Bilbao - La Ejecutiva de Ciudadanos -bajo el liderazgo de Albert Rivera- decidía el pasado 3 de junio excluir a Vox de la negociación de acuerdos de gobierno en comunidades autónomas y ayuntamientos. El secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, aseguró entonces que el objetivo era buscar acuerdos a dos preferentemente con el PP, y “excepcionalmente” con el PSOE. De los pactos quedaba excluido Vox, hasta el punto de que la formación naranja era renuente incluso a aparecer en fotografías con los representantes del partido dirigido por Santiago Abascal.

Un mes después, Ciudadanos no solo aparece en fotografías con Vox, sino que propicia los encuentros a tres con el partido de extrema derecha y el PP, tal como ha quedado demostrado en Madrid y Murcia. Bien es cierto que Rivera trata de salvaguardar su imagen y evita posar con Vox -por ello su negativa a entrevistarse con Abascal-, pero manda a los dirigentes regionales a las negociaciones.

Las causas que han propiciado este cambio son claras. Ciudadanos necesita tocar poder aunque sea en segunda fila -tanto en Madrid como en Murcia estará a la vera del PP- y tras la frustrada investidura de Murcia, Rivera se ha dado cuenta que debe tener en cuenta las exigencias de Vox.

Así, Ciudadanos en Murcia, capitaneado por el diputado Miguel Ángel Garaulet, recibía el encargo de sentarse a una mesa con PP y Vox a pesar de lo decidido en junio. Tras cinco horas de reunión no se llegó a un acuerdo, por lo que se frustró la investidura del popular Fernando López Miras.

En Madrid sucedió otro tanto de lo mismo. Ignacio Aguado, llamado a ser el segundo de la popular Isabel Díaz Ayuso, propició una reunión in extremis después de que la portavoz de Vox, Rocío Monasterio, anunciara el rechazo de su partido a la investidura de la candidata del PP. Pese a que el intento del líder de C’s en Madrid fue infructuoso, no cayó en saco roto y abre la espita a nuevas negociaciones, que, eso sí, no salpicarán la posición de Rivera.