- La neoyorquina Stefani Joanne Angelina Germanotta es, a sus 35 años recién cumplidos, la indudable reina del pop. Se trata de la cantante, compositora, productora, bailarina, actriz, activista y diseñadora de moda conocida con el sobrenombre de Lady Gaga. Tenga usted por seguro de que acaba de sacar algo a la venta: si no es un disco será una película, o un espectáculo, su última gira, una línea de lencería rompedora o un conjunto de complementos revolucionarios a juego con un perfume cuyo pulverizador va equipado unos auriculares a través de los cuales se puede escuchar un concierto. Por eso nos concede esta entrevista imaginaria. Si no, de qué. Las superstars del showbusiness y los árbitros de fútbol son así en su relación con los medios de comunicación. Lo último que Gaga ha propuesto es un revolucionario número en directo, en el que actúa con los famosos Ballets del Ejército Ruso, para la cena de primer aniversario de Joe Biden. "Creo que es una buena idea meter 650 integrantes del ejército ruso en la Casa Blanca, seguro que resultan más inofensivos que los seguidores de Donald Trump", asegura la estrella global del espectáculo. Gaga es así, sin pelos en la lengua. Ni en las cejas.

Señora Gaga, celebró su 35 aniversario el pasado 28 de marzo. ¿Hizo algo especial?

—Nada, lo normal. Escribí el guion de mi próxima película, ensayé con las compañeras del ballet de la Ópera de Boston, pinté un par de óleos y diseñé una videoinstalación, fregué los cachorros de la cena del día anterior, fui al fisio, grabé un spot para la tele china, saqué a pasear a mis perros y quedé a cenar con mis amigas del Convent of the Sacred Heart de Nueva York, que es donde fui a estudiar de peque. Cociné quiché de verduras que me quedó de rechupete y un brazo de gitano tres chocolates. Lo demás me queda regular, pero soy una gran repostera. Me hicieron el regalo de la amiga invisible, que me puso muy contenta. Salvo eso, un día de lo más corriente. Como otro cualquiera.

¿Tiene previsto acercarse por estos lares en su próxima gira?

—¿Qué gira? ¿La de la peli, la del concierto, la promo del libro, la serie de para la tele o la exposición?

Cualquiera.

—Creo que en mayo paso con la gira mundial del disco Te vas a gagar; en julio por el estreno del largometraje La señora Gagarin y en septiembre, con la promo de la serie Memorias de una gagá. O sea, que si.

¿Tiene algún interés personal además de los actos programados y las funciones?

—Pues la verdad es que lo has adivinado. Me han hablado muy bien de un telepredicador de mucho éxito por ahí y que lleva décadas con grandes audiencias. Se llama Karlos Arguiñano.

Muy conocido. Pero no es un telepredicador. Es cocinero.

—Lo sé. Pero me habían comentado que para ustedes la cocina es una religión. Por eso lo de telepredicador. Quisiera charlar con él sobre un tema que me tiene en ascuas: el secreto del pilpil.

Claro. Entiendo. ¿Alguien más?

—Una señora que es política: Isabel Díaz Ayuso. Tengo curiosidad. Algunas veces me confunden con ella.

¿En serio? Pues tampoco es que se parezcan demasiado.

—Me dicen que se trata de una similitud existencial. Yo estudié en el Convento del Sagrado Corazón y ella es una acérrima defensora de los coles religiosos concertados. Mi primer disco, un exitazo, fue Born this way, que viene a traducirse como Nací así, y en el que reivindicaba y defendía a la gente un poco freakie. Me insisten que ella también va de ese palo y que, incluso, saltó a la fama por manejar la cuenta en tuiter de un chuchete. Eso es freakie-freakie. ¿O no?

Hombre, pues sí. Pero tampoco creo que se trate de similitudes tan grandes.

—Espérate. Yo soy la reina del pop. A ella ya la califican como la reina del PP. Si te fijas, solo falta una letra. Además, la anterior reina del pop era una señora rubia, de mala gaita, gran bailarina y que ya está un poco mayor, Madonna. Y la anterior reina del PP era Esperanza Aguirre: rubia, mayor, gran bailarina de chotis y de mala gaita. Ella no se entiende con un hombre Casado; yo, con ningún casado. ¿Cómo te quedas?

Acalambrado y con la boca abierta.

—Ojo, que en algunos otros aspectos no debemos mostrar tantos parecidos.

¿En cuáles?

—He leído algunas cosas de las que dice y hace. Me parecen demasiado excéntricas.

Pues si le parecen excéntricas a usted, saque la cuenta. Por cierto, ¿podría dejar de hacer el pino y quitarse esa máscara tribal melanesia para atenderme?

—Yo siempre hago las entrevistas así. De este modo mantengo la buena vibra y alineo los chacras para todo el día.