Hace cosa de diez años que empecé con esta terapia. Fue una época en la que usaba mucho Twitter y usaba una aplicación que me avisaba de todo. Acababa los días fatigado. Y, sobre todo, con un ruido espantoso en el cerebro cuando un día no me llegaba alguna notificación. En ese momento pensé que eso no podía ser bueno.

Una publicación realizada por los profesores Hunt Allcott, Luca Braighieri, Sarah Eichmeyer y Matthew Gentzkow, de las universidades de Nueva York y Stanford, ha llegado a la misma conclusión. Y he leído esas conclusiones con mucha atención, por mis decisiones pasadas. El estudio empieza diciendo algo que ya es recurrente en este tipo de publicaciones: existe una correlación negativa entre uso de redes sociales y la salud mental. En otras palabras: cuando una de las dos variables sube, la otra baja (y viceversa). Pero que exista correlación no quiere decir que uno cause lo otro. Para poder buscar esta explicación causal, los autores hicieron un experimento. Se separó una muestra de usuarios de Facebook en dos grupos: a uno de ellos se le pagó 102 dólares por desactivar su cuenta de Facebook durante cuatro semanas; al segundo grupo, le dejaron seguir su curso normal en Facebook. El primer grupo (el que dejó Facebook), lo primero que hizo fue pasar más tiempo con amigos y familia, así como viendo la TV. Un total de 60 minutos al día fueron reubicados en nuevos espacios de ocio. Y es que las redes sociales son otra alternativa de ocio más. Como todas, una cuestión de elección personal. El segundo grupo siguió su inercia. La segunda conclusión obtenida es que el grupo que dejó Facebook se desconectó de cierta realidad. Leyó menos una actualidad: la que Facebook sugiere.

Tenemos que entender las redes sociales como espacios de ocio y lectura. Son competidoras de Netflix, de tomar algo con los amigos o ir a San Mamés a ver un partido del Athletic. Y también un espacio de lectura de noticias. Por lo que al final se ha convertido en un espacio en el que se concentran varias de las actividades ordinarias de ocio de las personas (leer, hablar, comunicarse, comentar fotografías, etc.).

Sin embargo, al ser una lectura de noticias intermediada por un algoritmo, otro de los fenómenos resultantes es que se produjo una menor polarización. Las personas que leían menos, seguían leyendo la actualidad pero de forma más heterogénea. Es decir, no solo lees a los tuyos, sino que te abres a escuchar otros puntos de vista. Que siempre es algo muy enriquecedor a la vida.

Una última conclusión, quizás la más relevante, es que las personas que pasaron esas semanas sin Facebook, mejoraron su bienestar individual. Varias medidas de bienestar individual y salud mental (ansiedad, depresión, confianza en uno mismo, etc.) mejoraron en un porcentaje estadísticamente significativo. Lo que nos lleva a poder concluir que, aunque leamos menos, nos sentiremos mejor, y encima es probable que lo hagamos estando más con los nuestros. Nuevamente, no confundamos correlación con causalidad.

Es probable que este estudio no les aporte mucho a nivel de grandes titulares. Pero sí que lo hace con una mirada científica. Por ello, te invito a que hagas tu propio experimento: ¿Cuánto tiempo crees que aguantarás sin las redes sociales para saber cuánto mejora tu vida? ¿Crees que conseguirás encontrar alternativas de ocio suficientemente atractivas como para dejarlas?

Estudios de la Universidad de Nueva York y Stanford han corroborado que existe una correlación negativa entre el uso excesivo de la redes sociales con la salud mental