HOY es uno de esos lugares escogidos por el Bilbao más clásico para la celebración de sus bodas y en la consagrada capilla que le asiste se rinde culto a San Mamés, cuya talla se venera con el rostro de uno de aquellos niños que fueron acogidos en sus primeros años de vida, cuando a la Santa y Real Casa de La Misericordia Bilbao también se le conocía como La Meca. San Mamés era un joven gálata que, en el año 275, fue apresado por los romanos -en el marco de los conflictos religiosos de la época- y condenado a morir entre las garras de un león en la arena del circo. Milagrosamente, cuenta la leyenda, el león se acercó a Mamés con total docilidad y sumisión. La Diputación de Zaragoza regaló a la Casa de la Misericordia el relicario del santo, cuya festividad se celebra el 17 de agosto.

Las condiciones para ser acogido en La Misericordia se especificaron en 1763. Estaba dedicada exclusivamente a los pobres de la Villa y a los niños cuyos progenitores no pudieran sustentarlos, a los que se daba, además, instrucción adecuada incluido el aprendizaje de oficios. A los mendigos y vagabundos forasteros se les asistiría un solo día según las normas de la época. Hasta 1989, el recinto acogía a más de 500 niños de la villa que pertenecían a familias desestructuradas. El espacio servía para educar y formar un futuro profesional. Hoy todo se resume a una residencia de ancianos y allá donde se ofrecía la formación para un oficio hoy se levanta el hotel Hesperia Zubialde, un lugar de referencia cuyas terrazas contemplan dos paisajes singulares, arquetipos de Bibao: el campo de San Mamés o la Ría.

La Santa y Real Casa de la Misericordia actual fue proyectada por el arquitecto Antonio de Goycoechea e inaugurado por el rey de España, Amadeo I de Saboya, en 1872. Es un ejemplo de la arquitectura urbana del siglo XIX de corte neoclásico con tintes neobarrocos. A lo largo de su existencia, La Misericordia ha acogido a los más desfavorecidos de la sociedad. Sus jardines, tan celebrados por su estilo romántico, cuentan con un gran número de árboles centenarios y con más de cuarenta especies diferentes. El parque está rodeado por una verja que se cierra durante la noche. Pero de día es de acceso libre, ofreciéndole a la ciudad un oxigenado pulmón.

Hagamos un recorrido por el tiempo para conocer la particular historia del local. Durante los años anteriores a su fundación, los ancianos pobres de Bilbao eran acogidos en los dos hospitales-asilo de la ciudad. A raíz de la reforma realizada en el año 1661 quedó solamente habilitados para tales menesteres el Hospital de los Santos Juanes en Atxuri, pero destinado exclusivamente a la curación de enfermos. La Villa perdía así un lugar de acogida para los más necesitados.

En 1724 el ayuntamiento acordó la fundación de la Casa de Misericordia y Refugio para los vecinos de Bilbao. Pero el vecindario se opuso a la forma en que el municipio quería obtener los recursos y el proyecto fracasó. En 1732 lo volvió a intentar pero no alcanzó sus frutos hasta el año 1752, en que se comenzó a habilitar una casa en Bilbao la Vieja para albergar ancianos. En 1760 se transformó una casa de la Sendeja, que había servido de carnicería y era propiedad de la Villa. Esta casa, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad, marcó el nacimiento de la Casa de Misericordia en Bilbao.

Diez años después se constituyó para su gobierno una cofradía de vecinos, que se llamó Hermandad del Refugio y más tarde Junta de Caridad. Se solicitó al rey la cesión del antiguo colegio de los jesuitas y el 18 de enero de 1772 se trasladaron a la nueva sede 68 de los más de 100 pobres que había en la Sendeja. Junto a ella se construyeron los talleres que iban a servir para dar un oficio a los niños asilados e incluso para que trabajaran en ellos los ancianos capacitados. Los hubo de alfarería y loza fina, panadería, telares, cordelería e imprenta, y generaron ingresos económicos que, junto con los donativos, rifas, y algunos impuestos del tráfico marítimo, permitieron que la Misericordia no fuera gravosa para las arcas públicas. Sin embargo, hubo momentos de apuros económicos graves como en el año 1800, cuando el Alcalde y la Junta salieron a la calle a pedir limosna. ¡el acabóse!

Demos un salto hacia adelante. En 1871 se acordó construir un nuevo edificio sobre el solar del convento de los Recoletos de San Mamés, en Abando, comprado por el Ayuntamiento a la Diputación, en el que sigue funcionando la Misericordia a día de hoy. Las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl se establecieron el 12 de febrero del año 1881, según acuerdo celebrado con la Junta de Caridad, siendo la primera superiora Ascensión Guridi. En 1883 incorporó un médico a su plantilla, siendo el primero Carmelo Gil Gorroño, quien inició la práctica de reconocimientos médicos, introdujo la práctica diaria de gimnasia para los niños y mejoró notablemente la calidad nutricional de la alimentación. La Misericordia se encargó también en aquellos años de otras actividades fuera de sus muros: reparto de raciones a los necesitados, suministro de camas y ropa a las colonias escolares, gestión del Instituto de Vacunación, etc.

En el tránsito del siglo XIX al XX hubo un incremento del número de asilados, pero también mejoró la situación económica merced a la pujanza de su imprenta, la donación de la plaza de toros, la creación de la Agencia Funeraria, el servicio de asistencia a entierros y el de alquiler de sillas para procesiones, celebraciones y actos públicos. También se perfeccionó la enseñanza profesional, si bien la de las niñas quedaba reducida a labores domésticas. Continuaba celebrándose cada Navidad la tradicional rifa del cerdo, cuyo desfile por las calles de la Villa constituía un acontecimiento.

A lo largo del siglo XX la evolución de la Casa de Misericordia se acompasó con los cambios sociales ocurridos durante la Guerra Civil, la postguerra y la rápida transformación de Bilbao durante el último tercio de aquel siglo. Hubo un momento (1987) en que parecía que esta secular institución iba a desaparecer, pero no ocurrió así y hoy su labor se limita a mantener una residencia de la tercera edad. Sin embargo, el espacio mantiene consigo el espíritu de aquel Bilbao de gran corazón que le dio sangre y vida.