intimidad. Con una cena sin más glamour del diario, pero con una sonrisa de oreja a oreja. “El chaval tiene la cabeza muy amueblada. Se sabe humilde, como su familia. Las han pasado canutas hasta llegar a Bilbao. Sabe que lo de ayer (por el sábado) fue el primer paso. Nadie le ha regalado nada. Se lo ha ganado a pulso y es consciente de que le queda mucho aún para consolidarse en el Athletic, que es su deseo”, desvela Félix Tainta, su agente, asesor y amigo íntimo de la familia.

La de Iñaki y su familia es una historia de superación. Sus padres, liberianos, abandonaron su país para ganarse las habichuelas en Ghana, donde tampoco les fue como esperaban. Emigraron a Euskadi, a Bilbao, en busca de una vida más amable, como miles de africanos que se la juegan para entrar en Europa. En la capital vizcaina nació Iñaki. Sus progenitores se mudaron a la Ribera navarra para trabajar en el campo como temporeros, cuestión de supervivencia. Su padre se fue después a Inglaterra en busca de un nuevo trabajo. María, la ama, encontró trabajo en un supermercado de Eroski en Iruñea. A Iñaki le dio por el fútbol, como casi todos los niños de ocho años.

ambicioso y solidario El mayor de los Williams empezó a destacar y lo reclutó el Club Natación, donde dio sus primeras patadas serias. “Con 13 años era ya todo un portento”, dicen en la capital navarra. Javier Aristu, del CD Pamplona, lo descubrió y, como club convenido, se lo hizo saber a los técnicos del Athletic en Nafarroa. Le siguieron la pista durante cuatro partidos. El CD Pamplona lo fichó en su primer año de cadete y al curso siguiente el Athletic lo fidelizó. La maquinaria se había activado. Iñaki viajó muchos días a Lezama, con 15 años de edad, para familiarizarse con el modelo Athletic. Jugó dos temporadas más en su club nodriza en División de Honor juvenil, hasta que en la factoría rojiblanca dieron el paso de reclutarle en el verano de 2012.

Una sola campaña en el equipo de Gontzal Suances, donde le apodaron Balotelli por su parecido físico con el hoy jugador del Liverpool, sirvió para disfrutar de su poderío. 31 goles en tantos partidos de la máxima competición juvenil, incluidos otros cuatro en Copa, donde no pudo evitar la derrota en la finalísima de Vera frente al Real Madrid. Iñaki asomó como un diamante en bruto. En estos dos años y pico en Lezama le han pulido: “Se asocia mucho mejor, protege más el balón y va más al espacio, además de que mantiene ese punto de velocidad bestial. Su mejoría en Lezama ha sido tremenda”, describe uno de los técnicos que le ha tenido a su cargo.

Una progresión que ha rentabilizado en el Bilbao Athletic y que le ha llevado a debutar en el primer equipo. Un momento que, además, ya manejaba el club, que revisó hace meses su nueva situación contractual, con una relación hasta el 30 de junio de 2017 y con una cláusula de seis millones de euros a la espera de que se gane su condición de jugador del Athletic a todos los efectos. Su ama, mientras, lloró el sábado en San Mamés. Lo mismo que Nico, el pequeño de la casa, que también quiere seguir los pasos de su hermano. “Pinta tiene para ello”, avisan técnicos de Lezama. Pero su caso es a largo plazo. El de Williams ya es una realidad.