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¡Oh capitán! ¡Mi capitán!, la dificultad de liderar una caseta

El veto de los tenistas españoles a la capitanía de la Davis, la autogestión de la selección de baloncesto o los grilletes que esposaron a Del Bosque para componer el plantel ideal de cara al Mundial, subrayan la dificultad de liderar una caseta

¡Oh capitán! ¡Mi capitán!, la dificultad de liderar una casetaFoto: Efe

oH Capitán! ¡Mi Capitán! Nuestro temeroso viaje está hecho; el buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta, el premio que buscamos está ganado; el puerto está cerca, escucho las campanas, todo el mundo está exultante, mientras siguen con sus ojos la firme quilla, el barco severo y desafiante. Los versos pertenecen a un poema escrito por Walt Whitman que quiso homenajear a Abraham Lincoln, presidente de Estados Unidos, que fue asesinado mientras asistía al teatro. El poema honra la figura de Lincoln, emparejándolo con la estampa de un capitán que gobierna un navío con rumbo firme y una tripulación entregada al viaje a pesar de las penurias. El barco está anclado sano y salvo, el viaje ha terminado y se ha hecho; de un viaje temeroso, el barco triunfador, entra con su objetivo realizado, dice otro fragmento del poema. La realidad, sin duda, es más prosaica y apunta a la dificultad de dirigir grupos. Alguno de los últimos episodios que han azotado al deporte español señalan hacia esa dirección. “El ordeno y mando hace tiempo que dejó de funcionar”, advierte Imanol Ibarrondo, coach y director de Incoade, que añade: “O convences y lideras o te sacan el dedo. Nadie te sigue”.

El veto de los tenistas españoles a Gala León como capitana de la Davis, propuesta realizada por la Federación y finalmente aceptada de mala gana por parte de los tenistas; el juicio público al que se sometió Juan Antonio Orenga, el técnico que quisieron los jugadores de la selección de baloncesto para su autogestión pero que después del fracaso del Mundial señalaron como culpable de todos sus males, o los malabarismos que tuvo que realizar Vicente del Bosque, presionado por el esplendoroso pasado y azuzado por un futuro que clamaba una reconversión, para confeccionar el plantel ideal de cara al Mundial llamando a futbolistas que probablemente estaban saciados de hambre y gloria en detrimento de otros jugadores con menos rango y jerarquía, pero posiblemente con más fútbol y entusiasmo, exponen la dificultad extrema de liderar las casetas.

“La clave está en lograr el compromiso de las personas y el compromiso te lo dan o no. El compromiso no se puede conseguir con la vieja fórmula del ordeno y mando. Es un regalo que te hacen los jugadores y se trata de un regalo porque no están obligados a hacerlo. Lo hacen porque quieren, porque les has convencido. Si lo logras irá a muerte contigo, hasta el infinito y más allá. De lo contrario, olvídate”, atribuye Imanol Ibarrondo. “Los vestuarios son sistemas extremadamente complejos, son famosos los ejemplos de vestuarios enfrentados, o futbolistas enfrentados a entrenadores con excelentes resultados. Son variables de difícil predicción, pero cada entrenador es responsable de lo que pasa en su vestuario y por ello debería formarse para estar preparado”, describe Carlos Ramírez, psicólogo deportivo.

En un planeta, el deportivo, en el que el término compromiso esta ajado de tanto uso, no es sencillo encolumnar egos tan diversos, grupos donde el individualismo se cruza en cada una de las juntas de los azulejos de la caseta “como en la vida misma”, matiza Ibarrondo. “El compromiso debe ser con valores, no tanto con las personas, si no surgen problemas”, suscribe el coach. Debilitada la figura del entrenador ante el plantel (es más fácil echar a uno que a once) en determinados momentos la opinión de los deportistas pesa más en las casetas, “aunque todo esto depende de quién lleve el timón de la nave”, expresa Imanol Ibarrondo. Realizado el apunte, los más recientes episodios del deporte español apuntan, sin disimulo, a los precarios equilibrios que se pueden producir en los vestuarios. La negativa de los tenistas españoles a que Gala León sea la capitana de la Copa Davis; las palabras de Juan Carlos Navarro tras la eliminación de España a manos de Francia en el mundial de baloncesto cuando dijo que “no se había preparado bien el partido”, apuntando a Orenga, el seleccionador, o las declaraciones de Xabi Alonso, en las que insinuó la falta de hambre del plantel, derrotada España en la primera fase, un modo de crítica hacia Del Bosque, sugieren cuestiones que se escapan a lo estrictamente deportivo e inciden en las relaciones humanas, en cómo liderar a un grupo de personas heterogéneo. “El ego disparado de algunos jugadores, no es más que la respuesta inconsciente a la incapacidad de lidiar con una situación que supera la capacidad de integración del individuo y eso es algo que cada entrenador tiene que saber”, dictamina Carlos Ramírez, que subraya “la importancia de la formación específica en gestión de grupos por parte de los entrenadores”.

convencer para liderar “Antes que nada, el deportista es persona. Si quien está designado a liderar ese grupo no es capaz de hacer sentir a esa persona importante, valiosa, reconocida, escuchada, etc. no conseguirá el compromiso. Tendrá su obediencia pero no su compromiso y el compromiso es lo único, más allá de las capacidades técnicas, atléticas o tácticas que pueda llevarte a un resultado extraordinario”. El libreto a desarrollar nada tiene que ver con el guion de décadas pasadas. Todo es más complejo, más voluble, más líquido. “Un líder está al servicio del equipo y tiene que conseguir satisfacer las necesidades del grupo, que no sus deseos, no hay que confundir. Porque tal vez el deseo de un jugador sea no entrenar, pero necesita hacerlo”, apunta el experto. Por eso, una mayor atención a las personas, aunque necesaria, “no implica una menor exigencia ni colegueo”, descubre Ibarrondo, contrario al modelo de la autogestión, impronta de la selección de baloncesto. “Eso funciona hasta que deja de hacerlo. Toda va bien hasta que se cae y es imposible remontarlo”.

Le sucedió a la selección española de baloncesto en el último mundial. Cuando necesitaban un entrenador, alguien que les ofreciera soluciones a los problemas que se les presentaron en la cancha no las obtuvieron. Miraron al banquillo y vieron a un técnico, Orenga, desactivado por ellos mismos, que se quedó paralizado. “Estaban acostumbrados a ganar fácil, a que tal o cual jugador resolviera hasta que la dificultad fue mayor y no encontraron soluciones porque no las habían entrenado”. El desafío les superó en la cancha. Luego llegó el clásico sálvese quien pueda y se emponzoñó al seleccionador. A Orenga, que le quisieron los jugadores por su escaso intervencionismo, por su disposición al politiqueo, le lapidaron. “Las luchas de poder, deportivo, unido a un liderazgo mal entendido, pueden dinamitar el rendimiento deportivo”, entiende Carlos Ramírez. El técnico dimitió, mientras el presidente de la Federación, José Luis Sánchez, entregado a los deseos de los jugadores, miraba hacia otro lado, al igual que los jugadores, como si la responsabilidad no fuera con ellos. “Se demostró que los gritos de tal o cual jugador en la caseta no siempre sirven. Tampoco entregarse a los brazos de los jugadores”.

la falta de hambre La disfunción no afectó únicamente al baloncesto. En fútbol, el fracaso mundialista, incapaz España de superar la ronda de grupos, también generó una tormenta que retumbó desde las grietas de la caseta. Vicente del Bosque trató de minimizar el impacto, pero las palabras de Xabi Alonso introdujeron dudas sobre la idoneidad del plantel que acudió a Brasil una vez concluida la competición para los españoles. Antes, en la preselección, Del Bosque intuyó falta de brillo en los ojos de varios jugadores. “La mirada de los jugadores ya no es la misma”, dijo. Era un aviso. “Del Bosque tenía un problema de difícil solución, pero evidentemente no logró conectar a la gente, encenderles la chispa”, expone Ibarrondo. La selección española había ganado todo con anterioridad (un Mundial y dos Eurocopas consecutivas) y dio la impresión de que algunos componentes llegaron con empacho de gloria al torneo. “Del Bosque recibió un grupo y una idea hecha, exitosa y le dio vuelo. Su compromiso, tal vez por su carácter bondadoso, era más con las personas, con un grupo hecho que le llevó a la gloria, que con unos valores concretos. Probablemente su equivocación fue anteponer las personas a los valores”.

Tampoco contribuyó la actitud de algunas vacas sagradas, que sabiéndose lejos de su mejor versión, no se apartaron a tiempo para dar paso a futbolistas con más fútbol, ilusión y colmillo aunque con menos cartel. “El problema de muchos jugadores es que no quieren ver su decadencia, que se resisten a ella. Hay pocos que se retiran a tiempo. Se agarran a cualquier resquicio para autoconvencerse que son los mismo de antes”, describe Ibarrondo, exfutbolista profesional. Xabi Alonso, que destapó la caja de los truenos tras el partido de la debacle ante Chile -“no hemos sabido mantener el hambre, la convicción de ir a por el campeonato. La cuota de alegría y de éxito estaba cumplida, agotada”, aseguró-, Villa o Xavi se despidieron de la selección después del descalabro. Probablemente algún futbolista tendría que haberse echado a un lado antes. Les pudo el orgullo, su idilio con el pasado y el querer seguir jugando a toda costa. “La cuestión es que nadie deja el fútbol, es el fútbol quien te deja”, subraya Ibarrondo.

la última polémica El motín de los tenistas españoles por la designación de la extenista Gala León por parte de la Federación como capitana de la Copa Davis, polémica alimentada por las anacrónicas y machistas declaraciones de Toni Nadal, entrenador de Rafa Nadal, alegando que el sexo de la nueva capitana podría ser un problema de puertas adentro, acentúan las aristas que se producen en ciertas casetas. Si bien el tenis es especial por su propia fisonomía, por su metodología de trabajo, abre otro clase de análisis. “A diferencia de otros deportes, en tenis, son los jugadores quienes contratan a los entrenadores. El punto de partida es diferente. Es normal que sean los tenistas los que consensúen el capitán”, dice el coach. Los tenistas preferían a Juan Carlos Ferrero como guía: un hombre y exnúmero 1 mundial para comandar al grupo. Sea hombre o mujer, “eso es lo de menos”, lo importante es que “tenga capacidad de liderazgo”, insiste Ibarrondo. De hecho, Carlos Moyá, exnúmero 1, que cumplía con todos los preceptos fracasó de mala manera. “El problema es que Moyá no supo liderar al grupo. No es que los tenistas se tiraran del barco, que también puede ocurrir, sino que ni tan siquiera se subieron a él”. ¡Oh capitán! ¡Mi capitán!