Los adolescentes demandan educación sexual. Conocen los riesgos de los embarazos no deseados y de la transmisión de enfermedades, pero quieren saber más. “Vienen a darnos charlas una o dos veces al año. Este año ya han venido en una ocasión, pero nos dicen cosas muy básicas como que usemos condón. Eso lo sabemos desde los diez años, lo hemos oído tanto...”, reflexionan Izadi, Joane, Eritz, Imanol, Oihartz, Paul, Irantzu y Aritz, un grupo de estudiantes de tercero y cuarto de la ESO del Instituto Axular de Kabiezes.

Este año también les han hablado de consentimiento, “pero se quedan en lo básico y siempre hablan de relaciones entre un hombre y una mujer”, critica Joane. “La sexualidad hoy en día se está abriendo mucho entre los jóvenes, tanto la homosexualidad como bisexualidad y la heterosexualidad”, coincide Izadi. “Creo que hasta hoy no hay nadie que nos haya dado una buena charla. A mí me gustaría que fueran más al fondo de todo, que abran el tema y que no tengan tabúes”, pide Oihartz.

Los adolescentes lo tienen claro: los adultos tienen tabúes a la hora de abordar la sexualidad, prejuicios que ellos y ellas aseguran no tener. “A veces esconden el sexo como si fuera un tema tabú y no es nada de eso, son cosas que tenemos que saber para lo que pueda llegar a pasar o no”, continúa Oihartz. Hablan de sexo con naturalidad entre ellos y reconocen que le dan mucha importancia. “Es algo que más tarde o más temprano vas a probar y tienes que saber y estar preparada”, apunta Izadi. “Tienes que saber también que puedes ofender a gente, tienes que saber más del tema para saber cómo tratar a las personas”, añade Irantzu.

Pero a pesar de la importancia que le dan, reconocen que no hablan de ello ni con sus padres ni con los profesores. La razón, la vergüenza. “Lo intentan, pero un poco mal, no se les da bien y también se centran en lo básico”, explica Joane. “A mí, mi padre me dio unos condones”, aseguran Eritz y Aritz. Lola González Bermejo, psicóloga y educadora sexual, ha realizado en el pasado cursos a padres y madres sobre educación sexual. “Muchas veces nos ha pasado que llegan y nos preguntan ¿cuándo empezamos? Y se quedan sorprendidos cuando les respondemos que ya están haciendo educación sexual. Muchas veces piensan que la educación sexual no llega hasta el primer encuentro sexual, les baja la regla o este tipo de cuestiones”, relata. Para Lola González Bermejo, el principal error es pensar que la sexualidad comienza en la pubertad. Es por ello que “empezar a hablar de sexualidad a una chica o un chico de 12 años cuando ya lo ha visto todo por Internet es un error”, sostiene. “Otro error es pensar que aprenden solos”, apunta. La sociedad está haciendo educación sexual permanentemente desde el punto de vista informal y mientras no se tomen medidas en el asunto, “estarán accediendo a un tipo de educación sexual que no es la adecuada”, advierte la psicóloga y educadora sexual.

González Bermejo reconoce que “hay un cambio en los padres, hay voluntad, pero no hay herramientas”. “Es normal sentir vergüenza cuando tus padres te hablan por primera vez de ello en la adolescencia si nunca antes lo habían hecho”, subraya. Por ello recomienda educar en los sexos al igual que en otras facetas. “Aquí son muy importantes todos los agentes, los padres y la escuela”. “Como adulto, tienes que educarte también tú constantemente, como nos educamos en el medio ambiente, por ejemplo, ponernos al día”, sostiene.

Pornografía Un estudio reciente sitúa la edad media del inicio de consumo de pornografía en los 14 años, mientras que una cuarta parte de los adolescentes empieza antes de los 13. La investigación Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, realizada por la Universitat de les Illes Balears y la red Jóvenes e Inclusión, es la primera que ha puesto números contrastados a una realidad que se extiende y que tiene en alerta a la sociedad ante sus consecuencias negativas. Una de las más graves, según los expertos, es el repunte de las conductas machistas, situaciones de dominación por parte de los chicos y la representación de la mujer como un objeto sexual que disfruta con la vejación. El estudio también constata que el porno es una práctica mayoritariamente masculina y heterosexual.

Eritz y Aritz reconocen que ven porno desde los doce años. “Cuando ves eso, al principio, piensas que será así, pero cuando vas a hacer algo con alguien te das cuenta de que no, no es nada parecido”, aclara Aritz. “Ahora veo porno y me río, no es nada real, a ellas parece que las están matando por los gritos que dan”, añade. Izadi ha visto alguna vez, sostiene, “pero me siento muy incómoda”. “Es que hay veces que una película porno es directamente una violación y luego piensan que la violación no es para tanto. Ven un vídeo de una tía con cinco tíos y piensan que eso es normal”, critica Irantzu.

Las formas de relacionarse han cambiado y las redes sociales juegan un papel fundamental hoy en día. El primer contacto que antes se daba en un bar ahora es en Instagram. “A la gente que sigo son personas que he visto por lo menos una vez, aunque no hayamos hablado nunca, amigos de amigos, no son desconocidos. Luego le pides el número y empiezas por WhatsApp y ahí se lía”, comenta entre risas, Oihartz. La comunicación a través de redes sociales es parte de la relación, al mismo nivel que los encuentros personales. Sin embargo, aseguran que no envían imágenes de contenido erótico o sexual “por miedo”. “Luego se difunde y lo peor es que hacen que sea culpa tuya, no de la persona que la ha enviado”, critica Joane. En su entorno ya ha habido algún caso, explican.

También reconocen que se comunican “menos de lo que deberían” en sus relaciones sexuales y a la pregunta de si alguna vez se han sentido incómodos en alguna situación, pero no han dicho nada, todos responden un rotundo sí. “A veces pasa que la otra persona quiere hacer algo y tú no, y al final lo acabas haciendo porque piensas ¿y si me deja por no hacer esto? Al final lo acabas haciendo”, explica Oihartz.

Aseguran que las relaciones de control son habituales en el instituto. “Lo más común es aislar a la persona, ponerla en contra de sus amigas, controlar con quién habla por el móvil...”, apunta Irantzu, que ha vivido una situación así en su entorno. El debate entre los adolescentes se centra entonces en qué hacer cuando una amiga se encuentra en esa situación. “La persona tiene que darse cuenta sola, la gente puede darle su opinión pero nunca puedes obligarla a que le deje, si ella no se ha dado cuenta de lo que pasa, no lo va a hacer”, opina Oihartz. “Es muy fácil decir déjale, pero cuando estás en una situación así te das cuenta de que no es tan fácil”, reflexiona, por su parte, Imanol.

Los celos también son habituales; de hecho, identifican el amor con “un poco de celos”. “Son una señal de que le gustas a esa persona”, señala Eritz. “Al final siempre te va a gustar que esa persona tenga un poco de celos. No hay que llegar al punto de no querer que hables con nadie, pero no es plan de que pase de ti tampoco”, sostiene Oihartz, quien confiesa que “a mí me han llegado a mirar el móvil, eso ya no me parecen celos, eso ya es control”. “En ese momento lo aguanté porque estaba muy enganchada”, comenta. “Yo sí soy celosa, por ejemplo, si estás en una relación con una persona de otro instituto te puedes pasar el día pensando qué estará haciendo, te comes la cabeza”, apunta Izadi.

Diversidad Sin duda un reto todavía pendiente en el instituto es la normalización de la diversidad afectivo-sexual. “Hay que trabajar muchísimo. A veces es el mismo profesor quien normaliza el prejuicio hacia la diversidad; si lo oyes de una autoridad como es el profesor, al final lo normalizas”, critica Paul, quien ha soportado insultos homófobos en el instituto, al igual que Imanol. “Una vez me dijeron en clase ojalá te peguen una paliza por maricón y casi me castigan a mí por contestar”, expone. Ambos consideran que las conductas homófobas deberían estar más castigadas. “Los profesores dicen eso no se dice y con eso creen que es suficiente y no”, denuncian.

“El resto de la clase les ríen las gracias, las chicas no, pero los heteros sí. La sociedad ha normalizado que los heteros tienen que reírse de todo lo diverso”, prosigue Paul.