POR fin. Ya hay presidente y, por tanto, ya hay gobierno. De coalición, pero eminentemente socialista. Ahora se abren las conjeturas, amenazan todo tipo de dudas y, peor aún, afloran todo tipo de especulaciones, aunque a la vez se inicia una travesía nueva e inexplorada como es un gobierno de coalición que, a su vez, necesita de la aportación o apoyo de otros tres o cuatro partidos españoles para sacar adelante la mayoría de las propuestas que derivan del Programa Electoral socialista, previamente completado por las exigencias de los involucrados. ¿Cómo interpretar lo acontecido en los debates que han precedido a la sesión de investidura imprescindible para la configuración del gobierno definitivo?

España -y los españoles- ha llevado los últimos 200 días con gobiernos en funciones. Al menos durante dos o tres años los sucesivos ejecutivos no solo han sido provisionales e improvisados sino que han sufrido una precariedad que ha convertido el Congreso en una especie de Patio de Monipodio. Por eso la constitución de un nuevo gobierno socialista se convierte en un auténtico reto, toda vez que la victoria de Pedro Sánchez se ha consumado por solo dos escaños. No obstante, conseguido el objetivo, el presidente Sánchez va a tener que guardar equilibrios extraños: sus socios de gobierno (UPodemos) obrarán con total y excesiva autonomía dirigidos por un vicepresidente (Pablo Iglesias) que no dudará en competir con el presidente en cuantas ocasiones propicias se presenten, que no van a ser pocas. Anoten ustedes el famoso ejemplo de lo mal que suelen convivir dos gallos en el mismo gallinero. Pero hay más riesgos. Los discursos del debate previo a la investidura han explicitado bastantes de las posibles dificultades. Veamos.

El conflicto catalán puede volver a estallar en las manos de Pedro Sánchez. Interpretemos el significado y el alcance, por ejemplo, de las palabras de la portavoz de ERC: "Me importa un comino la gobernabilidad de España". El comino es una hierba medicinal, pero en el argot más vulgarmente usado significa "de muy escaso o nulo valor". Pues bien, quien dijo esto representaba a un partido que, con su abstención, ha sido fundamental en la investidura de Pedro Sánchez, pero a la vez se trata de una formación que ocupa un lugar básico y fundamental en el procès catalán. No solo hay que interpretar la frase de la portavoz ocasional de ERC, Montse Bassa, que tiene el atenuante de tener a un familiar muy allegado en la cárcel; también hay que interpretar otros detalles, por ejemplo la displicencia con que actuó Gabriel Rufián el día anterior, quizás para contrarrestar los discursos de las portavoces de Junts o de la CUP, que votaron en contra de la investidura. Pero el líder de ERC, que ha sido el redactor del documento firmado por ERC y Pedro Sánchez, con apenas unas pinceladas socialistas o gubernamentales, fue muy contundente en la Tribuna: "Sin mesa de diálogo, no hay legislatura? ya lo hicimos antes?". ¿Puede iniciarse una amistad, siquiera un compadreo, con ultimátums que se hacen públicos justamente en la ceremonia de apareamiento?

El procès catalán sigue siendo un problema de muy difícil solución después de que Quim Torra haya sido ratificado en su cargo de president tras la inhabilitación de la Junta Electoral Central. No importa nada que los socios de Junts per Cat hayan llegado a acuerdos (o cambalaches) con el gobierno del Estado, porque Torra sigue en sus trece y se ha convertido en un indómito, dando a entender que en su nación (sin Estado) no hay ninguna autoridad como la suya. El texto del acuerdo suscrito deberá servir para acercar las voluntades, pero no parece que pueda resultar definitivo, lo diga Rufián o lo diga Pedro Sánchez. Sí, es cierto que muestra buena voluntad y sanas intenciones pero omite, u oculta mediante rodeos o subterfugios, que un referendo de autodeterminación no puede ser desarrollado en las circunstancias actuales.

El debate también ha servido para sacar otras conclusiones, sobre todo para constatar que ha sido la derecha, con su extravagancia, su insolencia y su insolvencia, la que ha ido acumulando voluntades activas o pasivas del resto de los partidos al lado del PSOE. Coartada tras coartada, Casado, Abascal y Arrimadas han amontonado sus intransigencias contra Pedro Sánchez, acusando al nuevo Gobierno de "protectorado" de separatistas e incluso de "cómplices" de terroristas, a pesar de que el terrorismo desapareciera hace ya bastante tiempo. En este sentido, echo de menos el voto a favor de Pedro Sánchez de ERC y EH Bildu, máxime cuando al final prometieron que cambiarían el sentido de su voto tanto como fuera necesario para garantizar el éxito. La derecha española se ha mostrado como un todo a pesar de estar formada por tres formaciones muy diferentes en sus planteamientos y en sus trayectorias, aunque menos en su objetivo común: echar a la única izquierda con posibilidades (PSOE) del gobierno.

Los discursos de los portavoces han permitido sacar otras conclusiones, aunque el nivel de convencimiento o de fluidez oratoria haya dejado mucho que desear. Como curiosidad, hubiera estado bien hacer público el resultado de cuantificar cuánto tiempo de las intervenciones se ocupó en discursos y cuánto en aplausos o en otro tipo de ceremonias y ocupaciones -por ejemplo, salir y entrar de la Cámara según quién fuera el interviniente- para mostrar el desprecio hacia las aportaciones de los contrincantes? u otros ardides desarrollados con ánimo de provocar escándalos dirigidos al escarnio de los oponentes en lugar de al lucimiento propio.

Tampoco fueron escasas las frases vacías de significado, ni los términos nuevos pronunciados con intención de impresionar a los oyentes. Algunos hablaron de "abstenciones activas", dos palabras que se contradicen salvo que se interpreten en oposición a "actuaciones pasivas", igualmente contradictorias. Alguien usó un término de dudosa interpretación cuando acusó a su contrario de hacer "aspavientos victimistas", que yo interpreto como "simulaciones interesadas". Hubo quienes pusieron mucho empeño en ver el "blanqueo de ETA" en las intervenciones de EH Bildu, pero me permito remitir a la intervención del portavoz Oscar Matute en esta segunda jornada, en la que incluso se permitió ofrecer y dedicar su abstención a la gran Dolores Ibarruri, la Pasionaria. Adriana Lastra subrayó que "nos hicimos socialistas" persiguiendo afanes de "libertad, justicia y progreso". Le faltó un solo término: igualdad, aunque tal término bien puede ir incluido en el de "justicia".

Pero, a fuerza de ser justos, estuvo atinado Aitor Esteban, al menos en tres momentos importantes. No me voy a detener demasiado en los discursos explicativos de su apoyo a la investidura porque no viene a cuento, pero fue el único que aludió al rey con el debido respeto, como Jefe del Estado que es. En medio del ambiente reinante, en que había quienes innecesariamente gritaban "viva el Rey, viva España" -lo que me recordaba sobre todo los tiempos de mi infancia, cuando tras el parte de las noticias de la radio un locutor con voz autoritaria pronunciaba un "viva Franco, arriba España"-, Aitor Esteban subió a la tribuna para poner cierta mesura y situar a la monarquía en su justa medida y lugar. Igualmente, recordó la condición de Jefe del Estado del rey y, sobre todo, anunció una verdad de Perogrullo que, curiosamente, nadie había recabado en ella a pesar de la obviedad: "Lo difícil empieza mañana". Lo dijo poco antes de terminar su breve intervención del segundo día. Y así será, que el hieratismo que brilló por su ausencia en las ceremonias de la investidura ha de estar presente en este futuro tan cercano que requiere, lo primero, que los partidos de la derecha se arrodillen un rato en el rincón de pensar para hacer un diagnóstico certero del rigor (escaso y nefasto) de sus comportamientos. Que los nacionalismos-independentismos deben revertir sus reflexiones para que no se vea de forma tan patente que sus abstenciones solo obedecieron al miedo a la derecha montaraz que ya nos amenaza ostensiblemente. Y que todos los demás, incluido el PSOE, se empeñen en reconstruir el Estado para que todos podamos ser, y seamos, más certeros en nuestras palabras, más dadivosos con los demás en nuestras pretensiones, y más honrados? sobre todo más honrados. Será signo de patriotismo en esta sociedad tan llena de patrioterismo.

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