EL coqueto y comprimido Salón del Automóvil de Ginebra concita cada edición a la mayoría absoluta de las marcas; en la actual, solo Ford, Volvo y Jaguar Land Rover han declinado presentar sus novedades. Esa capacidad de convocatoria de esta muestra se explica por la proverbial neutralidad helvética: en Suiza no hay compañías autóctonas de coches (Monteverdi y Rindspeed no alcanzan tal condición) ni tampoco centros de producción. Así pues, un paseo por el Palexpo de su capital permite tomar el pulso al sector automóvil. La sensación este año es que los estrenos de modelos convencionales con sistemas de impulsión tradicional pierden protagonismo al verse parcialmente eclipsados por una copiosa avalancha de vehículos híbridos y eléctricos, varios de ellos absolutamente factibles.

El de Ginebra, como todos los certámenes del ramo, no deja de ser un escaparate. Es una pasarela de moda donde se exhiben productos que difícilmente se verán por la calle. Pero, eso sí, las colecciones mostradas marcan la tendencia del mercado. Y a juzgar por lo que se está viendo en la capital suiza -la exposición abrió sus puertas el jueves y las cerrará el domingo próximo-, la industria del automóvil se toma verdaderamente en serio la electromovilidad. Tanto que esta ha dejado de representar una posibilidad remota para convertirse en inminente realidad.

Su desarrollo tropieza con escollos cada vez menos insalvables. Son fundamentalmente tres. Uno es la limitada capacidad de las baterías que alimentan los coches eléctricos. Otro es la insuficiente red de estaciones de reabastecimiento de las mismas. Ambos comprometen por ahora la autonomía, es decir, la practicidad, de estos vehículos.

El tercer obstáculo que frena la difusión de la electromovilidad es el precio. Comparados con los convencionales, los automóviles eléctricos todavía salen por un ojo de la cara. Ni siquiera su coste de utilización, notablemente inferior al de los vehículos adictos al petróleo, rentabiliza el considerable desembolso requerido para su adquisición, por más subvencionado que esté. Dicho inconveniente solo se irá paliando a medida que el progreso tecnológico y el aumento de la demanda permitan reducir los costes de producción, con lo que descenderá el precio de venta. Parece cuestión de tiempo y de voluntad política.

En el desfile de modelos que proponemos aparecen algunas de las creaciones más interesantes de la cosecha 2019. Las hay previsibles, las hay que invitan a soñar (alguna quizá provoque pesadillas), y también otras bastante menos utópicas de lo que se podía sospechar anteayer.