bilbao. En Holanda, donde se enraizó el calvinismo, que proponía la reflexión propia para los escritos católicos, la libre interpretación de los textos en lugar de la impartida por los sacerdotes, hay cabida para el debate. Forma parte de la cultura tulipán. De hecho, los moteros no tuvieron inconveniente en trasladar las carreras a la fecha del sábado porque en jornada dominical competían con la misa. Todos contentos. Ayer hubo debate, magnífico, excelente, exquisito... hasta agotar los calificativos. Se resumen con la mejor carrera de la temporada, pero el reducto lugar para la felicidad era exclusivo. De hecho, solo el genial vencedor Maverick Viñales quedó satisfecho al descabalgar su montura en el gran premio de Moto3. Bueno, y Efrén Vázquez.

El piloto bilbaino, según juzgó, arregló el fin de semana, el más desastroso del curso. El de Rekalde largó en su empresa de remontada desde la 24ª pintura de la parrilla y, después de sortear quince motos, de escalar la cumbre de quince posiciones, fue noveno. "Debemos estar contentos después de cómo ha transcurrido todo". Ese todo se cuenta por una rotura de motor el jueves que hipotecó dos entrenamientos de tres transcurridos antes de que Efrén se fuera al suelo en la tanda de calificación del viernes. Objetivamente, el componente del equipo LaGlisse llegaba con 18 vueltas prácticas (ante las, por ejemplo, 58 de Viñales), 8 en la qualifying y 10 en el warm up. O sea, sin ritmo ni puesta a punto. Improvisando. "Hemos sabido reaccionar", se congratulaba, saboreando su única satisfacción en Holanda. Vago consuelo si solo se tiene en cuenta el envoltorio y no el contenido.

"Con un buen planteamiento sabíamos que podíamos llegar", confirmaba. Si bien, debió afincarse en la prudencia. "Era muy fácil cometer un error". Muy sencillo dejarse guiar por frustraciones, por la desubicación de rodar por entrar en las posiciones de puntos. Encima, "en las dos primeras vueltas no encontré el feeling de otras ocasiones para adelantar", de modo que Efrentxu se inclinó por un ritmo sostenido. Aparcó las bravuras. Si se puede hacer dentro de un vertiginoso ascenso y su consecuente riesgo necesario.

El pelotón, de unas 20 unidades, era una inédita representación de carrera. Iban matándose sobre la moto. Encarnizado. Lo más parecido al boxeo de dos ruedas. O pegas o recibes. El más perjudicado era precisamente quien buscaba la cordura, la lógica que da la condición, el talento. Viñales sobrevivía en la zona delantera ante el ring de KTM, con los púgiles Kent, Cortese y Salom. De hecho, fue Mav quien estableció el corte definitivo. A los citados se sumó Rossi en la disputa por la victoria. "En una vuelta podías adelantar a cinco pilotos y perder las mismas posiciones en la siguiente, lo que complicó mucho las cosas y era un riesgo añadido. Por eso, a mitad de la prueba me he dado cuenta de que tenía que tomar la iniciativa y tirar delante", relataría a la postre. Mav obró.

En el segundo grupo viajaba Efrén, quien llegó a escalar hasta el séptimo lugar, pero se vio mermado por su derroche físico en los primeros dos tercios de la prueba. "Nos ha penalizado el esfuerzo inicial, pero no me he guardado nada", apostillaba, elogiando el tino de su equipo en la configuración de su Honda y el hecho de haber "incluso luchado por la sexta posición". Su liza por definir el resultado comenzaría a cuatro vueltas del final, el mismo lapso escogido por el quinteto destacado para consumar.

viñales y su arte El debate subió de tono. Cortese tocó a su compañero Kent después de acongojarle en otras ocasiones, sacó de pista a Viñales; Salom se colaba por cada grieta sin piedades; Rossi tal vez era el más conformista con estar ahí, y Viñales repartía para todos y lo hacía con mayor ética profesional. Sin poner en riesgo la continuidad en pista de los demás. Lo cual es más admirable, entre otras cosas, porque destila grandeza, superioridad, por la innecesidad de apelar a códigos cuestionados. A pesar de que "las KTM corrían mucho", atestiguó. Son los misiles de Moto3. Pero en conjunto, moto y piloto, inferiores a un Viñales que en La Catedral refortaleció su liderato. No solo con el pragmatismo de 25 puntos, sino con aires de autoridad que invitan al máximo respeto y, seguro, al miedo deportivo. Lleva tres triunfos seguidos. Y en el debate de ayer no solo convenció. Enamoró.