ALICE Howland (Julianne Moore) es una mujer triunfadora. Acaba de cumplir 50 años y lo tiene todo. Su trabajo como profesora de Lingüística en la Universidad de Columbia le satisface profesionalmente y disfruta plenamente de su vida personal. Su marido la adora y sus tres hijos, ya mayores, comienzan a independizarse del nido familiar. Su entrega al trabajo y a la familia la tienen todo el día de un lugar a otro, pero es lo que la hace feliz.

Un par de incidentes, sin embargo, la ponen en alerta. El primero tiene lugar en el transcurso de una conferencia en Los Ángeles. Ella, acostumbrada a hablar en público y, al fin, profesional de las palabras, olvida una que es clave en su argumentación y tarda unos momentos en encontrar otra que le permita seguir con la conferencia. El segundo sucede días después a su vuelta a Nueva York. Sale a correr al campus de su universidad y se desorienta: no sabe dónde está ni qué hace allí.

No hay duda. Algo le pasa, y su primer pensamiento es que tiene un tumor cerebral. El nerólogo al que acude, sin embargo, reconoce en sus síntomas otra enfermedad igualmente inquietante: Alzheimer de inicio precoz. Confirmado el diagnóstico, cuenta todo a su familia y su vida da un giro. Durante las semanas siguientes debe hacer frente a las consecuencias que su enfermedad va a tener en su vida de pareja, en su vida familiar y en su exitosa carrera profesional.

Vivir es una decisión En líneas generales, hasta aquí el relato puede ser equiparable al de muchas personas víctimas de esta dolencia. “Me ha tocado a mí, debo asumir que mi vida y la de quienes me rodean va a cambiar”, podría ser el argumento. Pero Alice Howland da un paso al frente. Tras su visita a una residencia para mayores que padecen Alzheimer, decide que no acepta su destino y toma una decisión drástica que afectará a su vida cuando la enfermedad avance.

Y mientras llega ese momento, decide que va a pelear para que lo que más quiere no se deteriore y, sobre todo, para no perder el sentido de sí misma. Es lo que hace más estimulante el personaje de Julianne Moore, su tenacidad, su obstinación, su empeño por hacer frente al olvido echando mano de su sentido práctico y laboriosidad.

Cuando Richard Glatzer y Wash Westmoreland, los guionistas y directores de la película, leyeron la novela de la autora estadounidente Lisa Genovaen la que se basa la cinta, no dudaron sobre el punto de vista que debía adoptar la narración. Para que la película explotase al máximo esta historia, debía ser contada desde la intimidad de la protagonista, desde su propia experiencia personal, íntima y solitaria, desde sus cambios de humor, desde la evolución de su estado mental? Los espectadores siguen en todo momento a Alice, conociendo su evolución y aspectos de su intimidad que el resto de personajes, incluyendo los más cercanos, desconocen.

Por esta interpretación, Julianne Moore ha recido críticas extraordinarias y el Globo de Oro 2015 en el apartado de mejor actriz dramática. Y tras su nominación, su nombre figura en todas las apuestas para los próximos Oscar, que conoceremos en febrero.

Alec Baldwin, como su marido, y Kristen Stewart, Kate Bosworth y Hunter Parrish, como sus hijos, son los principales compañeros de Julianne Moore en esta cinta.

La enfermedad del director Para Richard Glatzer, que comparte con Wash Westmoreland la dirección y la autoría del guion, asumir este trabajo fue muy especial. Unos meses antes de que el proyecto cayera en sus manos, fue diagnosticado de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Un leve problema del habla fue, en su caso, el causante de la visita al neurólogo. El paralelismo era inevitable, ambas enfermedades son incurables y acaban aislando al enfermo, aunque si en el caso del ELA el cuerpo es la víctima pero el intelecto no se ve afectado, en el caso del Alzheimer es la mente la que sufre el ataque de la enfermedad y, en principio, el cuerpo el que resulta indemne.

A pesar de la mella que la enfermedad iba causando en su cuerpo, apenas podía mover manos y brazos, Richard Glatzer se entregó a su trabajo durante todo el rodaje, convirtiéndolo en algo muy especial para todo el equipo, consciente del esfuerzo y compromiso del director.