NO hay muchos atletas que hayan sido olímpicos en invierno y en verano y solo uno ha tenido el honor de ser abanderado de su país en dos Juegos consecutivos. Pero Pita Taufatofua quiere ser conocido por algo más que desfilar en Río 2016, a 30 grados, y Pyeongchang 2018, a diez bajo cero, con el mismo torso desnudo y cubierto apenas con la falda tradicional de Tonga. Eso tiene que quedar como anécdotas en la vida de un tipo que ha demostrado sobradamente su amor por el deporte. En la cita brasileña, compitió en taekwondo y año y solo medio después, lo hizo ayer en Corea del Sur en la prueba de 15 kilómetros de esquí de fondo. “Después de Río busqué nuevos retos. Quería probar en el deporte más difícil y no había otro”, comenta el atleta tongano de 34 años, que, evidentemente, no ve la nieve en la Polinesia más que en fotografías.
Él suele recordar que los habitantes de esos lejanos archipiélagos son “gente dura, acostumbrada a navegar en el Pacífico” por lo que el frío no era un inconveniente. Otra cosa es dominar la técnica del esquí con la que Taufatofua empezó a familiarizarse viendo vídeos en Internet. A la hora de llevarlo a la práctica, tuvo que recurrir primero a unas rudimentarias tablas de madera y después a los rollerskis, los esquís con ruedas con los que se entrenan muchos deportistas de invierno de latitudes sin nieve. Al ahora fondista de Tonga, que en su día aprendió a competir en taekwondo con los ligamentos de la rodilla rotos o con fracturas en la tibia y fue rechazado varias veces para jugar al rugby, no le amilanó besar el asfalto muchísimas veces por la imposibilidad de frenar los artilugios que llevaba en los pies. Aunque motivos tuvo para desistir, “me preguntaba en qué me había metido”, el objetivo de ser olímpico de nuevo estaba en su cabeza por encima de cualquier adversidad. Porque no solo el problema era el desconocimiento del deporte, sino la necesidad de bajar de peso: tuvo que perder quince de sus 100 kilos y mejorar su capacidad aeróbica.
Criado en una familia muy humilde en su isla, Pita Taufatofua siempre supo cómo sobrevivir y recurrió a una campaña de crowdfunding para conseguir el dinero necesario y acudir a las distintas competiciones en las que la plaza olímpica estaba en juego. Lo consiguió el día antes de que se cerrara el plazo en Isafjordur, en Islandia, donde acudió en una furgoneta acompañado del mexicano Germán Madrazo y el chileno Yonathan Fernández. Una ventisca de nieve estuvo a punto de dejarles aislados en la carretera, pero llegaron justo a tiempo de tomar parte en la prueba y conseguir la plaza en Pyeongchang.
acabar, un éxito Solo tres meses después de calarse unos esquíes de verdad por primera vez en su vida, Taufatofua volvía a ser olímpico, el único de su país en los Juegos coreanos. “Económicamente estoy peor que nunca, pero nunca he sido tan feliz”, reconoció a su llegada a Corea del Sur con un único objetivo. “Acabar la carrera el mismo día que el resto de mis rivales me dejaría satisfecho”, bromeó. El tongano llegó en el puesto 113, a casi 23 minutos del ganador, el tricampeón suizo Dario Cologna.
Pero Pita Taufatofua no fue el último, dos corredores acabaron por detrás suyo: el colombiano Uprimny y el propio Madrazo. “Nos echaremos unas risas porque son amigos míos y en la cena hablábamos de quién sería último”, comentó el atleta tongano, que se confesó en meta como “la persona con más frío del planeta. Tal vez es porque voy vestido”. Eso sí, avisó de que su historia olímpica no ha acabado: “En Tokio 2020 quiero hacer una disciplina diferente, veremos a ver pero quiero estar en tres Juegos y en tres deportes. Estén atentos al agua”.