A escasos meses de reventar el Bizkaia Arena de Miribilla tras varios retrasos por la pandemia, Gatibu reincidió en Aste Nagusia, en Ibandoibarra, y cautivó a unos 9.000 jóvenes y familiares fans con una tormenta eléctrica, distópica y tropical liderada por éxitos como Aske maitte, Euritan dantzan, Pailazo o Urepel, algunos de ellos reforzados con calientes percusiones y un trío de metales de ecos caribeños y funk, en plan súper banda mestiza.

Justo un lustro después de arrollar junto al Guggenheim en fiestas de Bilbo, Gatibu volvió al lugar del crimen... y montó otra verbena disco rock funk marcada por el baile, el sudor y los saltos. En el ecuador de Aste Nagusia, el ahora trío vizcaino, liderado por la voz y la chulería simpática de un inquieto y participativo Alex Sardui, logró concitar el concierto más mayoritario hasta el momento. Petaron la explanada del Guggenheim hasta acercarse a la ría con fans jóvenes y entregados, algunos txikis acompañados de sus progenitores.

Apenas Alex Sardui –moreno, delgadísimo y fibroso– cantó “salmenta txarra egin zendun....”, del inicial Igelak, y se produjo una deflagración nerviosa bajo el escenario que se incrementó con el clásico Bang bang txik txiki bang bang. Hay que confiar sobremanera en un repertorio para subir la temperatura emocional con tal himno apenas a los 5 minutos de concierto. Como les sobran hits, al ahora trío, reforzado con guitarra, bajo, un percusionista adicional y una sección de metales, le salió bien la apuesta.

Haimar Arejita, con su sempiterno sombrero y sus guitarras, el batería Gaizka Salazar y Alex ofrecieron lo que se espera de ellos y buscan sus fans: casi dos horas de diversión a ritmo de rock, funk, compromiso euskaldun, hedonismo, baile y un montón de clásicos con los que su fans han ido creciendo y sumando fiestas y experiencias personales regadas con besos y kalimotxo. Sin sorpresa alguna a excepción del formato ampliado, pero ofrecidos con convencimiento, profesionalidad no exenta de entrega y un sonido contundente

Verbena ecléctica

La noche sirvió para presentar su último EP, EH Distopikala, colorista, bailable y ecléctico en ritmos calientes, africanos y caribeños, tanto como las camisas de los músicos, que parecían haber bajado de un crucero por mares calientes. La percusión adicional y el trío de metales contribuyeron a empujar el aliento mestizo y cálido de temas nuevos como el que titula el álbum, un Danok dekogu interpretado entre un mar de brazos al aire y el imparable single Ezin disimulatu. Y aunque hubo algunas curiosidades, como Musturrek sartunde, la historia de un calentón que acaba en huida y sonó entre una lluvia de confeti, fueron sus himnos los que convirtieron Abandoibarra en verbena rockera.

El grupo, con un eficiente Ekain Alzola al bajo, logró la conexión buscada con los botes del aún reciente Salto!; el rock pesado del emotivo Lorak eskeintzen, que Alex dedicó a los amigos mirando al cielo; el imparable y libertario Bixotza suten, un corte de mangas a las prohibiciones con guitarras y solos casi hard rock; el inevitable y sensible Urepel; el obligado y sudoroso Euritan dantzan, con solo de saxo, bailes desatados, efectos wah wah, neskas a los hombros e ikurriñas al viento; el himno de estadio Zeu zeu zeu o Aske maitte.

Alex, con sus bailes robóticos más dosificados de lo habitual y en ocasiones chulito, con la mano a la cadera a lo Tony Manero, condujo con éxito la fiesta caribeña, rockera y funk –bailable y sudorosa siempre– en un bis desenfrenado en el que sonaron Gora kopak!, Loretxoa y, en el agur, Gabak zerueri begire, con los fans tan extasiados con sus “eoh eoh eoh” como desesperados ante el fin de fiesta. Cautivos y entregados entre riffs rockeros y ritmos funk.