QUIÉN no recuerda el lema de Jesús Gil, antiguo presidente del Atlético de Madrid? Recientemente se ha cumplido el aniversario de su fallecimiento, hace ya 15 años (14 de mayo del 2004). Nacido en Burgo de Osma (Soria), se hizo famoso cuando alcanzó la presidencia del club colchonero, ocupándola desde 1987 hasta 2003. Incluso logró que su caballo, Imperioso, fuese tan célebre como otros equinos históricos, al estilo de Rocinante, Babieca o Bucéfalo.

No es el objeto del presente artículo trazar su biografía, con muchos puntos oscuros. La cuestión es que el personaje merece ser rescatado del olvido por dos razones fundamentales: aprovechar el fútbol como soporte para ser popular (Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid durante esa época, comentaba que era “más importante ser presidente del Madrid que ser ministro”) y el nacimiento de lo que hoy en día llamamos populismo.

El fútbol es el entretenimiento por excelencia. En términos económicos disfruta de una posición dominante indiscutible. ¿A qué se debe? Es difícil discernir muchas veces entre causa y efecto. Los medios informativos dedican un gran porcentaje de su tiempo a comentar las novedades del mundo del balón. El resto de deportes pasan a un segundo plano. Además, no se dan facilidades para poder visualizarlos. Pensemos en el baloncesto. En los años 80 y 90, jugadores como Corbalán, Epi, Fernando Martín o Jordi Villacampa eran conocidos por todos los aficionados al deporte. Hoy en día, ¿quién nos dice jugadores de los equipos de referencia en la ACB? Suerte tenemos si se entiende el significado de sus iniciales: Asociación Clubs de Baloncesto. Victorias como las del ecuatoriano Richard Carapaz en el Giro de Italia dejan una mínima referencia en los medios. ¿Por qué?

Para ver este tipo de deportes se requiere una actitud activa: o vamos a un local en el que se comparte nuestra afición o pagamos. Antes valía una actitud pasiva. ¿Qué echan en la televisión? ¿Ciclismo, patinaje, balonmano? Y se veía gratis. Todos podíamos comentarlo. Ahora deportes como las carreras de motos, Fórmula 1 o el baloncesto se han quedado para sus fans. Para todos los demás, fútbol. En consecuencia, todos los recursos económicos se desvían hacia allí. Es curioso cuántas personas que se toman una cerveza en un bar se quejan de lo que cobran los futbolistas; que pregunten al camarero cuánto se paga por poder ver esas retransmisiones deportivas.

Jesús Gil estuvo envuelto en múltiples causas judiciales. No obstante, la fama que le dio el fútbol suavizó su imagen personal. Es el poder de la imagen. Pero todos queremos más.

Así, Gil dio el salto a la política. Creó un partido llamado GIL (Grupo Independiente Liberal) y se presentó en Marbella, en donde obtuvo tres mayorías absolutas consecutivas. Posteriormente, tuvo más problemas judiciales mientras su nombre se asociaba a personas como Julián Muñoz, conocido por haber sido alcalde de Marbella y pareja de Isabel Pantoja.

¿Cómo era su discurso? Incendiario y temperamental. Acusaba a la hoy denominada casta de servirse a sí misma y olvidarse del pueblo. Al Estado de derecho le llamaba “el establo de derecho”. Y comenzó a crecer. En esa época, con un crecimiento económico aceptable que incluía los típicos ciclos recesivos, todavía la sociedad no estaba preparada para asimilar este tipo de discursos. Hoy en día, sí. Incluso muchas personas creen que hoy en día Gil podría haber alcanzado la presidencia del Gobierno. Son teorías indemostrables. En todo caso, las investigaciones en neurociencia enseñan que cuando estamos tan perdidos que no sabemos cómo reaccionar tomamos decisiones por azar. Y en ese caso los cantos de sirena importan. Y si nos dan mensajes sencillos y claros con caminos directos hacia un futuro lleno de luz y color, ya se sabe lo que haremos. Sea votando, sea comprando.

Gil era famoso por su expresión “y tal y tal”. Incluso llegó a presentar un programa en Tele 5 llamado Las noches de tal y tal. Era una forma de expresar que hablando mucho se puede no decir nada. Su vida fue un torbellino. Igual salía en todas las televisiones del mundo por altercados con personas como el presidente del Compostela, José María Caneda, que protagonizaba el programa de La máquina de la verdad de Julián Lago defendiendo su honestidad (estuvo en la cárcel por un derrumbe en una urbanización suya que causó 56 fallecidos; fue indultado después de pagar una gran cantidad de dinero).

Tenía carisma y siempre hablaba claro, sin pelos en la lengua. El discurso políticamente correcto no iba con él. Eso le reportó muchos seguidores. En sus momentos de gloria, en especial cuando el Atlético ganó el doblete del año 1996, todos le cantaban la misma canción: “Y tal, y tal y tal y tal? y tal, y tal”. Hoy en día, muchos discursos y debates siguen con la misma letra.