Una vida ligada al posfascismo. Así se escribe la historia de Giorgia Meloni. Con apenas 15 años llamaba a la puerta del Frente de la Juventud, los cachorros del posfascismo italiano. Aquella muchacha menuda y de mirada severa iniciaba una carrera consagrada a la política que ahora la ha llevado a lo más alto. Si hay un punto de inflexión en la larga carrera política de Meloni (Roma, 1977) ese fue en octubre de 2019, cuando ante miles de personas en la plaza de San Juan de Roma, feudo sindical, proclamó: “Soy Giorgia, soy mujer, madre, italiana y cristiana y no me lo quitarán”, en ataque directo a la legislación homosexual.

La vida de la “reina” de la ultraderecha comenzó marcada por el sello del abandono. Su madre, Anna, tuvo que criarla sola, junto a su hermana mayor, Arianna, después de que su padre las desamparara marchándose a las Islas Canarias.

La suya era “una familia herida”, una madre y dos niñas bajo el techo de un apartamento de la Roma “bien” que un día salió ardiendo por una vela que las hermanas dejaron encendida en su habitación. “Nos vimos en la calle”, recuerda. Su madre logró vender lo que quedaba de la vivienda y mudarse al barrio obrero de Garbatella, donde entró en contacto con la política, a la que dedicaría su existencia.

En 1996, cuatro años después, la joven, ya conocida por su dureza dialéctica, se alzaba como líder nacional de “Azione Studentesca”, el movimiento juvenil de Alianza Nacional, nuevo rostro del MSI, con la que fue elegida consejera provincial en Roma.

Su ascenso fue meteórico y con 29 años llegó a la Cámara de Diputados, de la que fue vicepresidenta hasta 2008, cuando fue nombrada ministra de Juventud por Berlusconi.

El auge de esta mujer coincide con su presidencia, desde 2014, de Hermanos de Italia, nuevos herederos del MSI, con los que ha logrado conquistar el país. En 2016 intentó ser alcaldesa de Roma, sin éxito, pero obtuvo gran popularidad haciendo campaña embarazada de su única hija.

Desde entonces su protagonismo no ha hecho más que aumentar. Su éxito deriva de la explotación del descontento de la pandemia y su papel como única oposición a la coalición de unidad nacional de Draghi.