LOS campeones no se hacen en los gimnasios; están hechos de algo inmaterial que tienen muy dentro de ellos. Es un deseo, un sueño, una visión". Lo dijo Muhammad Ali, El más grande.
Dicen que dentro del armazón de cada persona reside un campeón. Dicen que alcanzar semejante condición es cuestión de convicción, de fe, de confianza. Más bien, autoconfianza, la que uno deposita en uno mismo, porque solo así se llega a proyectar de puertas afuera, de contagiar allende la estructura física de cada ser humano.
Ocurre estos días en la NBA que un jugador ignorado se ha transformado bestialmente en el nombre más sonado. Quién sabe si tan efímero como anecdótico, trending topic, como dicen las nuevas generaciones twitteras. Lo cierto es que ha tocado el corazón de todo hijo de madre. Es un caso tan peculiar como la propia disposición de Jeremy Lin de creerse estelar. Lo suyo es una de las oportunidades mejor aprovechadas.
Repasando, Lin promediaba unos 4 puntos y 2 asistencias por noche en los apenas 40 partidos disputados en sus dos últimas temporadas en el vestuario de los Golden State Warriors. Unos discretos registros.
Todo comenzó, su eclosión, cuando los New York Knicks, su nuevo equipo, perdieron a Carmelo Anthony, por lesión, y a Amare Stoudemire, por el abatimiento del fallecimiento de su hermano. El equipo neoyorquino no sumaba en las canchas, el técnico Mike D'Antoni no encontraba correspondencia en Bibby y Shumpert. En la tempestad, arreciando, D'Antoni hizo un desesperado acto de fe. Puso a Lin sobre la cancha. La desgracia y vagas actuaciones de sus compañeros dejaron el puesto de base en rebajas, visos de ocasión en la Gran Manzana. Y este convirtió sus minutos en oro. Un rey Midas.
Desde que juega, los Knicks solo saben ganar. Magia no, Lin. ¿Mago? Hay quien se mofa y se ciñe a una racha. Suman cinco victorias y Lin, al mando en todas. En la era moderna, desde 1976, nadie ha anotado más puntos que él en sus cuatro primeros partidos como titular; ha destronado a Iverson. No se sabe si tendrá poso, si será una moda o un estéril espejismo. D'Antoni habla de "realidad". Alguno lo tilda demencia. Como si lo de Lin fuera obra de su inconsciencia. Seguro, hay algo de psicología en ello. La cierto es que los Nets (25 puntos, 7 asistencias y 5 rebotes), los Jazz (28 p. y 8 a.), los Wizards (23 p., 10 a. y 4 r.), los Lakers (38 p., 7 a. y 4 r.) y los Timberwolves (20 p., 8 a. y 6 r.) son sus víctimas. Números que asustan. El embrión del escándalo protagonizado ante los angelinos lo puso Kobe Bryant. "Me hablan de él, pero no sé qué ha hecho", largó, antes de ver a Lin presentándose con 38 puntos en el Madison Square Garden, donde días antes tuvo un problema con los guardas de seguridad accediendo a las instalaciones porque no le reconocían como jugador. Yellow mamba, tildaron a Lin-creíble como burla para Bryant, que cambió su discurso tras padecer la vergüenza y rectificó con loas para el nuevo fetiche.
altavoz para la denuncia Para comprender el fenómeno Lin hay que regresar al pasado. Tiene 23 años -curiosamente nació el mismo día que Bryant, 23 de agosto, pero 10 años más tarde-. Es californiano, de padres taiwaneses que le han dado ese halo exótico que tanto ha acusado a lo largo de su trayectoria. Es el primero con esas características, con esa ascendencia en la NBA. Algo que le ha llevado a ser una especie de ariete que ha percutido contra portones de racismo. Así lo atestigua; no se muerde la lengua. Aprovecha el altavoz de la genialidad para ajusticiar causas. "La gente habla de mi nacionalidad, pero lo importante es que soy un jugador de baloncesto".
En la Escuela Palo Alto, California, en su último curso, Lin, con 15 puntos y 7 asistencias, lideró a su equipo hasta alcanzar el Campeonato estatal. Aunque solo las universidades de Brown y Harvard le tantearon. Se mudó a la segunda, donde estudió económicas. Brilló dentro y fuera de las aulas, destacó especialmente en un partido ante los Huskies, con 30 puntos. Ese día, desde la grada se puso escuchar de modo despectivo: "Sopa de wonton".
Lin, SuperLINtendo le dicen, formó parte del Draft de 2010. Pero solo encontró hueco gracias a una invitación de los Dallas Mavericks. Allí jugó la liga de verano y recibió ofertas de contrato. El californiano eligió los Warriors. En este hogar apenas contó con minutos y fue enviado en dos ocasiones a la Liga de desarrollo antes de ser liberado. Días después fichó por los Houston Rockets y dos semanas más tarde volvió a ser retirado. Así, el 27 de diciembre de 2011 los Knicks contrataron sus servicios por 700.000 euros al año (sueldo mínimo en la Liga), siendo el segundo peor pagado de la plantilla.
Ahora, tras cinco comparecencias de fortuna, salta la banca. Los concursos televisivos le buscan mote. La venta de entradas se dispara para ver a los Knicks, a Lin, el hombre del deseo, el sueño, la visión.