bilbao - La nieve no entiende de sexos. O al menos eso piensa Lindsey Vonn (1984, Minnesota), la mejor esquiadora de todos los tiempos. La nieve entiende de pesos, de fuerza, de tacto y de habilidad, pero no distingue si dentro de las botas y del buzo desciende un hombre o una mujer. Y ella se sabe rápida, ágil y veloz. Más que ninguna otra mujer. Su palmarés le avala. 77 victorias en la Copa del Mundo, dos veces campeona del mundo y doble medallista olímpica. Pero quiere más, necesita nuevos retos para buscar su techo. La esquiadora estadounidense cree que esa motivación podría estar en competir con hombres y así se lo ha hecho saber a la autoridad mundial del esquí: ha pedido que le permitan participar en una prueba masculina de la Copa del Mundo de 2018.

Lo cierto es que nieva sobre mojado, puesto que Lindsey Vonn ya realizó esta misma petición en 2012. La Federación Internacional de Esquí (FIS) en aquel momento no lo dudó un instante y su respuesta fue implacable: “Un género no tiene derecho a participar en las carreras del otro género”. Cinco años después parece que Vonn encontrará la misma respuesta a su petición, puesto que nada ha cambiado en el mundo del esquí, salvo que pierde espectadores y seguidores año tras año. Vonn lo vuelve a intentar con más respaldo que entonces y con sólidos argumentos, como el reclamo que supondría para nuevos aficionados. Se espera que la FIS se pronuncie en primavera.

Que Vonn proponga que le dejen competir contra hombres en una única prueba de la Copa del Mundo de 2018 no es casual. Lindsey ha solicitado que le dejen tomar parte en la prueba que se celebrará el mes de noviembre en Lake Louise en Alberta, Canadá, un emplazamiento en el que se siente como pez en el agua. De hecho, allí ha conseguido 18 de sus 77 victorias en la Copa del Mundo. Además, es una instalación que presenta prácticamente el mismo entorno tanto en las pruebas masculinas como femenina, que se suelen celebrar con solo una semana de diferencia. Aunque para entonces Vonn tendrá ya 34 años cumplidos, 2018 es un año olímpico y su afán por acudir en las mejores condiciones posibles a los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, en Corea del Sur, presumiblemente hará que llegue a la cita en un buen tono físico. A pesar de su potencia física, Vonn reconoce que no puede competir con los hombres en cuanto a fuerza se refiere. “No estoy ni siquiera cerca”, admite. Pero la canadiense es una pista en la que prima la delicadeza y el tacto tanto como la fuerza. “La ventaja que tengo es mi capacidad de deslizamiento y mi contacto con la nieve”, afirmó Vonn al Denver Post. “Los hombres tienen la fuerza y yo tengo el tacto. Esa es una razón por la que en Lake Louise potencialmente podría hacerlo bien”.

Josu Gómez-Ezeiza es un investigador de la UPV/EHU, experto en fisiología del deporte, que actualmente también trabaja como preparador físico y asesor de equipos de élite de atletismo, ciclismo y rugby. El científico guipuzcoano señala que “en el esquí alpino la demanda física pura no es tan alta como en deportes como el atletismo, la natación o el ciclismo. Si vamos a estos deportes vemos que entre los 500 primeros del ranking mundial en cuanto a marcas no hay ninguna mujer. Eso nos dice y nos avisa de que hay una diferencia significativa entre los hombres y las mujeres”. ¿Y qué produce entonces esa barrera insalvable? “En el 99% es la testosterona”, explica Gómez-Ezeiza, “esa hormona la segregamos más los hombres y eso nos da más masa muscular, altura, fuerza, velocidad?”.

ENTRENA CON HOMBRES Siendo una ganadora nata, Lindsey no ha dudado nunca en entrenar con hombres para hacer aflorar su versión más competitiva, por lo que competir contra ellos no sería más que una evolución en la búsqueda de sus propios límites. “Me entreno con hombres todo el tiempo y me gusta mucho”, ha dicho en las últimas semanas, “ellos me empujan a ser una mejor esquiadora. Siempre encuentro mi mejor manera de esquiar cuando lo hago contra ellos. Hablo con ellos, tomo su cerebro, veo lo que hacen y consigo ir más rápido. Así que me gustaría tener la oportunidad de competir contra ellos y ver cuál es mi posición”. La propia esquiadora explica que sus opciones de victoria son nulas, pero reclama respeto a su trayectoria deportiva: “Sé que no voy a ganar, pero me gustaría tener al menos la oportunidad de probar. Creo que he ganado bastantes copas del mundo como para que se me tenga el respeto suficiente para darme esa oportunidad”.

Lindsey Vonn esta vez ha buscado aliarse con el equipo nacional de Estados Unidos para trasladar la petición a la FIS. El presidente y director deportivo del equipo americano, Tiger Shaw, la apoya incondicionalmente: “Su deseo de competir contra los hombres es fascinante y me encanta la idea. Ahora tenemos que trabajar en el camino adecuado, la gobernabilidad internacional del esquí está en juego. Tenemos que trabajar con eficacia entre bambalinas mientras ella trabaja en el escenario. Creo que sería muy bueno para el deporte. Tenemos que evolucionar”. Una de las grandes bazas a favor de Vonn está en su capacidad de atracción. La oportunidad de ver a una mujer compitiendo con los hombres sería un imán que captaría la atención del gran público.

El problema es que en la FIS no están por la labor de innovar y hacer experimentos. El noruego Atle Skardal, que fue esquiador de élite y que ahora dirige la Copa del Mundo femenina, ya ha dejado clara su visión sobre el deseo de Vonn: “Yo no veo el interés. Para mí es una comparación sin sentido. No importa si es un segundo por detrás o medio segundo por delante. Una mujer compite contra las mujeres y un hombre contra los hombres. Para mí no importa si un género es más rápido o más lento. Solo porque sea de interés para una esquiadora no quiere decir que sea una buena idea”. Skardal ve posible organizar una exhibición en la que coincidan hombres y mujeres, pero no quiere saber nada de juntarlos en competición oficial: “No veo que vaya a cambiar en los próximos años. ¿Por qué querrías tener una competición en esa dirección?”.

Sobre este respecto, actualmente, hay dos corrientes en el mundo del deporte. Es un debate que ya se ha dado en el COI y en las diferentes federaciones deportivas. “Una corriente es la que quiere juntar a los dos sexos en las competiciones, al igual que en otras facetas de la sociedad”, describe Josu Gómez-Ezeiza, “la otra corriente aboga por mantener separados los sexos en el deporte. Yo estoy en esta segunda corriente. Hoy en día puede parecer que eso es machista y que va en contra de la igualdad de género, pero creo que va a favor de la igualdad. En el deporte se divide a los deportistas por grupos: por sexo, por edades, por pesos o por grupos según desventajas y problemas que puedan tener, como ocurre en el deporte adaptado. Esa división se realiza para justificar una igualdad, para que en ese grupo todos puedan competir en igualdad de condiciones entre ellos”.

El científico tolosarra admite que Vonn es una deportista excepcional muy por encima de las capacidades de sus rivales femeninas, pero cree que es una excepción que no puede romper la regla: “Como científico que vive el deporte, diría que no se le debería dejar competir en competiciones oficiales. Las divisiones están ya hechas para mantener una igualdad, están en el reglamento y están bastante aceptadas en la sociedad. Nadie las discute. Si empezamos a hacer estas pequeñas distinciones, se podría abrir la caja de Pandora en el deporte”. Gómez-Ezeiza, además, invita a reflexionar sobre quién es Lindsey Vonn: “Es una esquiadora muy famosa que tiene marcas muy reconocidas por detrás: Red Bull, GoPro, Rolex? Hoy en día ya sabemos cómo funciona el deporte, que está ligado al comercio y al espectáculo. Puede ser una estrategia comercial de estas empresas para que se hable de Vonn impulsada por cuestiones de marketing a la que luego se podrían haber subido al carro temas de derechos de igualdad”.

Aunque la petición de Vonn parece romper con todo lo establecido, no sería la primera mujer en participar en competiciones masculinas. El deporte de élite ha contado con pioneras que en diferentes momentos han conseguido en alguna medida romper esa barrera. En 2003 Annika Sorenstam pudo disputar el Colonial Invitational en Texas del PGA Tour, lo que la convirtió en la primera golfista que competía oficialmente con hombres desde Babe Zaharias en 1945. Annika no superó el corte. En 1966 Roberta Gibb pasó a la historia al colarse entre los participantes del Maratón de Boston cuando no estaba permitida la presencia de mujeres. Gibb repitió su osadía en los dos años posteriores y décadas después la organización terminó incluyéndola en su palmarés como la primera vencedora en categoría femenina.

Lindsey sueña con seguir la estela de Sorenstam o Gibb, pero seguramente se volverá a topar con el muro de la FIS. En ese caso le quedará una satisfacción, la de un descomunal palmarés al alcance solo de deportistas tocados por un don. Pero también una espina, una duda que le incordiará por el resto de sus días: ¿En qué puesto habría quedado de competir contra hombres?