Desde Bermeo al mundo: raíces locales, impacto global
Escribo con la resaca emocional de lo vivido estos días en Niza. Mientras el Mediterráneo se abría azul e inmenso ante nosotras, sentimos con claridad lo que significa formar parte de una cadena que empieza en nuestras costas y se proyecta —literalmente— hacia todos los océanos del mundo. La Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas no ha sido solo una cumbre internacional más. Para quienes formamos parte de la asociación Bermeo Tuna World Capital, ha sido un punto de inflexión: un momento de reconocimiento, de conexión profunda con nuestros orígenes y, sobre todo, de responsabilidad renovada hacia el futuro.
Bermeo ha hecho de la pesca de túnidos mucho más que una actividad económica: es cultura, es historia, es identidad. La mar y el océano forman parte de nuestro ADN colectivo, pero también de la visión de futuro que proyectamos como comunidad. Por eso, cuando llegamos a Niza representando a Bermeo Tuna World Capital, no lo hicimos solas ni por nosotras mismas. Llegamos con el peso —y el orgullo— de una historia compartida, de un legado que hoy se expresa con vocación global, pero con raíces firmemente ancladas en lo local. Lo llamamos Bermeoko erara, y no es solo una manera de hacer las cosas: es una forma de entender el mundo, desde la humildad, el compromiso y la colaboración.
Estos días hemos tenido la oportunidad de compartir esa forma de hacer con representantes de todos los continentes. Hablamos de sostenibilidad, sí, pero no como un término vacío o una moda, sino como una realidad concreta, exigente y cotidiana. Una sostenibilidad que tiene rostro y nombre: el de las personas que trabajan en nuestra flota de bajura o en aguas internacionales; en las conserveras que dan continuidad a una tradición centenaria; en las empresas que apuestan por innovar sin perder el compromiso con la comunidad; y también en quienes, desde casa, sostienen en silencio la dureza de una profesión muchas veces invisibilizada.
Por todas esas personas, fue un verdadero honor haber sido seleccionadas para organizar uno de los eventos oficiales de la conferencia. Bajo el título “Transformación local para un impacto global: Economía azul sostenible y gobernanza multiactor para avanzar en el ODS 14”, compartimos espacio con representantes de Hawái, Paraná (Brasil) y Shizuoka (Japón). Y lo que encontramos fue un reconocimiento mutuo: que, más allá de las diferencias geográficas y culturales, compartimos retos estructurales similares. La presión sobre los ecosistemas marinos, la necesidad de transiciones energéticas justas, la lucha por una economía del mar que no deje a nadie atrás.
Comprobamos que las soluciones que ensayamos desde lo local —cuando se hacen con rigor técnico, alma colectiva y visión compartida— pueden tener un eco global. Porque los territorios que se atreven a innovar sin olvidar quiénes son tienen mucho que ofrecer al mundo. Porque la sostenibilidad solo es real cuando se vive desde abajo, desde lo próximo, desde quienes conviven a diario con el mar.
En nuestro caso, compartimos una visión de economía azul justa, responsable, circular y regenerativa. Una economía que no contrapone lo social y lo ambiental, ni lo económico y lo comunitario. Que entiende que el mar no es solo una fuente de recursos, sino también un espacio de cultura, de memoria, de derechos y de innovación. Y que tiene en los túnidos —y en toda su cadena de valor— un espejo potente de todo lo que está en juego.
Porque no se trata solo de pescar, procesar y vender. Se trata de cómo lo hacemos, con quiénes lo hacemos y para qué. Desde Bermeo defendemos una cadena de valor que cuida el recurso, pero también a quienes lo hacen posible. Que apuesta por la trazabilidad, pero también por la transparencia. Que incorpora innovación, pero sin desconectarse de la identidad. Que entiende que la calidad no está reñida con la justicia, ni el rendimiento económico con el medio ambiente.
El día previo a nuestro evento, tuvimos el privilegio de participar en una mesa redonda junto a representantes de UNESCO y del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC para hablar de cómo la equidad de género puede acelerar la sostenibilidad de los océanos. Desde Bermeo Tuna World Capital expusimos el papel de las mujeres en la cadena del atún: haciendo visible lo invisible, reconociendo trabajos esenciales —desde el mar a la fábrica, pasando por la logística y la gestión— y destacando los avances que nuestras asociadas están impulsando para lograr una igualdad real, efectiva y justa. Fue un espacio de escucha, aprendizaje y reafirmación de algo que sostenemos con firmeza: no hay sostenibilidad sin justicia social. Y no hay justicia social sin justicia de género.
El modelo que hemos ido construyendo desde Euskadi, a base de cooperación, alianzas y compromiso, no es perfecto. Pero sí profundamente transformador. Porque pone en el centro valores que hoy resultan más urgentes que nunca: la corresponsabilidad, la colaboración público-privada, la equidad, el cuidado del planeta, de las personas y de los territorios. Un modelo que demuestra que el desarrollo sostenible no es un eslogan, sino un camino concreto y exigente que se recorre paso a paso. Con compromiso y convicción.
En Niza tuvimos la oportunidad de demostrar que otro modo de hacer es posible. Que cuando lo local se cuida, lo global también florece. Que lo que hacemos desde Bermeo tiene sentido no solo para nuestro entorno inmediato, sino para los océanos del mundo y para las generaciones futuras. Porque nuestra forma de hacer —Bermeoko erara— se mantiene firme allá donde nuestra flota tiene base de operaciones y contribuye a generar oportunidades y desarrollar comunidades. Una flota que tiene su origen en Bermeo, pero está presente en los océanos Atlántico, Índico y Pacífico.
Por eso, hoy no pretendo solo hacer un repaso de lo que hemos vivido en la conferencia. Quiero, sobre todo, invitaros a mirar con más atención —y con más respeto y orgullo— lo que hacemos desde los territorios en los que nuestra flota, nuestro producto, y por tanto Euskadi, está presente. A reconocer que las grandes soluciones a los desafíos globales no llegarán únicamente desde las capitales o los centros de poder, sino también desde los pueblos y comunidades que han sabido combinar la sabiduría heredada con el compromiso de adaptarse, aprender y seguir avanzando.
La cadena de valor del atún y del bonito del norte de Bermeo es una de esas joyas que tenemos cerca, pero que a veces no valoramos en toda su magnitud. Es una cadena viva, compuesta por personas, historias, aprendizajes y esfuerzo colectivo. Es un modelo que demuestra que se puede competir sin perder los valores que nos definen. Que se puede ser internacional sin dejar de ser profundamente local.
Y estos días en Niza, ese modelo ha sido escuchado, valorado y reconocido. No como una excepción, sino como una inspiración. No como algo folclórico o nostálgico, sino como una alternativa sólida, moderna y viable.
Nada de esto habría sido posible sin una red de aliados que han creído, como nosotras, en la fuerza de lo local como motor de cambio global. Gracias a la oficina de la Coalición Local 2030 de Naciones Unidas en Bilbao y a UN Etxea por su cercanía y compromiso. A los hubs de Local2030 de Hawái, Paraná y Shizuoka, con quienes compartimos aprendizajes, estrategias y visión. Gracias por mostrarnos que no estamos solas.
Y un agradecimiento especial al Gobierno Vasco y a la Diputación Foral de Bizkaia por su apoyo constante y vital, sin el cual Bermeo Tuna World Capital no podría estar presente en foros internacionales de este nivel ni construir los puentes necesarios para que nuestras voces lleguen lejos.
Terminamos esta experiencia con una certeza renovada: lo que hacemos desde Bermeo, Bizkaia y Euskadi importa. Bermeoko erara tiene algo valioso que ofrecer al mundo. Y lo seguiremos haciendo como siempre: con esfuerzo, en equipo, con los pies en la tierra, la mirada en el horizonte… y el corazón en la mar.
¡Abante! l
Directora general de la Asociación Bermeo Tuna World Capital