El Col de La Loze es un gigante que saca la lengua. Se burla de los humanos, de su intrascendencia frente a la naturaleza, majestuosa, que hace lo que le apetece. La belleza de lo salvaje zarandea el Tour hacia el altipuerto de Courchevel.
La melodía de seducción antes de estamparse con un muro que solo alivia el calor humano de la afición, que recibe la pena y el jadeo con ternura y tacto. Una pista asfaltada que vigilan los generadores de nieve, congelados en verano, en pausa. Observan el cambio del tiempo, hosco, de repente camino del otoño.
La lluvia empapa la letanía de una montaña delirante, un mar en las alturas, olas de asfalto, tobogán de emociones a 2.304 metros y 26,4 kilómetros de subida al cielo. Desafiante leviatán vallado por telesillas. La pesadilla de una tarde de verano. La mole es una escalada hacia lo desconocido en un final infinito, construido de agonía y miedo.
Excepcional O'Connor
No se asustó Ben O’Connor, valeroso, que hizo cumbre tras una exhibición enorme. Lo gritó a los cuatro vientos para abrir la niebla que cubría la cima tras desprenderse de Einer cuando restaba una escalada enorme.
El australiano retiró el velo blanco tras un logro formidable. O’Connor se anunció en Tignes en 2021 con una victoria similar. Fue el único que precedió a Tadej Pogacar, otra vez sentado en el trono dorado, displicente, a la espera de París, de su cuarta corona.
Atacó sentado a la velocidad de la luz, el método que ha incorporado este curso siguiendo un patrón desconocido –complicado de entender cómo se puede generas más fuerza sentado que cimbreando la bicicleta en una ascensión–, cuando a la montaña apenas le restaban unos centenares de metros y colocó unos segundos más sobre Jonas Vingegaard.
Otra aceleración para desmoralizar al danés, que aún cree en el milagro. Vingegaard, inconformista, trató de hacer palanca en La Madeleine y en el Col de la Loze. Misión imposible. La realidad se impuso al deseo. Nada que hacer frente al esloveno imbatible, que está hecho del material del que se forjan los sueños. El Tour es lo que quiere Pogacar que sea. Indiscutible de punta a punta. Todo lo puede.
Más ventaja para el líder
El esloveno manda en la general con 4:26 sobre el danés, que al menos lo intenta hasta los estertores. Florian Lipowitz, que fue una montaña rusa de sensaciones, está a 11:01 del esloveno. Le rastrea Onley, pegado a Pogacar y Vingegaard hasta el desgarro final .El esloveno es el rey de la carrera y lo evidenció en la montaña que fue su fosa.
Recordaba Tadej Pogacar que el Col de La Loze, donde pereció en 2023, fue “el peor día de mi vida sobre la bici”. I’m gone, I’m dead fue el epitafio que dejó antes de su claudicación. El Pogacar de 2025 no es aquel muchacho frágil, vulnerable y moribundo que acunó Marc Soler en un martirio.
Año y medio después es un campeón implacable, sin poros y menos aún grietas, tras una mejoría psicodélica de difícil explicación. Pogacar ahuyentó los fantasmas del pasado por otra vertiente del puerto, menos salvaje.
Mira a París sin obstáculos a pesar de que aún reste un episodio alpino. El esloveno sobrevuela el Tour. Su plano es cenital y a todos ve pequeños desde las alturas.
La montaña por donde bajan los esquiadores, subió a gatas el Tour. Una bajada a los infiernos y a las entrañas del ser humano. Al sótano del dolor. El ciclismo siempre fue contra la lógica. Pura agonía entre las migas en un Tour famélico. En ese escenario, O’Connor encontró la gloria y Pogacar completó otro episodio hacia la eternidad.
La valentía de Roglic
Imaginar lo imposible construyó las pirámides, edificó el Panteón de Agripa, talló el David de Miguel Ángel, inventó la rueda, alumbró la bombilla, hizo sonar un teléfono o llevó al hombre a la Luna. Primoz Roglic, cuatro veces campeón de la Vuelta, una del Giro y que se quedó a una crono de lucir de amarillo en París hace un lustro, se agarró a una utopía.
El esloveno camina hacia su ocaso, pero aún mantiene la vigencia, la dignidad, el saber estar y el orgullo que rige a los campeones, que nunca dejan de serlo.
Roglic, tantas veces apaleado por el Tour, se embarcó en una aventura con aspecto de misión suicida en las entrañas de los voluptuosos Alpes, que se exhibían con el Glandon (1.924 metros), La Madeleine (2.000 metros) y el Col de La Loze (2.304 metros), montañas colosales, catedrales que conversan con el cielo. Los pilares de la tierra. Hipnótica su presencia, intimidante.
Ante las moles, los seres humanos comprenden su insignificancia, su efímera existencia. Las montañas nos sobrevivirán. Roglic, que fue campeón del Mundo de saltos de esquí siendo joven, entiende el poder de las montañas. Las venera. Acostumbrado a lanzarse al cielo desde un trampolín, el esloveno sabe que hay que subirlas.
El desafío es subirlas para poder disfrutarlas. El esloveno desencadenó una jornada para valientes, ciclismo a cara descubierta, desabrochado. Se vinculó a la cordada que abrió huella en el Glandon. Alejado de Pogacar, que reside en otra galaxia, inalcanzable, el podio era un reclamo para él. El canto de las sirenas a través de los Alpes. Una maravillosa locura.
Tensión en La Madelaine
Establecida la fuga con Roglic, Jorgenson, O’Connor. Arensman, Rubio o Gall, entre otros, en La Madeleine, frondosa la ascensión, verde sereno, los porteadores de Vingegaard aligeraron el ritmo para decapar a las guardia de corps de Pogacar, tachonado a la espalda del danés entre curvas que serpenteaban a través de la fatiga, que corroe los organismos, cuarteado y avejentados en las alturas.
En el tomavistas de La Madeleine, anulada la aventura de Roglic, Vingegaard, acelerado por Simon Yates, desplegó el coraje que le mueve por dentro.
El danés no se entrega. Honra a la carrera. Le gusta pelear. Pogacar, entusiasmado con el pleito, le cosió sin levantarse del sillín. El líder, aislado, sin compañeros, se soldó a Vingegaard, que conectó con Jorgenson para que abriera el camino hacia la bisagra de La Madeleine. En ese baile se desprendió Lipowitz, agrietado del podio.
Tour de Francia
Decimoctava etapa
1. Ben O’Connor (Jayco) 5h03:47
2. Tadej Pogacar (UAE) a 1:45
3. Jonas Vingegaard (Visma) a 1:54
4. Oscar Onley (Picnic) a 1:58
5. Einer Rubio (Movistar) a 2:00
6. Felix Gall (Decathlon) a 2:25
7. Primoz Roglic (Red Bull) a 2:46
8. Adam Yates (Astana) a 3:03
73. Ion Izagirre (Cofidis) a 37:18
113. Alex Aranburu (Cofidis) a 41:29
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 66h55:42
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 4:26
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 11:01
4. Oscar Onley (Picnic) a 11:23
5. Primoz Roglic (Red Bull) a 12:49
6. Felix Gall (Decathlon) a 15:36
7. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 16:15
8. Tobias Johannessen (Uno-X) a 18:31
73. Ion Izagirre (Cofidis) a 3h10:38
75. Alex Aranburu (Cofidis) a 3h13:42
El viento lateral, forzudo, golpeaba la ascensión de Pogacar, Vingegaard y los agentes externos de la escapada: Roglic, Gall, O’Connor, Jorgenson y Einer Rubio. Lipowitz se desgañitaba y estiraba el cuello, pero la vista no le alcanzaba para ver sus estelas.
En el descenso, de una belleza apabullante los lazos de asfalto que acariciaban las laderas con su verde cegador, Jorgenson y Vingegaard tensaron. Presionaban desde dos los puntos cardinales para tratar de desnortar la brújula de Pogacar, aplomado y seguro en un bajada en cascada.
La velocidad, disparada. En el tránsito hacia el Col de La Loze, chisporrotearon unos y otros, pero en el Visma descubrieron que Pogacar no cedería.
O'Connor encuentra el hueco
Jorgenson, O’Connor y Rubio se despegaron ante el estrecho marcaje de Pogacar a Vingegaard. Con ellos se reunió Lipowitz tras el frenesí de la persecución. El alemán lanzó su apuesta en las puertas del Col de la Loze, donde se reanudó la partida, engordado el grupo de los jerarcas. Regresaron Simon Yates y Kuss, con el danés y Adam Yates y Narváez, con el líder.
Esperaba lo más exigente de un puerto suspendido en el cielo de los Alpes, que conecta dos estaciones de esquí con una carretera a ninguna parte. Giro al infierno. Un viaje al horror en su infinito despegue, cinco kilómetros terroríficos con pendientes que no bajan del 9%.
Una montaña asfixiante que arrastra los cuerpos baqueteados de la tercera semana al averno. O’Connor y Einer Rubio bamboleaban su ventaja hasta que el australiano descontó al colombiano. El australiano alzó el vuelo para hacer cumbre. En el cielo vive el esloveno, que encontró la paz en el Col de La Loze. Pogacar entierra el pasado.