L marketing decidió que el Minimilk, un helado blanquecino, como enfermizo, con pinta de fantasma esmirriado, tenía que ser el helado sano para que los críos se lo comieran a mogollón sin que saltara la alarma de los padres. Si había chocolates del bocata que presumían de tener un vaso de leche en cada tableta, el Minimilk se vendía como un vasito de leche helada. ¿Pero qué te dan cuando eres crío para que crezcas? Leche a todas horas y como no te sabe a nada, o sí pero no te gusta, la ahogas en colacao o nesquick (que ahí siguen los dos bandos enfrentados). Ir al kiosco y pedirte un helado de leche no parece la llamada más seductora para los críos cuando tienes que competir con helados de colores, formas y sabores estrambóticos. Seguramente, los que comían el Minimilk hoy son presidentes de países o dueños de multinacionales. Pero estoy convencido de que siguen siendo igual de aburridos. Joseba Gorriti

Minimilk

El helado de leche, pensado para los más peques, era algo más pequeño que las alternativas de la carta y también algo más caro que los polos. La gama se amplió con el de sabor a chocolate.