AUNQUE es bastante frecuente que los más grandes y conocidos chefs citen en las entrevistas a sus amas y amomas como fuente de iniciación e incluso de inspiración en el arte de los fogones, ellas no han solido pasar del ámbito de lo privado y a lo sumo han transitado por cocinas de porte medio sin atisbar que existía otro ámbito en la cocina, ese de alto nivel al que habitualmente solo solían ascender los hombres. En los últimos años algo de esto está cambiando, y sin abandonar ese buen hacer cerca del fogón casero, cada día son más las mujeres que con su preparación y dedicación dan el salto a las cocinas de categoría, incluso con estrellas de prestigio reconocido mundialmente. Así que cuando al apellido que da poso y solvencia al conocimiento culinario se une la aplicación, el buen hacer y la experiencia con el toque propio de genialidad, podemos tener una chef de la categoría internacional de Elena Arzak. El modelo de superación a imitar en el tránsito del ámbito privado al ágora pública está servido y Elena puede ser no solo la perfecta Jefa de Sala además del alma del buen fogón estrellado que haya detrás, sino una mujer que marque camino a otras muchas en el mismo camino gastronómico de la excelencia.

La Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales Liberales, Mujer Siglo XXI, presidida por Carmen Miral, se ha hecho eco de esta línea de actuación y entregó el miércoles en el bilbaino Hotel Carlton su prestigioso Alfiler de Oro a una mujer innovadora en la cocina que compite codo con codo con los hombres, donde no solo desmerece, sino que destaca. De hecho estamos ante una de las mejores chefs del mundo.

Nieta y biznieta de cocineras a pie de fogón, el 70% de su equipo lo componen mujeres, como ella, innovadoras y apasionadas por su trabajo. Y es que a Elena, grande entre las grandes, le gustó la cocina desde niña pero fue en COU cuando lo tuvo claro.

Como había estudiado en el colegio alemán de Donostia se fue a Suiza a formarse en hostelería. “Tengo que reconocer que en casa siempre tuvimos la puerta abierta para poder elegir otra cosa. Así, mi querida hermana Marta es historiadora de Arte y trabaja en el Guggenheim Bilbao, al tiempo que es nuestra asesora de arte y gastronomía”, reconoce sonriente esta políglota que habla euskera, castellano, alemán, francés e inglés.

¿Qué le enseñó su aita? “A creer y respetar la profesión y a transmitir cariño a los clientes”, recuerda. Consejo que sigue a rajatabla. “Lo que persigo a diario es hacer feliz a quien se sienta en las mesas de mi casa, sostiene, mientras ensalza y apoya el trabajo invisible de las pioneras culinarias como Nicolasa Pradera, fundadora de Casa Nicolasa, en Donostia; Ursula, Sira y Vicenta Azcaray, bilbainas de nacimiento y propietarias del restaurante El Amparo, situado en Bilbao, y María Mestayer más conocida como la Marquesa de Parabere...

Entre los objetivos que se marca Elena se halla el saber adaptarse a los retos que llegan, pero sobre todo, conocer los gustos de la sociedad, porque cambian muy rápidamente. “La gente quiere comer más rápido y sin darse cuenta toma más verduras y tiene una dieta más saludable. Quiero estar al día y no perderme ningún capítulo de nada”, se sincera, al tiempo que reconoce que lo que distingue a la comida del País Vasco es el sabor. “El cliente nos dice que tiene gusto y está cocinada en su punto; la diferencia es la materia prima de nuestra tierra. Esto sin olvidar la tradición culinaria y la sensibilidad al producto; somos imaginativos lo que nos da pie a obtener buenos resultados”.

Recibir el Alfiler de Oro en Bilbao le ilusionó porque la villa es referencia gastronómica mundial y por sus conexiones personales con la capital