ICEN los papeles del registro que se llamaba Enrique Areilza Arregui, pero en Bilbao -en Bizkaia entera, si se me permite hacer la extensión...- mejor es reconocido por todos como el doctor Areilza. Vino al mundo el 6 de febrero de 1860, en la calle de San Francisco, al lado de Bilbao la Vieja y en un tiempo donde se entrecruzaron en el camino una larga nómina de personajes ilustres, de esos que firman bajo sus obras para que se reconozca su autoría en los libros de historia. No en vano, junto a Enrique convivieron Miguel de Unamuno, Sabino Arana, Telesforo Aranzadi, Pedro Giménez, Gutiérrez Abascal, y un amplio etcétera de nombres que en el tiempo descrito protagonizaron momentos de trascendencia histórica en cualquiera de los campos donde intervenieron.

Al doctor Areilza le correspondió hacerlo en la medicina, aplicando sobre ella y sobre su propia vida un carácter sencillo, antisolemne, tolerante, humano, irónico, laborioso e infatigable, aunque en ocasiones pudiera parecer hosco y lejano, seco y burlón entre sus amigos. En su andadura hizo caso omiso de los consejos familiares, especialmente de los maternos, y decidió dedicar todos sus afanes a la investigación clínica en el hospital minero de Triano, después de que la Real Academia de Medicina lo seleccionara para la dirección, cuando sólo contaba veintidós años. Fue un médico innovador que dedicó veinte años de su vida a levantar y dirigir el Hospital Minero de Triano, en Gallarta, mejorando las condiciones de vida de los trabajadores víctimas de rupturas de pelvis y traumatismos varios, consecuencia de las inexistentes medidas de seguridad laboral. Sus constantes viajes por Europa hicieron que sus hospitales tuviesen mejores y diferentes aparatos sanitarios difíciles de encontrar. Por lo visto esa tentación de no escuchar a la familia la transmitió en herencia puesto que su hijo, José María de Areilza, fue el primer alcalde franquista de Bilbao.

El doctor Areilza fue labrándose una figura inolvidable en aquel Bilbao efervescente en cuya vida participaba con devoción. Su huella alcanzó tal altura que Bilbao le dedicó una alameda principal, Abanto y Zierbana y Portugalete, recordaron su nombre en calles y plazas. En Górliz, la Diputación le erigió un monumento y el Hospital Civil de Basurto, otro, en los jardines del establecimiento, así como un pabellón que aún mantiene su apellido. El Hospital de Triano, donde se forjó una leyenda, le dedicó una emotiva lápida.

Protagonista: Enrique Areilza, Doctor Areilza.

Gesta: Fue un médico bilbaino (1860-1926) conocido por la gran labor que realizó para ayudar a los mineros que sufrían algún accidente en las minas de La Arboleda. Su participación en la vida social vizcaina hizo que se le recuerde en Bizkaia en diversas calles y placas.?