Y ya está. Ya han pasado los nueve días de fiesta que, después de haber vivido la Aste Nagusia anterior en Cruces tras haber dado a luz, con tantísimas ganas habíamos esperado. Este año ha sido la más especial de todas porque hemos descubierto una Aste Nagusia totalmente diferente a las anteriores junto a Martina y, además, hemos aprendido mucho de cómo vivirlas con niños, para disfrutar al máximo de las próximas, en las que esperemos el tiempo acompañe más que en estas. Y es que el calor que ha hecho durante parte de esta gran semana, llegando a superar los 40 grados, ha afectado no solo durante el día, sino también durante la noche, complicando el descanso y la recarga de pilas de los más pequeños. Menos mal que la lluvia de los últimos días ha ayudado a la hora de dormir aunque ha impedido que disfrutemos al máximo el final de las fiestas.  

Aunque hemos ido a las barracas, al txikigune, hemos visto los fuegos y hemos participado, o al menos intentado, en algunas de las actividades organizadas por Bilboko Konpartsak, nos han quedado todavía muchas en el tintero, como los teatros de calle o el toro de fuego. Además, a medida que Martina vaya creciendo, cada vez habrá más oferta para ella, ya que para bebés de un año, la verdad, que no hay demasiado. Tampoco ellos disfrutan con mucho más aparte de la música, que ha sido clave en los diferentes planes que hemos realizado estos nueve días. Sin embargo, hay que destacar que disfrutar de Aste Nagusia con niños muy pequeños es posible y que además, los espacios están bien organizados para poder hacerlo. 

Pasar la tarde o la mañana en el txikigune es un acierto por lo bien organizado que está, con cambiador para bebés y con tronas y microondas para calentar las comidas. Pero no es el único lugar que está bien dispuesto para los más txikis, ya que en el recinto de txosnas también hay cambiador y en nuestro caso, incluso hemos comido allí después de que los y las comparseras nos calentasen el puré de Martina. Y es que en El Arenal es donde más tiempo hemos pasado bailando y disfrutando de la música. Sin embargo, hemos tenido que controlar mucho las horas, ya que cuando el recinto empieza a llenarse de gente, pasar con la sillita del bebé es muy complicado. 

En lo que a la noche respecta, hemos encontrado más limitaciones ya que los horarios a los que estábamos acostumbrados en Aste Nagusia se han invertido. Los fuegos han sido cada día la última parada antes de volver a casa para descansar. Durante el día hemos madrugado para poder disfrutar de los gigantes y cabezudos y acompañarles en el pasacalles, algo que, indudablemente, volveremos a hacer en los próximos años. El txikigune también se ha convertido en una de las zonas que visitaremos en el futuro y, de la programación de las comparsas, se nos han quedado un centenar de cosas por hacer con Martina debido a su edad.  

Sin embargo, diversión no ha faltado, ya que Martina ha disfrutado como nunca de Bilbao. En cada rincón ha encontrado algo con lo que entretenerse y ha descubierto sensaciones y emociones completamente nuevas para ella. Ha sido, sin duda, un verdadero placer para ella conocer a Marijaia. Y es que Aste Nagusia es más que una fiesta, son nueve días en los que se conecta con un Bilbao que no descansa y que es para todos donde tiene hueco el disfrute en solitario, con amigos, en pareja y, por supuesto, en familia.