coronavirus

Con solo tres años, June Egia dice que si pudiera le daría un par de puñetazos a ese “coronavirus caca” para que se fuera y poder ir de nuevo a la playa. Pero lo tiene claro: “No se puede ir a la calle porque hay coronotavirus”. Junto a su hermano mayor, Danel, los primeros días les pareció una idea fantástica poder pasar las 24 horas del día en exclusiva con sus aitas aunque la novedad, explica su ama Ainara, “les duró un tiempo limitado. Ahora hasta dicen que prefieren ir a ikastola porque total, para estar todo el día en casa...”. Todos los días intentan salir al balcón un rato para hacer manualidades o deberes, pero la falta de rutinas y de actividad física empiezan a hacer mella en ellos. “En algunos momentos se aceleran mucho, están más llorosos y nerviosos, se enfadan por cualquier cosa... Y cuando todo esto pase, la vuelta a la normalidad va a ser muy duro”, teme.

Además de una experta en zumba, Ane Gómez se ha convertido en la niña de la ventana: allí pone un sillón para tomar el sol, llama a quien pasea por la calle y habla con sus vecinos, con quienes comparte hasta aperitivo y pintxos de ventana a ventana los fines de semana. “Tiene muchas ganas de estar con otros niños; dice que le da igual que sean mayores o pequeños, buenos o traviesos”, relata Amaia, su ama. Incluso ha ideado una estrategia para evitar los contagios. “Los que estén malos que se queden en casa, así los que estamos buenos podermos ir al parque”, explica a sus seis años.

Costó convencer a Kerman Llano, hace unos días, de que no podía ir a casa de su primo. “Si es de día”, argumentaba extrañado cuando sus aitas le repetían que no se podía salir a la calle. Se puso las deportivas y ni la explicación de que podía ponerse enfermo fue suficiente para él. “Me pongo la chamarra para no coger frío”, razonó con la lógica aplastante de sus tres años. Su hermana Aroa, de siete, pregunta cada día qué nueva receta va a cocinar hoy, y ha descubierto que dar volteretas en un colchón colocado en medio del salón puede ser lo más. A Maialen y Ander Santos les encanta salir a hacer pompas al balcón e irse de vacaciones a la playa, con sus toallas y su barca hinchable; a Oihan le preocupa saber si esos “bichitos amarillos”, por el polen que se había acumulado en la ventana, son el coronavirus.