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El último cara a cara

Slater logra su undécimo título mundial en el aniversario de la muerte de Irons

El último cara a caraFoto: afp

bilbao. "¿Cuáles eran las posibilidades de salir ganador en el aniversario del fallecimiento de Andy (Irons)?", exclamó Kelly Slater tras salir del agua proclamado ya como flamante propietario del título mundial. El destino, impredecible y travieso, se fijó el pasado martes en el mundo del surf para hacer de las suyas y unir, de nuevo en la actualidad, a los dos iconos más laureados de este deporte. Mientras que en la arena se lloraba el año sin el surfista hawaiano, en el mar Slater hizo de las suyas y sacó una necesaria sonrisa a todos los que se acercaron hasta la costa de San Francisco. Sin dedos suficientes para enumerar tantos triunfos, el estadounidense dio, a sus 39 años, un nuevo recital de fuerza y elegancia que hizo aburridas todas las apuestas y, en dos magníficas olas, certificó su undécimo título mundial.

El integrante del equipo de Quik-silver se convierte en el surfista más joven y más veterano que logra hacerse con el codiciado cetro mundial y, con este nuevo triunfo, no hace sino seguir ridiculizando sus propios récords. Sin embargo, Slater no quiso que el dos de noviembre pasara a la historia por su victoria en las frías aguas de San Francisco. Era una fecha demasiado señalada como intentar hacerle sombra con nimiedades: "Ganar el título mundial es una noticia secundaria por detrás de la memoria de Andy", se sinceró. Porque el pasado miércoles se cumplió un año del fatídico día en el que la leyenda hawaiana perdió la vida en un hotel de Dallas, solo y lejos de casa.

Doce meses sin el jinete de las paredes saladas que, aunque cuestionado por su tonteo con las drogas, dejó claro que su única obsesión fue el mar. Un loco por las olas grandes, hijo predilecto de Teahupoo, que transformó su lema 'todo o nada' en una forma de vida; y su competitividad convirtió a Slater en el sol que alumbra al surf desde hace dos décadas. Por eso, el nuevo título mundial del estadounidense lleva en parte su nombre: "Este campeonato es muy especial para mí, es una forma de celebrar mis recuerdos con Andy y estar pensando en él", explicó el de Quiksilver.

A Slater le bastaron dos mangas para subirse al primer escalón de la élite surfera, puesto del que no ha bajado nunca, y dictar cátedra a la nueva generación de malabaristas que dominan el tour esta temporada. Incombustible y relajado, disfruta de cada manga como si surfear, más que su profesión, fuera su afición. Ya no tiene que demostrar nada, su calidad está contrastada con once títulos, pero la conformidad no va ligada a su ser y trabaja por seguir mejorando. "La gente habla siempre sobre mi edad pero, para mí, los años son solo un número. No veo por qué incluso a los 50 no puedo estar en mejor forma que ahora", dijo haciendo un guiño a los rumores que le retiran tras esta temporada.

Manga decisiva Un inicio dubitativo en su manga de la tercera ronda, la decisiva, contra Daniel Ross, hizo temer las peores previsiones de los seguidores del estadounidense. Su oponente lideraba el marcador en los primeros minutos del duelo y Slater se mostró nervioso cual principiante. No le gusta que su contrincante capture una buena primera ola sino que prefiere imponer sus condiciones y, de ahí que sus intentos por puntuar fueran al agua. La multitud, extrañada, no supo como reaccionar. Kelly nunca abandona su tabla. Las posibilidades de que Ross pospusiera el nuevo título del estadounidense cada vez eran más factibles, pero entonces Slater se colocó su traje trabajo y comenzó a regalar giros potentes y posturas imposibles sobre su tabla, marca de la casa. Lo deás es historia.

Salió del agua en brazos y, mientras la masa le aclamaba, Slater llamó a la calma, respiró y pronunció un nombre: "Andy Irons". Mucho se habló de la intersección de su título con la muerte de su antagonista pero, en un bonito gesto, Slater superpuso la muerte de su amigo a su triunfo. Un emotivo minuto de silencio antes de saltar la euforia. Y después, tal y como Irons hubiera querido, corrió la cerveza.