la crisis de los chips

En realidad la crisis no es de chips, sino de los materiales semiconductores que forman parte de los mismos. A finales de 2020, los semiconductores comenzaron a escasear. Goldman Sachs estimó que al menos 169 industrias tuvieron falta de stock, estimando una caída hasta de un 1% del PIB en 2021. Dispositivos móviles, consolas de videojuegos, módems 5G, vehículos modernos, electrodomésticos, etc. son solo algunas industrias que dependen mucho de los semiconductores. El efecto látigo o bullwhip effect es, en su acepción logística, un fenómeno de imprecisión en la estimación de la demanda. Y es lo que parece explicar este suceso.

En complejas cadenas de suministro, cada proveedor solo tiene como referencia lo que le va pidiendo su cliente (su antecesor en la cadena). La percepción de la demanda se va distorsionando a medida que se aleja del consumidor final. Por lo que desde que el consumidor final cambia su decisión, hasta que llega a todos los integrantes de una cadena, pasa tiempo. Problemas como ofertas especiales, stocks de seguridad o cambios de hábitos drásticos por una pandemia, pueden tardar meses en amplificarse. La escasez de chips comenzó con un aumento en la demanda de portátiles, pantallas, videoconsolas y otros dispositivos electrónicos para el trabajo o la escuela desde el hogar durante la pandemia. Se produjo un súbito incremento de la demanda, que ha tardado en generar escasez de disponibilidad, ante la concentración en la producción que existe.

Estarán pensando que entonces lo mejor es que se fabriquen más semiconductores y circuitos. Bueno, no es tan fácil. Los expertos del sector dicen que las fábricas de chips son las más complicadas del mundo. Tanto el gobierno Chino como el de EE.UU., han puesto esto como planes prioritarios. Es decir, fabricar chips en sus propios países. Sin embargo, ni siquiera muestran optimismo en que lo lleguen a conseguir. Corea del Sur anunció un plan para invertir 450.000 millones de dólares en crear una industria de fabricación de semiconductores. Incentivos fiscales e inversión pública serán los motores de este plan. Samsung es el mayor fabricante de chips del mundo. Un total de 42% del mercado mundial de algunos tipos de chips son fabricados por la multinacional coreana. Lógicamente, que esta empresa dependa a su vez de otra que tiene el 85% de la cuota mundial (la taiwanesa TSMC) de una de sus principales materias primas (semiconductores), no es buena idea. Ahí sí puede funcionar bien la inversión pública. ¿Europa? Apenas ha dicho algo.

La fabricación de un chip generalmente lleva más de tres meses e implica disponer fábricas gigantes, salas libres de polvo, máquinas multimillonarias, estaño fundido y láseres. El objetivo final es transformar obleas de silicio (material semiconductor, junto al Germanio), un elemento extraído de la arena, en una red de miles de millones de pequeños interruptores llamados transistores que forman la base de los circuitos (junto a los diodos). Son la base de un teléfono, un ordenador, un automóvil, una lavadora o un satélite. La escala es milimétrica, explicando así su complejidad de producción: en los 6.28 cm2 de un chip, vienen 28.300.000.000.000 transistores. Para conseguir esa precisión a escala macroscópica, se necesita una sala muy limpia. Ahora que sabemos tanto de virus y sus tamaños por las mascarillas realmente seguras, debemos pensar que un transistor es más pequeño que un virus. Una mota de polvo, puede dañar todo.

El efecto látigo debiera hacernos pensar que ante cadenas tan conectadas, cuanto más información del punto final de la cadena tengamos, cuanto menos ruido y más señal tengamos, mejor para gestionar y decidir.

El efecto látigo es, en su acepción logística, un fenómeno de imprecisión en la estimación de la demanda. Y es lo que parece explicar este suceso