Un rayo. El horror. Olor a napalm. Iker Larrazabal se sube a un pelotazo agresivo, lleno de potencia –gasolina para su propuesta–. Iker Larrazabal despega. Black Hawk sobrevolando el Astelena de Eibar. Agresividad. A dentelladas con Iraitz Zubizarreta, un pelotari duro, tremendamente competitivo, pero sometido ante la violencia de su contrincante. El de Baiko encontró el camino del Cuatro y Medio en los cuarteles de invierno, desubicado en ediciones anteriores, cuando descubrió que su pegada, el martillo pilón de la volea, la electricidad de su postura de abajo, pone en serios apuros a cualquier adversario, siempre y cuando haya un control.
Pelotazos a medio frontis que atropellan, sobre chapa, a los pies. El abecé. Y controlar eso... ¿A base de efectos? ¿Explorando las esquinas del frontón? Suena bien, pero el problema es que es muy complicado muñequear y pensar cuando el relámpago te expulsa de los cuadros alegres, la pelota te domina y solo queda llevar a buena. Violento en su desempeño, el alavés fue música y letra este domingo en Eibar para colarse en la liguilla de cuartos de final del Cuatro y Medio. Completa el Grupo A, en el que también están integrados Erik Jaka y Peio Etxeberria (juegan el viernes en Atarrabia) y Ezkurdia (contra quien abre su participación también el viernes en Azkoitia).
La agresividad como argumento
Acertó Larrazabal a la hora de enfocarse. Koldo Iriarte, su botillero, trata de mantenerle en todo momento activo, concentrado. Iker apuntó a Zubizarreta III y le desmontó con el pelotazo de derecha, aprovechó el ariete de su volea –la más violenta de todo el cuadro profesional–, cortó por la pared con la zurda y puso gas al juego. Un polvorín. Al ataundarra no le quedó otra que vivir a contrapelo, esperando una oportunidad. Y, entretanto, Iker encontró arte en el gancho. Con todo, el guipuzcoano engordó sus guarismos con los siete errores de su contrincante, armado hasta los dientes. En una mano la dinamita y en la otra la cerilla. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Larrazabal salió a La Catedral con el planteamiento firme de atropellar a Iraitz y lo cumplió de lleno. Inició con un dos paredes con fortuna, siguió con una carambola de botivolea y un buen gancho. Las bondades del amurrioarra en apenas unos pelotazos. Golpes a 5G, magnificados por una cancha como la del Astelena, rápida.
Ideas claras de Larrazabal
No cedió Zubizarreta, porque en su estilo no se negocia el esfuerzo, pero le tocó bailar con la más fea. Viento de cara. En la diferencia de motor estuvo la clave. El ataundarra, no obstante, apenas regaló –solo un yerro en jugada– y vendió caro su pellejo, mas, dominado, se abrazó a entrar en situaciones complicadas para tratar de salvaguardar su posición, el más difícil todavía. Se registraron igualadas en el cuarto y el quinto cartón. Una tacada de cinco tantos de Larrazabal rompió el abrazo. El 5-10 fue un enorme gancho a bote, una delicia que conjugó músculo y arquitectura.
Con el 7-10, Zubizarreta III cometió una falta de saque y su rival lo aprovechó. Se fue 7-14 en menos de diez pelotazos. Dos saques y dos fallos del pelotari alavés comprimieron el luminoso, pero el 11-14 era un espejismo. Apretó Iker con cargas de profundidad, aprovechó dos saques y un gancho (11-18). Los errores del amurrioarra dieron carrete a Iraitz hasta el 15-19, pero tres tantos de Larrazabal, los tres elaborados con pelotazos de genio, resolvieron el partido. Napalm para desayunar. Un rayo. El horror.