ROGER Federer y Serena Williams son un modelo de longevidad aplicada al tenis, un deporte que hasta hace unos años estaba dominado por la juventud. En la frontera de los 34 años -él los cumplió a principios de agosto, ella los hará a finales de septiembre-, el suizo y la estadounidense acaban de imponerse en el torneo de Cincinnati y llegan como favoritos al Abierto de Estados Unidos, el último Grand Slam del año en el que pueden batir algunos registros históricos, si es que puede hablarse así de, probablemente, dos de los mejores tenistas de todos los tiempos.
Federer no gana uno de los grandes desde 2012, pero su actuación en Cincinnati, donde se llevó el título sin perder una sola vez el servicio, le ha vuelto a colocar en los pronósticos. Ganar a Murray y Djokovic consecutivamente es un síntoma de buena forma, El de Basilea ha decidido economizar esfuerzos y lanzarse al ataque en cuanto puede. “Estoy listo, me siento fresco”, dice el suizo ante la oportunidad de convertirse en el tenista que más títulos acumule en la era Open en Nueva York, en el jugador más veterano que gane este Grand Slam y en el tercero con más edad en sumar uno de los cuatro grandes en toda la historia, solo por detrás de Ken Rosewall y Andrés Gimeno.
El reto de Serena Williams, que domina el circuito femenino con gran superioridad sobre sus rivales, también tiene tintes de proeza. La jugadora de Michigan aspira a ganar el Grand Slam en el mismo año, algo que solo han conseguido Maureen Connolly en 1953, Margaret Court en 1970 y Steffi Graf en 1988. Además, la estadounidense conseguiría por tercera vez en su carrera encadenar los cuatro Grand Slams y sumaría el vigésimo segundo para empatar con la alemana en el segundo lugar de todos los tiempos.
“Todavía queda mucho por ganar, así como quiero seguir creciendo como jugadora”, asegura Serena Williams, que con la edad no ha perdido la motivación ni el deseo de competir al máximo nivel. Solo ha perdido dos partidos de los 50 que ha disputado en todo el año, el último en Toronto ante la jovencita Belinda Bencic, y aunque su cuadro en Nueva York no es nada sencillo todas saben que el Serena Slam depende exclusivamente de ella. Cuando coloca su servicio y ocupa el centro de la pista, el signo de los partidos lo dicta su superioridad física, sin discusión.
esperando a nadal Serena Wlliams defiende título, lo mismo que el croata Marin Cilic. Nadie espera sorpresas este año y eso sería, sin ir más lejos, un triunfo de Rafa Nadal. El circuito de la ATP lleva todo el año esperándole, deseando su regreso a lo más alto, pero Rafa Nadal no termina de llegar, al contrario. El tenista de Manacor afrontó el primer Grand Slam de 2015 en Australia como número 3 del mundo y mañana saldrá en el Abierto de Estados Unidos como número 8 del mundo. A estas alturas, Nadal acumula ya catorce derrotas, más que nunca desde 2004. Solo ha ganado tres torneos y disputado cuatro finales y puede cerrar el curso sin ganar un Grand Slam por primera vez en una década. El recuerdo de 2013, cuando también regresó de un periodo prolongado de baja para ganar diez torneos y llegar con solo tres derrotas a Nueva York, donde se impuso por segunda vez, es solo eso, un recuerdo.
Porque no sirve como una referencia para el actual Nadal, que no ha conseguido en todos estos meses un nivel de juego fiable para acometer grandes empresas. La trayectoria del balear en estos meses ha estado marcada por la irregularidad y por su fragilidad en los momentos delicados de los partidos. Su derecha ha perdido solidez y su servicio, sobre todo el segundo, se está mostrando débil. Los rivales lo han visto y le ha ganado gente que nunca lo había hecho o que llevaba tiempo sin hacerlo. El dato es curioso: solo uno de los jugadores que han derrotado a Nadal se impuso en el partido siguiente.
Ha sido Novak Djokovic, al que puede encontrarse de nuevo en cuartos de final de Nueva York. Para eso el balear debe superar muchos obstáculos, empezando por un debut nada sencillo ante el joven Borna Coric. El número 1 del mundo, en cambio, llega sin presión, pese a las dos derrotas que ha sufrido en las finales de los torneos previos de Montreal y Cincinnati. El serbio, que solo ha perdido cinco partidos en 2015, busca en el Abierto de Estados Unidos su tercer Grand Slam del año, el décimo de su colección.