El reciente descubrimiento de una chapucera restauración con cemento en un tramo de la Gran Muralla china ha devuelto la atención al peligro que corre el mayor monumento del mundo, siempre amenazado por la erosión, el vandalismo o los deseos de hacer negocio con sus ladrillos.
El gigantesco muro defensivo que los chinos empezaron a erigir hace más de 2.000 años, tan grande que es hasta difícil de medir (los estudios varían entre los 6.000 y los 21.000 kilómetros), es víctima de su propio tamaño, que dificulta su vigilancia y conservación. Ello explica, por ejemplo, que la polémica restauración con concreto en un tramo de Suizhong -a unos 300 kilómetros al nordeste de Pekín- no se haya conocido en la prensa ni haya generado las iras de la población hasta dos años después de terminada, cuando imágenes del horrendo trabajo fueron publicadas en Internet.
“La Gran Muralla tiene una gran historia, y claro, ahora es como un viejecito”, cuenta a Efe el mayor experto en este monumento, Dong Yaohui, quien a mediados de los 80 fue el primero en recorrerla entera -tardó 500 días- para realizar el primer estudio pormenorizado de ella. Dong ha decidido mostrar el peligro que corre la Gran Muralla llevando a periodistas de varios medios al tramo de Jiankou, uno de los más peligrosos y situado a unos setenta kilómetros de Pekín, en el que cada año mueren o resultan heridos algunos excursionistas.
A sus más de 60 años, Dong no se asusta por ello y recorre con gran pericia un tramo muy diferente a los más turísticos, ya que está construido con blanca piedra caliza, en lugar del tradicional ladrillo gris que edifica los visitadísimos segmentos de Badaling o Mutianyu. En Jiankou árboles y arbustos han invadido el suelo de la muralla, reventándolo a veces, y en la parte más escarpada prácticamente hay que escalar, algo a lo que Dong, habitual en la televisión china y autor de numerosos libros sobre la Gran Muralla, parece más que acostumbrado. “Necesitamos la ayuda de otros países, la Gran Muralla es demasiado grande, demasiado larga y su protección es muy difícil”, confiesa.
Dong es el subdirector de la Sociedad de la Gran Muralla, organización no gubernamental que busca concienciar sobre la protección del monumento, y que en los 80 estuvo presidida por el héroe militar Xi Zhongxun, padre del actual presidente Xi Jinping.
Micromecenazgo El experto ha aparecido en los medios últimamente porque apoya el primer micromecenazgo por Internet para reunir fondos con los que restaurar la muralla, precisamente el tramo de Jiankou. La iniciativa ha generado cierta polémica en el país, ya que muchos alegan que es el Gobierno quien debe ocuparse de financiar un monumento que es Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1987, pero Dong subraya que puede ser un buen complemento para un sistema de protección que a veces no es eficiente. “El Gobierno exige que el dinero (de presupuestos) se gaste dentro del año, pero lo aprueba en marzo, el proyecto se concede en septiembre, y ya solo quedan los meses de octubre a diciembre para la reparación”, la peor época para ello debido al frío. El dinero recaudado con su micromecenazgo no tendrá ese límite anual, por lo que podrá ser utilizado mejor, defiende Dong, quien consiguió atraer en un mes a 60.000 donantes y recolectar 300.000 dólares, casi la quinta parte de lo necesitado.
La Gran Muralla nació al mismo tiempo que el imperio chino, en el siglo III antes de Cristo, cuando el soberano que unificó los distintos reinos de la época, Qin Shihuang, también unió las murallas de esos anteriores estados para protegerlos de invasores provenientes del norte de Asia.