Dos días después de verse relegada al segundo escalón del podio en la final de los 400 libres por la portentosa australiana Ariarne Titmus, vencedora con récord del mundo incluido, la estadounidense Katie Ledecky subrayó ayer martes en Fukuoka su condición de nadadora de leyenda al colgarse del cuello la medalla de oro en la final de los 1.500 libres con una autoridad brutal. Insultante. En una prueba en la que no tiene rival –las 16 mejores marcas de la historia llevan su rúbrica–, la de Washington conquistó su decimoquinto metal dorado individual en unos Mundiales –vigésimo en total– colocándose de esa manera a la altura del mítico Michael Phelps –26 en total–, al que podría dejar atrás si triunfa también en los 800, cita en la que parte como favorita.

Si alguna de sus rivales soñaba con que la derrota ante Titmus pudiera hacer flaquear a Ledecky en los 1.500, la estadounidense de 26 años se encargó de demostrar su tiranía de buenas a primeras, coqueteando incluso con registros que la catapultaban hasta la mejor marca de la historia en el primer tercio de la final. En el momento de acabar su exhibición marcó un tiempo de 15:26,27, el tercero mejor de todos los tiempos. Hubo que esperar algo más de 17 segundos para que completara su trabajo la italiana Simona Quadarella, que se llevó la plata, mientras que el bronce fue a parar a manos de la china Bingjie Li.

Tras presentarse en sociedad en Londres’12 conquistando la primera de sus siete medallas de oro olímpicas con solo 15 años, Ledecky arrancó su prolongado carrusel de éxitos mundialistas en Barcelona un año después logrando cuatro victorias. Kazán, Budapest y Gwangju han sido también escenario de sus exhibiciones, con Fukuoka como nueva estación para agrandar su leyenda.

Popovici falla en los 200 libres

Por su parte, el rumano David Popovici, gran estrella de la natación mundial, falló en la final de los 200 libres hasta el punto de quedarse fuera del podio al finalizar en cuarta posición. El vigente campeón de Europa y del mundo de 100 y 200 libres sufrió un brutal hundimiento en los últimos veinte metros de la final. De hecho, a falta de los últimos cincuenta aventajaba en 79 centésimas a su más inmediato perseguidor en una prueba en la que llegó a coquetear incluso con batir la plusmarca mundial del alemán Paul Biedermann en los tiempos de los bañadores de poliuretano, pero acabó absolutamente vacío. Su último largo fue el más lento de todos los participantes, con un tiempo de 28,12. El oro fue finalmente a manos del británico Matthew Richards, por delante de su compatriota Tom Dean y el surcoreano Sunwoo Hwang.