BASILISIA Neila y Emilio Martín son dos ancianos que viven en la residencia La Alegría de Muskiz. Sus compañeros les han elegido este año respectivamente reina y rey de La Alegría, por su simpatía, por su edad algo más avanzada, por su disposición hacia los demás haciéndoles más llevadera la monotonía de la vida senil y, seguramente, porque son, en la mejor de sus acepciones, la alegría de La Alegría.

Tras muchos años de trabajo y esfuerzos, cuando llega la edad de apartarse para dejar paso a los jóvenes que marchan más rápidos, no puede entenderse esta ralentización en la actividad como una parada de un coche averiado en el arcén ni como un desván aparcamuebles, sino como una oportunidad diferente y diferenciada que la tecnología y tratamiento actuales nos dan para prolongar la vida con otro prisma y otra actividad, con menos ajetreo sí, pero a ser posible no con menos calidad.

En la fiesta de puesta de largo de esta reina y este rey senatoriales la emoción afloró en las caras risueñas y el rubor de las mejillas junto a más de una lágrima furtiva. Pero ni el rubor ni la lagrimita emocionada cortó un ápice la ilusión de estos reyes coronados, porque viendo bailar al rey junto a la reina de La Alegría, la alegría que comunican fue satisfacción para sus compañeros residentes y para cuantos queremos que estos últimos años en lugar de esperando a Godot se prolonguen con la ilusión de la propia vida.

El cariño hacia ellos se dejaba notar en el ambiente especialmente cuando les leyeron la media docena de poesías que les habían preparado para la ocasión. Poesías desde el corazón que encandilaron a todos los asistentes que vieron como se les escapaba alguna lágrima. “A las personas mayores hay que acompañarlas, no dejarlas aparcadas; hay que darles cariño y compensarles como se merecen por el trabajo que han realizado a lo largo de su vida; ningún mayor tendría que estar desamparado”, rezaba uno de los poemas.

A Basilisia, a sus 86 años, la memoria ha dejado de acompañarle, pero no su permanente sonrisa que ilumina su entorno. No podía ocultar su felicidad por la distinción de los 48 compañeros de la Alegría, a los que no paraba de dar las gracias. Lo mismo que el nonagenario Martín, quien, al recoger su placa, deleitó a los presentes con una canción. “La música me encanta; tengo un repertorio amplio. ¡Menos mal! que había un grupo en directo, que si no me lanzo a cantar toda la tarde”, decía, al tiempo que buscaba a la reina “para invitarla a un baile y celebrarlo” al son de la música en directo y ante la atenta mirada del resto de residentes como Pilar Iglesias, Eusebio Martín, Feli Andiano.

“El nombramiento de Basilisia y Martín como sus majestades se lo otorgan los residentes por sus actitudes a lo largo de todo el año; ni el personal de la residencia, ni el voluntariado tenemos nada que ver. Los protagonistas son los mayores que, además, suelen llevar la designación con bastante sigilo. Por lo general no se suelen equivocar, la elección suele ser la acertada”, explicaba a DEIA, Susana López, directora de La Alegría.

Un día especial para estos mayores que disfrutaron con algunos de sus familiares, así como de voluntarios y miembros de la Asociación La Alegría que a lo largo del año acuden a la residencia a participar con estos mayores de distintas actividades: lectura, jugar a las cartas o simplemente hablar con ellos. “Tienen una gran vitalidad y hoy bailan y cantan y aunque mañana algunos estarán un poco más cansados, la mayoría seguirán disfrutando recordando las anécdotas de la jornada”, subrayaba Benito Vidal, el médico de la residencia.