Duración: 55:05 minutos.
Saques: 4 de Retegi Bi por 1 de Urrutikoetxea.
Pelotazos: Se cruzaron 292 pelotazos a buena.
Marcador: 2-0, 3-1, 4-4, 6-5, 7-6, 9-8, 14-9, 17-12 y 22-12.
Botilleros: Julián Retegi asistió a su hijo Julen. Adolfo Agirre aconsejó a Mikel Urrutikoetxea.
Incidencias: Menos de media entrada en el Amorebieta IV de Zornotza.
bilbao. Quebradizo en el forja, en la siderurgia en la que se ha cincelado el Manomanista, la competición más agonística, el maratón de la minería, a Mikel Urrutikoetxea, tieso por los nervios, ovillado el estómago, le astilló el caparazón de Julen Retegi, más armado que en épocas pasadas, más pugilístico que Mikel y su armadura de masai. A Urrutikoetxea le sobrepasó el aliento largo de Julen, su físico mejor horneado y el oficio en los octavos del Manomanista. Combatió Mikel contra un clon, pero palideció ante su reflejo. No le alcanzaron los pulmones, castigadísimo el organismo en un puja telescópica, disputada en las afueras del frontis. Sucumbió el zaratamoztarra ante un pelotari que defiende el catálogo y el libro de estilo que redactó su padre, ese que promueve sortear el juego de aire, barrer la cancha a zancadas y jugar a bote. Julen es el hilo conductor del clasicismo, lejos de la rebelión de los surcadores del aire, de los acróbatas. Mikel, que sorprendió al mito Beloki en un entrenamiento -"tiene un toque especial, diferente", dijo de él el de Burlata-, también es un apóstol de esa corriente del pensamiento, de la ortodoxia y la academia del antiguo Manomanista.
Julen y Mikel propusieron idénticos caminos para sortear al rival. Desgaste, lija, paciencia y pelotazo largo. El remate y los arabescos, para las dejadas. Ahí se equivocó Urrutikoetxea, siempre un peldaño por debajo de Julen, que gobernó el duelo porque su zurda es una maravilla y porque Mikel, encorsetado, atrapado por los nervios, se atascó a la hora de hallar una solución para el laberinto que le trazó Retegi Bi, muy cómodo en un escenario que no le ocultaba cepos ni trampas. Nunca se sorprendió. A Julen le dislocan los duelos que transitan con el juego de aire, con el saque-remate, pero Mikel no le incordió porque se automutiló. Apenas se empleó con el filo y el bisturí. Trató de laminar la resistencia de Julen con la lima de su derecha, pero su tuneladora se quedó corta, demasiado chata. No le bastó a Urrutikoetxea con el látigo para domar a Retegi Bi, que rentabilizó el exigente material de Mikel, sobre todo, después de igualarse en el meridiano.
Julen se dispara Sucedió que Mikel, devastado el físico, aniquilado en un comienzo de mucho colmillo, de forcejeo constante, sin aliento para impulsarse, perdió pie en el Amorebieta IV en la misma medida en la que Retegi Bi expandía su imperio desde su prodigiosa zurda y un motor con más cilindrada. Necesitaba más ideas Mikel, otro catálogo, pero el organismo, que pedía auxilio, le negaba. Incluso cuando se asomó a la balconada del remate, se nubló, ovillado, porque caminó demasiadas leguas por el alambre de su límite. Julen comprendió que no necesitaba exponerse para eliminar de la partida a Mikel, que padecía un calvario en un pelea que se le hacía más empinada a cada tanto. Un choque con Julen, que golpeó con el codo sin querer el costillar a Mikel, le llevó al refugio en el vestuario en los estertores. El retorno a la cancha, tras una exploración, únicamente condujo a Urrutikoetxea a la capitulación, vacío, deshabitado.