Nadie esperaba que Aliança Catalana se estrenara con un resultado llamativo, pero la realidad es que la candidatura liderada por Sílvia Orriols no ha cumplido sus expectativas ni las que le auguraban las encuestas. Solo dos escaños para una sigla con postulados islamófobos, etnicistas y antiinmigración, que en muchos aspectos se asemejan a los de Vox y cortocircuitan cualquier unidad de acción independentista. “¡Como el ripollés no hay otro!”, celebraba la propia Orriols en Twitter, en un agradecimiento expreso a su pueblo que, sin duda, permitió en gran medida el escaño por Girona.

Bajo el lema ‘¡Salvemos Cataluña!’, esta formación de nuevo cuño pensaba irrumpir con más fuerza en el Parlament captando votos del electorado que ha venido criticando la supuesta tibieza de los partidos independentistas. Orriols propugna una declaración unilateral de independencia (DUI) que no sea suspendida “a los ocho segundos” como hizo Puigdemont, sino que sea defendida con uñas y dientes y permita establecer “una nueva legalidad catalana” que derogue automáticamente las leyes españolas, de manera que cualquier represalia desde Madrid sería considerada una “agresión extranjera”.

Orriols no tiene inconveniente en definirse como “islamófoba”, dice que le “da miedo” el Islam, “una ideología político-religiosa que intenta imponer un modelo de vida que no es compatible con los valores occidentales”, y acusa a los inmigrantes de ser una fuente de delincuencia, de quedarse con las ayudas públicas y de provocar una sustitución étnica que va camino de ahogar la catalanidad. Son expresiones comunes a las de otras formaciones de extrema derecha en Europa, que se reivindican “feministas” por apelar a las mujeres musulmanas a “liberarse” del velo islámico, si bien Orriols, a diferencia de Vox, no se opone a la causa LGTBI.