La segunda victoria de Jonathan Milan al esprint demuestra que para anular un final entre velocistas exige otra manera de correr, competir y enfocar la carrera. El italiano se ha anotado el segundo triunfo. Era uno de los favoritos, más si cabe con esa caída en el último kilómetro que le ha aclarado el panorama. En cualquier caso, muchos equipos han de reflexionar sobre las tácticas que emplean. Cuando es sabido que hay dos o tres esprinters que son superiores, ir con ellos hasta la meta no deja de ser ir al matadero. Los mejores esprinters fallan una vez, pero difícilmente dos. Esta reflexión respecto a los velocistas sirve para las etapas de montaña. Si esperas ganar a los mejores, es imposible. Por eso son varios los ciclistas y los equipos que deberían cambiar de enfoque. Pienso en los corredores que salen pensado en el podio y que en realidad apenas tienen ninguna opción pero corren al dictado de la lógica, sin buscar otro modo de correr o al menos buscar victorias de etapas desde la primera semana. En cuanto a lo que queda de carrera, salvo hecatombe, Pogacar tiene el Tour en el bolsillo. Seguro que Vingegaard lo intentará porque su equipo corre a ganar y él es muy ambicioso, pero las cosas parecen claras. Para el resto queda un calvario de etapas por su dureza. El Tour se adentra en los Alpes con dos jornadas durísimas. Pienso en esos corredores que están fatigados, que se protegen en la grupeta porque no les da para más. Incluso el último día, el de París, la organización ha diseñado una etapa con un circuito duro. Entiendo que intenten innovar, pero la general está como está. Tal vez la etapa sirva para anular un esprint masivo o para una escapada, pero esa imagen en París, aunque repetitiva, con todo el pelotón junto antes del esprint es un clásico y tiene mucho peso para los velocistas, que desean ganar en la capital francesa.
El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk.