OS vamos de vacaciones. Los treinta días que cada año pintábamos de rojo, bailan inseguros sin saber el destino que ocuparán en el lugar de descanso. El mapa se ha hecho más pequeño y los lugares vacacionales más cercanos. En 2020 no necesitamos vacunas ni pasaportes, buscaremos el sol dentro de nuestro propio país -quizás una isla, si quiere ilusionarse-, prepararemos una maleta que no va a volver llena de olores exóticos y una colección de fotos con palmeras y animales salvajes. Nos quedaremos más cerca. Y quizás hasta descubriremos que puede ser tan placentero un mar próximo que, por obvio, habíamos tachado de nuestro plan de verano. Los modistos italianos, Dolce&Gabbana -que también tan tenido que reinventar la forma de presentar sus modelos-, dicen que "el cambio es importante: contar cada vez una historia distinta, pero al mismo tiempo reconocible".

Si todo va bien, dejaremos para el año que viene el Valle de los Reyes, Nueva Delhi y Samarcanda. Aunque seguiremos soñando con la ruta de la seda, las tumbas de los faraones y el colorido de la India. Todo sigue igual, en el mismo lugar, las ciudades no se trasladan, somos nosotros los que las ocupamos por unos días y las dejamos sin haberlas comprendido, envueltas siempre en la nostalgia. Como dicen, viajar es el único vicio que cuesta dinero pero devuelve enseñanza.

Vamos a volver a preparar nuestra maleta y a viajar. Es posible que nunca estuvo en nuestra cabeza ir al final del mundo, un final lejano en el pasado y hoy accesible. Finisterre, en Galicia, sigue siendo el camino de las estrellas que termina en el mar. ¿Ha estado usted allí? ¿Ha oído el canto risueño del agua de las fuentes de la Alhambra un anochecer en verano? Fue el sueño de Hillary y Bill Clinton. El presidente norteamericano manifestó que asistió a "la más bella puesta de sol del planeta". Puede llegar en coche, con una parada de descanso.

También el valle de Arán en verano es verde y oloroso, no se parece en nada al sitio que en invierno se viste de blanco. Las casas están llenas de flores y los restaurantes ofrecen cartas particularmente exquisitas. Practicar el senderismo, en los lugares que se llenan de nieve en diciembre, es un placer.

El placer de la lectura le da muchas oportunidades. Si usted leyó La Regenta, vaya a su encuentro y sienta su presencia en Oviedo. Las mismas calles recoletas, los adoquines de piedra, la iglesia donde la dama confesaba sus pecados al torturador de su vida. Ya estarán abiertos los bares y podrá degustar un vaso de sidra fresca.

Refrescante es un amanecer en Cangas, Lekeitio, Cambrils y tantos puertos marineros. Es emocionante estar en el puerto cuando los barcos de pesca llegan con sus redes desbordantes, un espectáculo que igual no ha disfrutado nunca de cerca. El olor a sal y los saltos plateados de los peces entre las redes, que desprenden esta gozosa carga, le hará un revoltijo de emociones en el estómago.

Emociones como encontrar la ruta de los conquistadores, esos héroes marineros que dieron la vuelta al mundo, si haber visto nunca el mar. En Extremadura hay un rastro que se difumina como una estela de fuerza de voluntad que dejaron aquellos soñadores, los más soñadores del mundo. Busque en Trujillo, Olivenza, Guadalupe, Cáceres y Jerez de los Caballeros a Vasco Núñez de Balboa, Orellana, Pizarro y Hernán Cortes.

Y no olvide, San Sebastián. En septiembre no tendrá estrellas de la pantalla, pero Donosti, como una sirena dormida, continuará poseyendo una de las playas más hermosas del país.

Ver los escenarios de los rodajes cinematográficos se ha convertido en un pasatiempo fascinante, siempre lo hemos tenido al lado sin ver. Por ejemplo, San Juan de Gaztelugatxe, hasta que se convirtió en set de rodaje de Juego de Tronos, no éramos conscientes de este paisaje deslumbrante.

Pasó lo mismo con la belleza del Baztán, lluvioso o con sol, envuelto en la mitología vasca que pinta cada casa de misterio. La habíamos olvidado teniendo el valle tan cerca y tan lejos. El relato de Dolores Redondo consiguió pegarnos esa humedad perenne del valle navarro.

Vitoria, la ciudad blanca, la descubrimos con nuevos ojos a través de Eva García Sáenz de Urturi. Vuelva de nuevo a la capital de Euskadi -después de haber leído la trilogía- y descubra, aunque seguro que lo sabe, el por qué hoy ha averiguado el mundo que aquí tenemos una flor de invierno que llamamos Eguzkilore y que nuestros abuelos la ponían en las puertas de las entradas de las casas para evitar que los malos espíritus traspasasen el umbral.

Más divertido es pasear por las calles de Leiza donde Karra Elejalde, Dani Rovira y Clara Lago pusieron de moda nuestro querido Euskadi con la película Ocho apellidos vascos. Este verano tendrá menos visitantes que pocos meses después del rodaje. En aquel tiempo todos querían ir a la casa dónde vivía la novia, al bar y al puerto de Zumaia donde nos reímos tanto de nuestras propias manías.

Más internacionales son las playas de Almería donde el Cid se hizo inmortal con la cara de Charlton Heston y Lawrence de Arabia resucitó en las dunas de sus arenales. Quizás entre la bruma vuelva a ver a Peter O'Toole vestido de inmaculado blanco. Por aquellas tierras vaga Clint Eastwood y la ciudad fantasma del oeste. El viento aún silba la música de Ennio Moricone, El bueno, el malo y el feo. Cuentan los lugareños que Eastwood nunca se quitó el poncho con que salía en las películas que se rodaron allí.

Hay muchos más sitios -tantos- para volver a escribir una lista de deseos sin necesidad d e subir a un avión.

Y, ahora qué.

Pues baje su maleta del altillo, mejor pequeña porque se ha demostrado que el por-si-acaso no sirve de nada. Todo ocurre sin avisar. En tres meses ha cambiado nuestra vida, pero tenemos que seguir buscando la felicidad, una felicidad, como dice el antropólogo francés Marc Augé, en tiempos difíciles.

La gran palabra felicidad es, igual que muchas cosas que deseamos en abstracto, un gran tópico. Augé ha escrito un libro -Las pequeñas alegrías- donde explica de modo muy sencillo que cada uno tiene sus propias pequeñas alegrías. Para el escritor, sus alegrías menudas son: "Reencontrarse con una película que me marcó de joven, volver a dar un paseo después de una estancia en un hospital, tomar un vino en el bar de la esquina€ Actividades humildes, nada trascendentales, pero que se convierten en experiencias excepcionales porque les otorgamos un valor (ya sea el recuerdo, la emoción que nos hicieron sentir, la sensación de libertad). Seguramente después del confinamiento muchos experimentarán sensaciones parecidas con actividades a las que hasta hace poco no les daban importancia. Los abrazos, por ejemplo, con nuestros seres queridos".

En la maleta, haga un sitio a la esperanza. Y a comenzar las vacaciones.

* Periodista y Escritora