La planificación anticipada de cuidados es el proceso de toma de decisiones que, desarrollado con la participación de la persona, directamente o de forma representada, organiza los cuidados y los apoyos para la vida cotidiana favoreciendo la autonomía y la atención que desea recibir la persona, en los diferentes escenarios posibles durante su proceso de enfermedad. Esto incluye igualmente la fase final de su vida, en la que intervienen la propia persona o su representante en caso de que necesitara apoyos para la toma de decisiones, y los profesionales encargados de su atención. Si la persona lo considerara, podría incluirse a sus familiares y/o allegados en el proceso.

Como profesionales, debemos facilitar la información necesaria para que la persona conozca la trayectoria de su enfermedad y la posibilidad de agudizaciones u otros problemas intercurrentes, para garantizar que, en el caso de que suceda de forma aguda, y no poder manifestar la persona sus gustos u orientaciones, actuemos en base a sus preferencias y valores.

Es nuestra labor, asimismo, garantizar el respeto a la autonomía de la persona y establecer un diálogo continuado en el tiempo, puesto que las decisiones pueden evolucionar con la persona y ser necesario modificar el plan definido.

Actualmente, en un contexto de longevidad creciente, existe una elevada prevalencia de enfermedades crónicas que, en muchas ocasiones, tienden a la discapacidad, llevando a la persona a una situación de dependencia funcional, ocasionalmente acompañada de deterioro cognitivo, por lo que hay una necesidad cada vez mayor de establecer procesos deliberativos con el paciente y, llegado el caso, su unidad familiar, para consensuar las intervenciones del equipo de atención en los posibles escenarios relacionados con la trayectoria de su enfermedad, especialmente en fases más avanzadas.

Dra. Rebeca Valera, médica IMQ Igurco Bilbozar. IMQ Igurco

Fragilidad



La fragilidad es un síndrome geriátrico que se caracteriza por una disminución de la capacidad del organismo para responder a factores estresantes externos, presentando una correlación directa con malos resultados de salud: discapacidad, institucionalización, hospitalización, estancias hospitalarias prolongadas, caídas y un incremento de la mortalidad.

Los profesionales debemos ser capaces, aplicando índices de fragilidad, de detectar estos pacientes para poder mejorar el diagnóstico de la situación y, así, contextualizar mejor las características de los pacientes complejos.

Debemos ser capaces de transmitir correctamente el proceso de planificación anticipada y la necesidad de tomar decisiones respetando los valores y preferencias de la persona, despejando dudas en cuanto a los conceptos de fragilidad, complejidad de cuidado o situación de final de vida.

El cambio en el modelo de atención nos ayuda a identificar la enfermedad avanzada de forma precoz, nos brinda la oportunidad de iniciar un proceso de planificación de su atención, de forma anticipada, en base a sus preferencias, deseos y valores, y ajustado a las expectativas de la persona y sus familiares o allegados.