Bruno J. Ballesteros es una autoridad en el campo de la hidrogeología en España. Con más de 35 años en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), donde empezó a trabajar en 1989, y una licenciatura en Geología por la Universidad de Granada (1978), Ballesteros ha dedicado su vida a estudiar el comportamiento del agua y de fenómenos naturales que, como la DANA que recientemente ha azotado Valencia, suponen una amenaza cada vez más presente.

Ballesteros analiza en profundidad el impacto de estos fenómenos extremos y advierte sobre cómo podrían afectar a Euskal Herria y al conjunto del Estado. También habla sobre los efectos de la sequía y el papel del cambio climático en la intensificación de estos desafíos.

¿Cómo valora lo sucedido en Valencia?

Precipitaciones como las de Valencia, de más de 500 litros por metro cuadrado, son muy excepcionales y son, por decirlo de alguna manera, inabordables.

¿Son cada vez más frecuentes este tipo de fenómenos?

Tenemos poca memoria. El ser humano es un ser amnésico por naturaleza, porque si echamos la vista atrás, ha habido sucesos similares. Miremos en la cuenca del Segura, por ejemplo, que es uno de los sitios donde más se han dado estos procesos; hay información referente a riadas históricas y si uno lo ve, se observa que prácticamente cada dos o tres años ha habido una riada relevante. La última de mayor intensidad fue en 2019, en la zona de Orihuela; no resultó tan catastrófica como esta, pero fue realmente importante.

No estamos hablando entonces de fenómenos nuevos.

Para nada. Estos fenómenos no son tan extraños como parece; ya ha habido en otras épocas y en otros momentos este tipo de desbordamientos y de inundaciones. Lo que pasa es que tendemos a olvidar los sucesos negativos. Circula por Whatsapp la foto de un documento de 1775, curiosamente en la misma zona de Chiva donde se ha dado esta inundación, en el que se describe un suceso similar, con muertos, con casas destruidas y por lo que he visto, podría ser muy parecido a la situación actual.

¿Es posible prever con precisión el impacto de una tormenta en zonas concretas como la ocurrida en Valencia?

La meteorología es una ciencia que ha avanzado muchísimo, sobre todo en los últimos años con los sistemas informáticos, aprovechando la computación y todo eso, pero realmente a ese nivel de precisión es difícil, no es fáci. Pero insisto, se ha avanzado mucho. En el caso concreto de la Rambla del Poyo, podría haber sucedido tranquilamente que en vez de caer justo en la cabecera, si se hubiera desplazado esa masa nubosa unos pocos kilómetros hacia el norte o hacia el sur, hubiera caído en otra cuenca y no hubiera sucedido nada.

¿A qué se debe que haya habido tal cantidad de fallecidos y desaparecidos?

Hay un hecho que incrementó los efectos y el número de víctimas, y es que, sorprendentemente, en los pueblos donde tuvo más efecto la riada, en Paiporta y aledaños, prácticamente no llovió. Aunque tengas un aviso, es muy difícil para la población percatarse y concienciarse del peligro cuando ves que no llueve. Creo que eso ha sido también una de las causas para que la gente no percibiese realmente la gravedad del hecho.

“Las consecuencias de la DANA en Valencia se agravaron por la falta de conciencia de la población sobre la gravedad del fenómeno”

Muchos ciudadanos se quejan de que recibieron la alerta en el móvil cuando ya había comenzado a llover con fuerza. ¿Se actuó tarde?

Los sistemas de alerta están ahí. En mi opinión, el protocolo que se siguió es mejorable.

Se lo preguntaré de otra manera: ¿Cree que en este caso concreto se subestimaron las previsiones o no se tuvieron en cuenta?

Hubo mucha confusión. Inicialmente el problema estaba en Utiel-Requena con el río Magro y la presa de Forata, que es la que recoge todas las aguas antes de que llegue el Magro a su confluencia con el Júcar. Eso distrajo la atención sobre lo que sucedió después en el barranco del Poyo.

¿Quién o quiénes son los responsables de la tragedia?

Es difícil decirlo. Siempre se intenta buscar responsables, no quiero usar la palabra culpables, pero realmente hay que ampliar un poco la visión. Hay que ver cómo se urbanizó y cómo se ocupó el territorio... No quiero profundizar más en esto porque es un tema delicado.

¿Qué probabilidad hay de que ocurra un fenómeno de semejante magnitud en Euskal Herria?

Por un lado, es muy difícil precisar si va suceder algo así en una zona como Euskal Herria, pero, por otra parte, es muy fácil afirmar que la posibilidad de que ocurra es cierta, sobre todo cuando ya ha sucedido. Recordemos las inundaciones de agosto del 83 en Bilbao. Si ya ha sucedido una vez, la pregunta sería ¿por qué no va a volver a suceder? Pero eso tampoco quiere suponer que vaya a pasar. La posibilidad existe; ahora bien, no tenemos la certeza de que se vaya a producir ni cuándo, eso es algo muy difícil de evaluar.

Su compañero Fernando Valladares ha afirmado que este invierno se producirá otro evento climático extremo en la misma zona. ¿Comparte su opinión?

Él tendrá sus análisis para afirmarlo. Lo que sí es cierto es que, efectivamente, suele pasar. No es extraño, porque después de periodos secos, como el que hemos atravesado en la costa mediterránea, suelen suceder años lluviosos. Entonces cabe la posibilidad.

“Debería concienciarse a la población, como en otros países, sobre el riesgo de este tipo de fenómenos; se evitarían muchas desgracias”

No descarta entonces que la zona de Levante viva dentro de poco una situación similar a la actual

No me puedo pronunciar con seguridad, pero cabría la posibilidad. También la temperatura del mar sigue siendo alta. Yo creo que mi compañero debe basarse en eso para hacer tal afirmación.

¿De qué manera influye el cambio climático en este tipo de fenómenos?

Básicamente, todos los procesos naturales de este tipo responden a factores físicos, es decir, procesos relacionados con la energía, y claro, el mar es un elemento que recibe energía, y esa energía se transforma en la generación de humedad, evaporación... La capacidad energética que tiene un mar caliente es mayor que la que tiene un mar frío, por eso se dan más este tipo de sucesos en la zona mediterránea. Cuanto más se incremente su temperatura, mayor probabilidad de que puedan aumentar, tanto en frecuencia como en intensidad. Pero también insisto en que se han registrado bastantes eventos de este tipo a lo largo de la historia.

¿Qué medidas deberían adoptarse para luchar contra este tipo de fenómenos?

Hay todo un abanico de medidas de muy diferente tipo. Las primeras que a todo el mundo se le ocurren son las de prevención de caudales en ríos y arroyos, es decir, medidas basadas en sistemas automáticos de control de caudales. Las segundas consisten en diseñar infraestructuras que permitan canalizar esos caudales. Son medidas científicas y estructurales, pero también hay otras medidas que son importantes, como son las de concienciación de la sociedad.

¿Podría concretar algunas de esas medidas?

La primera es que los municipios que puedan ser afectados tienen que ser conscientes de que tiene que dejar espacio a los ríos para que puedan fluir. Como suele suceder, no tenemos mucha memoria y se ocupan territorios que no debían ser ocupados. Luego está la formación ambiental de la ciudadanía. Hay que incorporar a la educación la enseñanza de los procesos geológicos, sus características y sus efectos sobre los seres humanos y sus medios materiales. Creemos que vivimos en un mundo muy sencillo, muy seguro, pero realmente tiene sus fallos y sus debilidades.

¿Somos realmente conscientes de la amenaza que supone el cambio climático?

Creo que hay un proceso psicológico en las personas consistente en olvidar sucesos dolorosos como estos. Pienso que habría que incidir en la educación, crear materias y explicar que se pueden dar este tipo de problemas. Cuando uno visita países como Chile, Indonesia o Japón te das cuenta que la población está perfectamente concienciada de que puede haber un tsunami; hay placas e indicaciones como “zona de tsunami”, “refugio” o sistemas de megafonía para alertar del peligro. Veo que aquí esta forma de actuar por parte de las autoridades no existe. Considero que en ciertas zonas, no en todas, pero sí en las que son frecuentes este tipo de fenómenos, debería haber esa infraestructura para informar y proteger a la ciudadanía.

“Es difícil señalar a los responsables, de la tragedia. Hay que ampliar la visión y mirar cómo se urbanizó y cómo se ocupó el territorio”

¿Qué podría mejorar si nos tomásemos en serio el cambio climático?

Si realmente consideráramos adecuadamente lo que pueden suponer los efectos provocados por el cambio climático adaptaríamos las infraestructuras y la ordenación del territorio a este tipo de sucesos; evitaríamos muchos daños. Por ejemplo, hay pasos subterráneos que se inundan cada dos por tres y que constituyen una verdadera trampa para los vehículos. Queda mucho por hacer en este sentido.

¿Las diferentes administraciones tienen en cuenta la opinión de expertos como usted a la hora de tomar decisiones políticas y ejecutar planes?

Por desgracia se tienen poco en cuenta. Si se tuvieran en cuenta, si las administraciones dieran más valor a la ciencia, creo que habría más seguridad y viviríamos mejor.

¿Debería ser más valorada y tenerse en cuenta la opinión de los expertos?

La ciencia es una herramienta fundamental. Debería tener un lugar más relevante del que tiene y ser considerada como debe, lo que evitaría que se repitiese una situación como la de Valencia. Creo que lo que ha sucedido es muy significativo, por lo que habría que hacer una reflexión muy importante sobre los protocolos de actuación.

¿Ha quedado la ciencia relegada a un segundo plano?

Sí. Me sabe mal decirlo, pero hay otros intereses por delante de la ciencia.

¿Qué papel juega la tecnología a la hora de estudiar el clima y tratar de prevenir fenómenos como el vivido hace unos días en la zona de Levante?

La tecnología se ha desarrollado mucho en los últimos años gracias a los avances informáticos y computacionales. Se ha avanzado sobre todo en la predicción basada en modelos meteorológicos y en la simulación de las crecidas de los ríos. En base a ellos, se han hecho mapas como el PATRICOVA (Plan de Acción Territorial de carácter sectorial sobre prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana). A pesar de todo, cuesta tomar las medidas adecuadas en la ordenación del territorio para construir donde se tenga que construir y no en aquellas zonas en las que exista riesgo.

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¿Por qué cuesta tanto tomar esas medidas?

La presión que hay por parte de intereses económicos y de otro tipo es fuerte, pero ya vemos lo que sucede.

Otro tema del que se ha estado hablando mucho en los últimos meses es la sequía que han padecido regiones como Catalunya o Andalucía.

En las últimas cuatro o cinco décadas, en la cuenca mediterránea se ha repetido el mismo patrón de comportamiento, ya que de cada diez años dos y medio a tres son secos. Ahora sufrimos una sequía que viene desde mayo de 2022. Si se sigue este patrón debe acabar ya; esta primavera debería llover. En la década anterior también hubo una sequía de dos años y medio entre 2013 y 2016. Nos vamos a una década anterior, la de los años 2000, y sucede exactamente lo mismo. Varían un poco los años, pero se localizan siempre en la parte central de la década. Y si nos vamos a los 90 sucede igual. En los 80 fue algo diferente, pero también se concentró en torno a la mitad. En 1986 empezó a llover y, curiosamente, poco después, en 1989, se dieron registros máximos históricos en la zona de Levante.

¿El cambio climático, del que tanto se habla actualmente, ha influido en estos episodios de sequía?

Es cierto que la temperatura se ha incrementado, y eso debe tener sus efectos a mediano largo plazo, pero en los últimos 40 ó 50 años las precipitaciones se han mantenido, es decir, no ha llovido menos.

Ha afirmado en alguna ocasión que las sequías hay que atajarlas cuando llueve. ¿Podría aclarar esta afirmación?

Sí es cierto. Cuando no llueve es el momento de planificar con calma y adecuadamente las actuaciones e infraestructuras necesarias para evitar los problemas causados por las sequias. Por ejemplo, he dicho en algún foro que el área metropolitana de Valencia no tendrá nunca problemas de abastecimiento urbano, entendiendo como nunca los próximos 100 años. Valencia está sobre un acuífero muy importante y tiene pozos de sequía. Esos pozos son un instrumento muy eficaz para combatir la escasez hídrica, en este caso el abastecimiento urbano, que es el prioritario. Están parados durante las épocas lluviosas, no se extrae agua, y se ponen en marcha durante las épocas de sequía. Una vez pasado este periodo se paran, con lo que el acuífero vuelve a recuperar su situación previa. Los acuíferos contienen un volumen de agua muy superior al de los cursos superficiales y, en aquellos lugares con condiciones adecuadas, los recursos hídricos subterráneos constituyen un elemento muy eficaz para minimizar los efectos adversos provocados por las sequias. Algunos estudios dicen que por cada metro cúbico de agua superficial en el mundo hay 100 metros cúbicos de agua subterránea. Es un elemento que puede ser aprovechado.

¿Por qué no se trabaja en ellos si son tan beneficiosos?

Invertir en algo que no va a tener un uso visible, directo e inmediato es difícil para la clase política. Si se planifica algo, una vez acabada la sequía, se olvida y se posterga. Sucedió en Cataluña. En sequía de la década de los años 2010 se empezaron a diseñar y realizar proyectos para atenuarla, pero cuando acabó, y ya no era políticamente rentable invertir en estas cuestiones, los proyectos fueron olvidados. Después vino la reciente sequía y les pilló en una situación muy comprometida.