El cese de actividades productivas y comerciales impuesto para frenar la pandemia del coronavirus lastra a todos los sectores económicos. El del automóvil es uno de los primeros en acusar sus efectos. Las diecisiete factorías instaladas en suelo español se encuentran paradas, dejando de producir cada jornada 13.304 vehículos. También permanecen inactivas las factorías de la industria auxiliar y los concesionarios. Así que el mercado se ha desplomado. El fenómeno es tan contagioso como el virus que lo origina.

El cuadro clínico se repite, con distinta intensidad, en otros países. La caída de ventas hispana, 69,4% menos en marzo, ha sido más acusada en Italia (-85%) y en Francia (-72%), y algo menos intensa en Reino Unido (-44%) y Alemania (-37%). Ese hundimiento generalizado supone una seria amenaza al empleo: el sector ocupa directa e indirectamente a un millón de ciudadanos españoles y a unos catorce en todo el continente.

Las secuelas negativas se propagan ignorando fronteras y salpican a zonas del planeta hasta ahora indemnes o dadas por restablecidas. En Estados Unidos, en Japón y en Corea, los grandes fabricantes de automóviles se están viendo obligados a suspender o ralentizar su producción porque no reciben los suministros necesarios ni los pedidos habituales de coches.