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Rebelión en la verbena: una potra y ovejas

El ‘hit’ de Aaiún lo peta y hay pueblos en los que pasa un rebaño por delante del escenario o tocan junto al tanatorio

Rebelión en la verbena: una potra y ovejasMarkel Fernández

Nota “las vibraciones” del público bilbaino cuando tocan una de Fito o ACDC -“les va el rock and roll”-, pero si se le pregunta con qué canción se vienen arriba del todo... “Lamento decirte que con la misma que en todos los sitios, Potra Salvaje, de Aaiún, que es una auténtica revolución”. Debe ser una Revolución en la granja porque, según cuenta, en algunos pueblos el rebaño de ovejas pasa religiosamente a su hora por delante del escenario y en otros este está situado, por ejemplo, junto al tanatorio. “La verbena sigue y la familia está velando el cadáver ahí al lado. En la plaza acontece todo, lo bueno y lo malo”, resume David Granados, técnico de sonido de la Orquesta La Fania, que actuó ayer, por segundo día estas fiestas, en la Plaza Circular, donde disfrutó “gente de todas las edades” con un repertorio de “pasodobles, rancheras, remix del verano...”.

Tras sus 25 años recorriendo la península, David se muestra “sorprendido” por “cómo aplaude y se entusiasma” el público de Bilbao. “Es difícil hoy en día ver algo así con una orquesta en otra parte de España. Entiendo que es porque valoran el trabajo que supone hacer un espectáculo así. Pienso que es cuestión de inteligencia”, deduce y lamenta que “en otros sitios la gente joven esté esperando a que termine la orquesta para que empiece la disco móvil o el DJ”. Sin embargo, en Aste Nagusia, subraya, “la gente disfruta de la música en directo, que se está perdiendo un poco porque la que consumen los jóvenes es todo un sintetizador” y “no ven necesario que haya músicos ejecutando unos instrumentos en acústico”.

Houston, falla el pinganillo Si este zaragozano de 44 años arrebatara un día a los cantantes el micrófono, flanqueado por esos altavoces de 50.000 vatios que proyectarían su voz “en un kilómetro a la redonda”, pediría que “no se perdiera el respeto al artista ni a la música porque es fundamental para el ser humano”. Algunos, por no respetar, no respetan ni las líneas rojas y tratan de subir al escenario “para tener sus diez segundos de gloria”. Algún espontáneo ya se les ha colado. “Si es gracioso, le dejas bailar e intentas capear la situación con mano izquierda: ¿Te lo has pasado bien? Pues, venga, vamos para abajo”, les convence. La cosa no ha ido a mayores y si ha ido, ha caído del cielo. “Para susto, una tormenta que empezó de golpe en Salou. Tuvimos que parar y en apenas dos minutos bajar los puentes y atarlos, porque no estaba garantizada nuestra seguridad ni la del público”, relata.

Aunque “es buena noticia que el técnico de sonido pase desapercibido, porque eso significa que todo ha ido bien”, a David le gustaría que los espectadores reconocieran su trabajo. “Si no, tenemos la sensación de que no formamos parte de la orquesta y somos uno más, como el primero”, reivindica. De hecho, si a los artistas les falla el pinganillo, Houston, tenemos un problema. “En el escenario se escuchan un montón de sonidos de instrumentos inconexos. Si pierden la mezcla que les sirve de referencia, están vendidos”. En ese caso, “las miradas y lo que no son las miradas” se clavan en él. “No te quepa la menor duda, pero hacemos lo posible para que haya un plan B”, explica David, que emplea tres horas en el montaje del sonido y en los pueblos tiene que lidiar con “cuadros eléctricos que no tienen la potencia suficiente o escenarios que no están en condiciones”.

Aunque no es “bailón”, a David le gusta “toda la música, mientras esté ejecutada por músicos”, matiza, “desde jotas hasta canciones modernas”. Al reguetón lo respeta “como entretenimiento”. Convencido de que “adaptar un espectáculo que verías en televisión a cualquier rinconcito de cualquier pueblo es magia”, reconoce que las verbenas han perdido las propiedades celestinas que tenían cuando no había apps para ligar. “Ya no es necesario ir a la verbena para tener un encuentro, pero está muy arraigado bailar en la plaza del pueblo. Es una evolución 3.0, no es la charanga tocando en una esquina, pero en el fondo hablamos de lo mismo”, dice. Además de teatro y misas, David ha “sonorizado” mítines. “Los de protocolo de los partidos te intentan llevar a su redil. Se aseguran de que no grabes nada por si el micro está cerrado y tú lo tienes abierto”, cuenta. Podría dinamitar la campaña y ¿adivinan quién sería el culpable?·